Estuve el viernes en el Kursaal oyendo a la Orquesta Sinfónica de Euskadi cómo interpretaba la 8ª de Bruckner y eso me dejó con las ganas de seguir hurgando en el repertorio de este austríaco atormentado por su valía como compositor y de una fe religiosa a prueba de todo.
No me he atrevido a colocar aquí su grandiosa 8ª sinfonía, más que nada por su hora y media de duración, pero como desde el viernes, cada vez que me pongo músico siempre elijo algo de él, he decidido que el motete Locus iste —este lugar— es una excelente pieza para que quien todavía no crea en el poder sanador de la música empiece a hacerlo.
En música, son mis gustos y opiniones, ningún instrumento iguala en belleza y capacidad acogedora al de las voces humanas bien combinadas.
Feliz domingo.
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