domingo, 19 de junio de 2016

YA NADIE SE LLAMARÁ COMO YO (un adelanto)

La muerte es una fiesta de la objetividad. Si hoy estuviera interesado en experimentar la felicidad iría al supermercado, compraría leche entera, helados grasos, buen vino de oferta, transformaría los productos en fantasmas personales, haría coincidir la agenda del teléfono —fijo como un pilar, un cimiento, una columna que siempre hubiera estado ahí— con la del teléfono móvil, copiaría cuanto tengo en discos duros repartidos por la casa: desplazar mi cerebro del mismo modo que la tela de araña —que todo lo siente— es un desplazamiento del cerebro de la araña, y en un vaso transparente metería un montón de monedas de 1 y 2 céntimos de euro —la miseria impostada tiene mejor aspecto vista a través de un cristal, a ser posible curvo—.

Pero la mímesis no asegura la supervivencia, algunas orugas simulan ser brotes de matorrales y el jardinero las poda, hay insectos-hoja que se comen entre ellos porque se toman por hojas reales, la simulación de la identidad conduce a la homofagia, incita al canibalismo.

La muerte es una fiesta de la objetividad.
Ya nadie se llamará como yo, p 65.

Mientras durante los últimos días paseaba por el universo José Trigo a horas matutinas —ver entrada de ayer—, durante las horas vespertinas me dejaba llevar por el caos perfectamente organizado de Agustín Fernández Mallo. Había leído hace tiempo Carne de pixel, poesía, y su mediático Proyecto nocilla, narración. Ahora me he dado un auténtico chapuzón en su, hasta el momento, poesía completa. Mañana la comentaré.

PS para contertulios: El próximo año será uno de los autores a trabajar. Podéis ir leyendo esta entrevista y visitando su blog.

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