Editorial |
Esta sección de los miércoles es hoy casi una excusa para que podáis ver el vídeo de la sesión de homenaje que organizó el Instituto Cervantes a la poeta madrileña de la generación del 27. Es un auténtico placer oír las mil anécdotas que su nieta Paloma Ulacia Altolaguirre va desgranando a lo largo de la entrevista, y toda una lección antitópicos, de verdad y de elegancia. Incluso cuando Manuel Aznar Soler quiere que diga lo que nunca fue. Un auténtico placer.
Y ahora sí, un poema. Es el poema que cierra la colección y del que la nieta cuenta el llanto de Cernuda cuando Concha Méndez lo lee:
A MANOLO EN SU IRREMEDIABLE AUSENCIA
1
Fue tan inesperado…
Por camino de luces
te vi marchar un día.
Ibas, sin yo saberlo,
a internarte en las sombras
donde tenue esperanza
me queda de encontrarte.
Pero será aquel niño
que perdimos, tan nuestro,
el que ya de tu mano
llevarás por la gloria.
Os veo a los dos juntos
–él, sus cabellos rubios,
tú, los cabellos canos–
andando por los cielos
como niños perdidos.
Mientras aquí el silencio
en torno, se ha agrandado
y sólo son mis ojos
los que riegan la ausencia.
2. Recuerdo
Te veo tan tranquilo
tú que eras como vértigo;
y los pies en reposo,
que tanto se movieron,
tanto dolor pisaron
por difícil camino.
Tan fuertes vendavales
llevabas en tu pecho
que apenas si podías
sostener tu persona.
Amapolas de sangre
crecían en tu frente
fundiéndose en tus ojos
cuando el llanto asomaba
descubriendo tu vida.
Contra ti te batías
en duelo permanente,
esa lucha contigo
se extendía en tus campos.
Y era un viento de fuera,
también huracanado,
el que te fue envolviendo
como manto de fuego.
Solamente tus manos
trataban de alargarse
para sentir apoyo
en tu cielo estrellado.
3
Él era como niño.
Yo solía decirle:
«No juegues con la muerte».
No escuchaba consejos
y seguía jugando.
Le advertía a menudo:
«Mira por dónde pisas»,
y sus pies se enredaban
mientras miraba el cielo.
En algunos momentos
él se sentía ángel,
se apoyaba en sus alas
y se venía al suelo.
Yo le vi levantarse
malherido mil veces.
Hasta que llegó el día
de caer sin remedio;
ya no pudo su cuerpo
sostenerse en la vida.
Fue el último juego
donde cayó vencido
y tal vez fueron alas
quienes se lo llevaron.
4. Era de noche
¿Será noche sin luna,
o habría una luna clara,
cuando cayó sobre el trigo
como amapola morada?
¿Sería un viento suave
el que acarició su cara,
cuando solo, sin remedio,
tirado y herido estaba?
El campo debió asustarse
Como él asustado estaba
con tanto dolor encima
viendo lo que le pasaba.
¿Cuál fue la primera mano?
¿Cuál la primera mirada
que se le acercó a ayudarle
en aquella hora amarga?
5
Andaremos por siglos
siempre juntos
en el camino de la poesía,
que fue quien nos unió
sin darnos cuenta
un ya lejano
y luminoso día.
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