miércoles, 13 de julio de 2022

LIBROS PARA PENSAR LA PAZ, 19

Ejemplar del KM
Judith Butler no es propiamente una pensadora pacifista, en este ensayo no se ocupa extrictamente de la paz ni de la violencia que estalla entre naciones y, como posestructuralista que es, tampoco el lenguaje que utiliza es de los más sencillitos. Hay que tener paciencia o estar ligeramente habituado. 

Sobre las muchas maneras de entender el pacifismo yo creo que esta serie puede ofrecer algunas pistas, sobre el posestructuralismo solo me cabe decir que no es este el momento ni el espacio; por tanto, vayamos con lo que me parece sustancial de La fuerza de la no violencia

La imagen que muestra la portada ofrece bastante bien cuál es el tema de reflexión: la resistencia ante la violencia estatal. La resistencia ante la desigualdad, ante la discriminación en función del sexo, de la raza, del origen social o nacional. La resistencia ante la violencia que ejerce el poder sobre grupos de personas desfavorecidas. No es necesario romperse la cabeza para darse cuenta de que el texto viene dado por dos movimientos que han tenido una enorme repercusión en su país: el Me Too y el Black Lives Matter.

Contrarrestar el esquema de la fantasmagoría letal que con tanta frecuencia justifica la violencia policial hacia las comunidades negras y mestizas, la violencia militar hacia los migrantes y la violencia estatal hacia los disidentes, requiere de un nuevo imaginario, un imaginario igualitario que aprehenda la interdependencia de las vidas. Poco realista e inútil, sí, pero posiblemente sea una manera de alumbrar una nueva realidad que no se base en las lógicas instrumentales y en la fantasmagoría racial que reproducen la violencia estatal. En la "falta de realismo" de ese imaginario reside su fuerza. No es solo que en un mundo así cada vida merecería que se la tratara como a un igual, o que cada uno tendría el mismo derecho a vivir y desarrollarse, aunque ciertamente se deben afirmar ambas posibilidades. Pero es necesario dar un paso más: "cada uno" es, desde el inicio, entregado a otro, social, dependiente, pero sin los recursos adecuados para saber si esa dependencia que se requiere para vivir es explotación o amor (p 198).

En cuanto al aparato intelectual en que se envuelve, marca habitual de la casa, hay que contar con la presencia de Melanie Klein, Michel Foucault, Frantz Fanon, Sigmund Freud, Walter Benjamin y Étienne Balibar. A mí todo este esfuerzo por justificar y fundamentar el discurso con un aparato crítico tan extenso me resulta excesivo. Entiendo que rodearnos de nuestros más queridos maestros pensadores está muy bien, pero la fuerza, la fuerza verdaderamente radical de la no violencia consiste en algo tan limpio, sencillo y transparente como admitir que la persona que tenemos enfrente, en cuanto persona, tiene la misma dignidad que nosotros y los mismos derechos. Y que la forma de resolver el conflicto que tengamos entre ambos pasa siempre por el diálogo, nunca por el uso de la violencia. 

Próximo título: Mi vida es mi mensaje. Mahatma Gandhi.

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Путин, немедленно останови войну!

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