domingo, 3 de abril de 2016

RUTA BASTERRETXEA, OTEIZA Y ZUMETA EN LAS CALLES DE IRÚN



Basterretxea: Homenaje a Paletas "Vasquito"
Tal vez por tener a mano el Museo San Telmo, tal vez porque aún falta mes y medio para que retiren la exposición o tal vez porque los acontecimientos suceden dentro de un caos más o menos soportable, lo cierto es que ya he visitado la parte bilbaína, pero todavía no he pasado a visitar la sección donostiarra de esta muestra cuyos protagonistas principales son los artistas que en los años 60 y 70 colocaron al País Vasco en el panorama internacional por derecho propio.
Casa taller de Oteiza, 1958

El caso es que aprovechando el tirón de la misma y porque en casa tengo quien me informe directamente y me saque los colores a causa no sé si de mi ignorancia o mi desidia, una vuelta por la ciudad de la mano de quien sabe —gracias, Irene— me ha puesto ante los ojos algunas obras que ya conocía, pero que no había "mirado", otras que desconocía y otras más que da tristeza mirar ante el lamentable estado de abandono en que se encuentran.
Oteiza: Arista vacía

Lo primero que se me ocurre decir es que resulta penoso cómo podemos abandonar de tal manera el patrimonio que poseemos. El estado en que se encuentra la que fue casa taller de Oteiza es sencillamente lamentable. Los muchos años de abandono y la invasión de todo tipo que ha sufrido hacen de ella cualquier cosa menos un recuerdo digno.

Aunque no en la misma medida, pero también en un estado muy deteriorado se encuentra el mural de Zumeta, que ha perdido parte de las piezas y le crece alguna que otra planta en los intersticios de la obra.


Mural de Zumeta,  1968
La estela del Puente Internacional, vandalizada y reparada en alguna ocasión, aunque se aprecian claramente las grietas, se encuentra en mejor estado, sin duda por ser un bloque sólido de piedra.


Basterretxea: Fuente
Oteiza: Estela
El resto de las obras, en general, se encuentran en un relativo buen estado, aunque los años y el poco caso en lo que corresponde al mantenimiento, no hace de ellas un dechado de virtudes y esplendor. La fuente de Basterretxea, por ejemplo, no siempre funciona y en algunas ocasiones parece un contenedor de plásticos y papeles.

Decía Larra, hace ya muchos años, que escribir en Madrid era llorar. Tal vez no solo en Madrid y en aquella penosa época escribir significara llorar. Tal vez, y me gustaría pensar que no es así, crear en el País Vasco sea también en esta época un largo y sentido lamento.

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