domingo, 8 de noviembre de 2009

RENÉ DESCARTES

Ignoro por qué extraña asociación de ideas, mientras tenía entre manos la obra de Sor Juana Inés de la Cruz, me venía continuamente a la memoria la obra del filósofo y matemático R. Descartes (1596-1650). Hagásmole aquí, pues, un pequeño recordatorio, a ver si así puedo quitármelo de encima.

Dicen los expertos que el invento tanto de la geometría analítica como de las coordenadas, está íntimamente unido a sus intuiciones filosóficas sobre el conocimiento y la representación del espacio. Dicen, también, que su gran logro como pensador fue haber inaugurado el racionalismo y la filosofía moderna.

Así será, sin duda. Pero a mí lo que me gusta de verdad de este pensador tranquilo es la capacidad para explicar con sencillez cómo debemos utilizar el raciocinio para conseguir ideas claras, para hallar la verdad de las cosas. Ideas claras y distintas, que diría él en sus Meditaciones.
Y también me gusta ese continuo ejercicio de sentido común que rezuma su obra, al menos la que yo he leído, y que se reduce al Discurso del método y a la citada en el párrafo anterior. Es esa actitud equilibrada, sabia, racionalista y sensata, en las antípodas del fundamentalismo, la que le lleva a abandonar la publicación de su primera obra El mundo, cuando se entera de que Galileo había sido condenado en 1633.
Gracias a personas como él, esta sociedad es un poco menos caótica, un poquito más racional y menos mezquina.

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