Yo levanté la cabeza. El
mar estaba cubierto por una densa faja de nubes negras, y la tranquila
corriente que llevaba a los últimos confines de la tierra fluía sombríamente
bajo el cielo cubierto... Parecía conducir directamente al corazón de las
inmensas tinieblas.
El corazón de las tinieblas es, seguramente, la obra más leída y más conocida de Conrad. Varias películas se han basado en ella. De entre todas, la de mayor éxito es, sin duda, Apocalypse now. También ha habido novelas que la han tomado como inspiración, sin ir más lejos, Siete casas en Francia, de Atxaga.
Entre los muchos méritos del autor está el dominio de la lengua, en este caso la inglesa, que aprendió ya de joven y que tomó como lengua literaria. Antes de aprender inglés, dominaba el francés, el ruso y el polaco. Esta cualidad, sin embargo, es difícil de apreciar en una traducción.
No ocurre lo mismo con el manejo de la historia, donde el adelgazamiento de las descripciones y la técnica del subtexto van sumergiéndonos en un ambiente un tanto irreal en el que intuimos que algo ocurre al margen de lo que estamos viviendo. Son elementos narrativos que van encajando dentro de otros y que nos arrastran a un auténtico corazón de tinieblas.
No entro a valorar si el autor tenía la intención o no de denunciar las atrocidades cometidas por la colonización europea. Tampoco si puede ser leída como una historia racista, tal y como ha sugerido la crítica poscolonial. La singular y variopinta biografía de Joseph Conrad da pie a suponer esas y muchas cosas más. Dejo, pues, esa tarea al lector. Lo mismo que le dejo la posibilidad de adentrarse en las diferentes capas interpretativas en que esta obra maestra se despliega.
Hay una muy buena traducción al castellano de Sergio Pitol en internet. Tiene, además, multitud de notas para sacar mayor provecho a la lectura. Para no perdérsela.
Entre los muchos méritos del autor está el dominio de la lengua, en este caso la inglesa, que aprendió ya de joven y que tomó como lengua literaria. Antes de aprender inglés, dominaba el francés, el ruso y el polaco. Esta cualidad, sin embargo, es difícil de apreciar en una traducción.
No ocurre lo mismo con el manejo de la historia, donde el adelgazamiento de las descripciones y la técnica del subtexto van sumergiéndonos en un ambiente un tanto irreal en el que intuimos que algo ocurre al margen de lo que estamos viviendo. Son elementos narrativos que van encajando dentro de otros y que nos arrastran a un auténtico corazón de tinieblas.
No entro a valorar si el autor tenía la intención o no de denunciar las atrocidades cometidas por la colonización europea. Tampoco si puede ser leída como una historia racista, tal y como ha sugerido la crítica poscolonial. La singular y variopinta biografía de Joseph Conrad da pie a suponer esas y muchas cosas más. Dejo, pues, esa tarea al lector. Lo mismo que le dejo la posibilidad de adentrarse en las diferentes capas interpretativas en que esta obra maestra se despliega.
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Hay una muy buena traducción al castellano de Sergio Pitol en internet. Tiene, además, multitud de notas para sacar mayor provecho a la lectura. Para no perdérsela.
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