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El día 2 de septiembre envié para allá cuatro ejemplares a otras tantas direcciones. La mala suerte quiso que uno de los amigos se hubiera cambiado de domicilio y que el libro no le llegara. Después de varias gestiones infructuosas por parte del amigo le comenté que no se preocupara, que ya me lo devolverían y, entonces, podría dárselo en mano, puesto que nos íbamos a ver en navidad.
No pudimos vernos en vacaciones, sino el primer fin de semana de marzo, pero el libro todavía reposaba en el limbo de los objetos no entregados ni devueltos, que no sé cuál es ni dónde está, pero debe de ser un lugar donde hay que pasar una larga penitencia ante el pecado de una dirección improcedente, algo más de 5 meses.
Por fortuna, el paquete ha aparecido hoy en mi buzón, eso sí, con el sobre hecho unos zorros y con señas evidentes de haber sido abierto y cerrado posteriormente.
Los indicios pronto se ha hecho realidad porque el libro —¡oh ,maravilla!— ha sido leído, lo que dice mucho y muy bien de las inquietudes culturales de algún cartero. Y no sólo ha sido leído, sino que el lector ha dejado las indicaciones convenientes para que sepamos cuáles son los tres poemas que más le han gustado.
Propongo para la próxima campaña de lectura o para el Día del libro del mes próximo que Correos participe en ella con este lema u otro similar: El servicio de correos no sólo entrega sus envíos, sino que además realiza una conveniente orientación de lectura.
PS:
De los tres poemas marcados,
oh gran sorpresa y alegría,
uno había yo seleccionado.
para aquel pasado día.
¡Lo ha hecho bien el funcionario!
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