Cubierta de Irene Rodríguez |
No sé si me duele más
no poder recordar tu imagen
o saber perdida para siempre
aquella sensación de felicidad
que me daban las horas compartidas
fuera de la escuela.
La duda contigo no era decidir con qué juego
pasaríamos la tarde,
sino dónde.
Todo se reducía a saber
si sería en tu casa o en la mía
donde quedaríamos al resguardo
de las miradas ajenas,
protegidos de la envidia
de no necesitar nada más
que nuestra mutua compañía.
Momentos memorables de la infancia
cuando casi todo era gris
y un poco triste:
la escuela,
el cocido de los lunes,
el barro de las calles
y la luz
que muy a menudo andaba de viaje
e ignorábamos el momento de su regreso.
Igual que tú.
Un día tus padres anunciaron vuestra partida
hacia algún destino inasequible en aquellos años
—Valencia, creo—.
Yo conocí entonces, por vez primera,
lo material que podía ser la soledad.
Aquel verano fue el más largo y el más vacío
de mi poco añorada infancia.
***
Y ahora una solicitud de ayuda: Con vuestros nombres he escrito mis sueños es algo así como una autobiografía con nombres o, si lo preferís, una galería de personas con las que he compartido algún momento feliz de mi vida. A todas las que aparecen en él les he hecho llegar un ejemplar. De Fernando no sé nada. Cuanto puedo decir es que estudiamos juntos en una escuela de Bilbao. Era un patronato de la entonces Caja de Ahorros de Vizcaya. Tenía tres unidades: párvulos, chicas y chicos. Estaba situada en los bajos de un grupo de edificios que formaban un triángulo —está aquí, entre las calles Zumaia, Doctor Alberca y Av. Maurice Ravel—. Fernando y yo coincidimos en la de chicos. No recuerdo cuándo se fue, pero tendría 8 o 9 años, y creo que se iba a vivir a Valencia. Ahora tendrá 64, uno más uno menos. Es decir, estuvimos en la escuela juntos durante los años 1962-1964, tal vez 65.
Si alguien le localiza, estaría enormemente agradecido si me lo hiciera saber. Mi correo electrónico está en la columna de la derecha.
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