De cuantas invitaciones a practicar la filosofía conozco, la de Epicuro me parece la más atractiva, la más sencilla y la más directa. De los pocos textos que han llegado hasta nosotros, su Carta a Meneceo es el más interesante, y donde mejor se encuentra expuesto su pensamiento. Es en el comienzo de la carta donde se halla esa hermosa invitación a ejercitar el pensamiento. Esta es la traducción que Montserrat Jufresa nos ofrece:
Que nadie, mientras sea joven, se muestre remiso en filosofar, ni, al llegar a viejo, de filosofar se canse. Porque, para alcanzar la salud del alma, nunca se es demasiado viejo ni demasiado joven.
Quien afirma que aún no le ha llegado la hora o que ya le pasó la edad, es como si dijera que para la felicidad no le ha llegado aún el momento, o que ya lo dejó atrás. Así pues, practique la filosofía tanto el joven como el viejo.
El maestro de Samos no era un entusiasta de la metafísica ni de la ontología. Ni tan siquiera pedía a quien quisiera aprender con él que supiera previamente nada, solamente ofrecía lo que él honestamente creía que era el mejor camino para lograr una vida autónoma y encontrarse a gusto con uno mismo. ¡Ahí es nada!
Si después de leer a Epicuro os quedáis aún con ganas, Lucrecio, su mejor y más conocido continuador, nos aguarda para que leamos el famoso De rerum natura.
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