martes, 20 de diciembre de 2022

RESURRECCIÓN, JULIA OTXOA



Editorial
La casualidad ha querido que nada más terminar de leer este poemario me haya enterado de que su autora iba a realizar la presentación en el Centro Cultural Okendo. Lo he dejado todo y me ido a escucharla. No es que el poemario necesite ninguna exégesis, pues todo él es prístino, es que las palabras de Julia Otxoa transmiten otro aliento que la lectura silenciosa y solitaria no es capaz ofrecer. 

El libro está organizado en dos secciones. El título de la primera es el mismo que aparece en la cubierta y es un homenaje emocionado a cuantas víctimas de su familia dejó la guerra civil.


DETRÁS DE CADA HERIDA
LA LUZ QUE LA NOMBRA


Detrás de cada herida la luz que la nombra.

Soy el miedo de mis antepasados perseguidos.
En el fluir de mi sangre sus rostros reflejados como las luminosas flores del manzano.

En la narración de lo que fue, ellos nacen de nuevo, los resucita mi palabra.

Se diría, abuelo, que he mutado en ti
y ahora soy tu calavera horadada por las balas,
tu pierna rota,
tu árbol de huesos
sosteniendo el alba.




VUESTROS CUERPOS
DE LUMINOSA ARCILLA


Esperadme junto a la hierba luisa y el romero,
escribiré vuestra historia,
rescataré la huella de vuestros cuerpos
de luminosa arcilla.


Acompañadme en esta travesía de sombras
para desenterrar el agua perdurable,
que saciará la antigua sed que clama
y clama, y se vuelve fuego en la garganta,
nudo seco esperando
un latido de fuentes.


Ábrase la tierra y surja el canto
que relata.


Tan sólo cuento con un pequeño lápiz para el viaje.
toda mi fuerza sostenida en mi fragilidad.


La segunda sección lleva por título Del paisaje que somos. Continúa presente la memoria de los seres perdidos, pero si en la primera la palabra de Otxoa resucita desde el más profundo cariño a quienes ya no están, si en ella podemos leer un relato más próximo a personas reales, en este apartado se trasciende el hecho personal y aunque en ocasiones se puede intuir la anécdota, toda la naturaleza ofrece un cobijo ontológico y hace real ese ser uno con todo cuanto nos rodea que Hiperión reclamaba a través de la pluma de Hölderlin:


EL LIBRO DEL UNIVERSO

No hay mayor tesoro
que unos ojos que enamorados miran
la espesura, lo frondoso del aire,
y saben leer como en un libro
los prodigios del cielo y sus señales,
el encendido alfabeto de la tierra y sus criaturas.


No hay mayor tesoro
que palpitar con todo,
como incesante llama
en este breve tiempo en el que somos.


Como nos recuerdan los dos últimos versos que cierran el poemario, tal vez sea la alegría de darse / por entero al asombro del amor en cada rosa lo único que pueda salvarnos.

***


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