lunes, 22 de abril de 2013

HEINRICH HEINE, 2

Resulta bastante sencillo leer la obra poética de Heine en castellano porque tanto El libro de las canciones como Alemania, un cuento de invierno están todavía a la venta. La primera la mantiene la casa Linteo; la segunda, Hiperión.

Además, también podemos encontrar buena parte de la obra poética en Internet. En este sentido, la mejor página es la de Cervantesvirtual, que recoge todas las ya clásicas traducciones del romántico alemán realizadas por Teodoro Llorente y Olivares.

Aquí tenéis los enlaces a algunas de las obras traducidas del poeta:

Y para cerrar esta entrada os dejo El canto de los tejedores de Silesia:



Los Tejedores de Silesia 

Sin lágrima en el ceño duro
Están junto al telar y aprietan los dientes:
Alemania, tejemos tu sudario,
Y en él la triple maldición.
Tejemos, tejemos.


Maldito el ídolo al que impetramos
En fríos de invierno y angustias de hambre,
En vano creímos y le miramos,
Nos ha vendido, nos ha engañado.
Tejemos, tejemos.

Maldito el rey, el rey de los ricos,
Que no ablandó nuestra miseria,
Que nos arranca lo que sudamos,
Que como perros nos manda matar.
Tejemos, tejemos.


Maldita sea la patria falsa,
Para nosotros humillación,
Siega temprana de toda flor,
Festín podrido de los gusanos.
Tejemos, tejemos


Cruje el telar, la lanzadera vuela,
Siempre tejemos, de día y de noche,
Vieja Alemania, es tu sudario,
Y en él la triple maldición.
Tejemos, tejemos. 


            Traducción Manuel Sacristán Luzón.

Y una breve explicación: El 4 de junio de 1844 la policía detuvo a un tejedor que cantaba este himno bajo la ventana de un fabricante. La respuesta no se hizo esperar, por la tarde, una multitud se echó a la calle y saqueó las casas de los industriales y destruyó los libros de contabilidad en la localidad de Peterswaldau. Al día siguiente, 3.000 tejedores se dirigieron al pueblo de Reichenbach para continuar la revuelta. Allí se enfrentaron al ejército que, a pesar de disparar contra la multitud y ocasionar 11 muertos, no pudo contener la furia de los tejedores que lograron expulsar a los soldados del pueblo con piedras y palos.

El gobierno mandó el 6 de junio a 3 compañías de infantería y a una batería de artillería que aplastó la rebelión. Los sobrevivientes buscaron refugio en las montañas y en los bosques vecinos. Otros fueron apresados y condenados.

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