Editorial |
La tesis que mantenía Bruckner no puede ser más sencilla ni demoledora: vivimos en una sociedad infantilizada. Hemos renunciado a la madurez y, con ella, a la responsabilidad. La responsabilidad es siempre de otro.
Cito: La ideología victimista, no es más que la inversión de la teoría de la Mano Invisible: tras el caos de los hechos y de losa acontecimientos hay un destino malvado empeñado en nuestra desgracia, que trata de herir y de humillar a cada uno de nosotros en particular. Cuanto más libre se pretende el sujeto moderno y más trata de extraer exclusivamente de sí mismo sus razones de ser y sus valores, más propenso estará, para liberarse de la duda y de la angustia, a invocar un fatum cruel, un desorden premeditado que lo mantiene bajo su autoridad y lo destruye de forma subrepticia (p 31).
Continúo citando: El estado de infancia para todos en todo momento y a voluntad: esa es la respuesta de la modernidad para los dolores que provoca. Este devenir-infantil no es un accidente, un minúsculo traspié en una dinámica por entero volcada hacia la medida y la razón, sino que se inscribe en el centro mismo del sistema, es consustancial al individuo tentado por la capitulación a medida que tiene que ir edificándose. El imperio del consumismo y de la diversión ha inscrito el derecho de la regresión en el registro general de los derechos del hombre (la cursiva es del autor; p 82).
Suficiente.
Lo curioso del caso es que está escrito en la década de 1990. Desde entonces nos ha arrollado una crisis económica de dimensiones planetarias, ahora vivimos sumidos en una crisis sanitaria que está machacando lo poco que se había recuperado de la crisis anterior. Sin embargo, da la impresión de que estamos tan instalados en el infantilismo y la victimización que somos incapaces de salir de él.
Un ejemplo más contundente: hace poco más de un año Pedro Vallín realizaba un detenido análisis a partir del ensayo de Bruckner en La Vanguardia sobre la reivindicación victimista de nuestros infantiles políticos. Desolador.
Sería conveniente recuperar algún día el sentido de la responsabilidad, la madurez propia de la persona libre y autónoma que decide afrontar los problemas para convertirse en un sujeto plenamente solidario con los demás y corresponsable en la construcción social.
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