domingo, 20 de diciembre de 2015

DE REFRANES, MONOLITOS Y, TAL VEZ, EQUIVOCACIONES


Es de sobra conocido el refrán que aparece en la primera parte de este monolito que se encuentra a la entrada de un pequeñísimo pueblo burgalés, Sobrepeña. Me llena de ternura y admiración que una comunidad, por pequeña que sea, haga muestra de bondad y utilice como lema identificatorio una llamada al buen comportamiento, a la rectitud de ánimo y a una cabal disposición hacia los demás.

Ignoro si el añadido habla bien y no digas de quien surgió por completar el espacio disponible, por aumentar el sentido de bondad o, tal vez, por simple confusión con el dicho igualmente muy famoso de se dice el pecado pero no el pecador, pues ambos apelan al correcto comportamiento y el segundo, además, a la discreción que debe guiar nuestras acciones.

Acaso, llevado por un exceso de celo, FL ha querido prolongar en su comunidad la mesura y la prudencia, sin darse cuenta de que hablar bien de los demás, ponerlos como ejemplo y realzar sus aciertos, no es un ejercicio de discreción, sino una práctica excesivamente pudorosa que priva del modelo y nos impide el agradecimiento a la persona debida.

Sea como fuere, cada vez que paso delante de la inscripción no puedo evitar un sentimiento de simpatía hacia quien sea FL y, por extensión, a todo el pueblo que ha decidido hacer suyos lemas tan bienpensantes y opuestos a prácticas tan extendidas como el cultivo de lo propio, el egocentrismo, el chismorreo, la murmuración y ese horrible que hablen de mí, aunque sea mal, siempre pretencioso y enfermo de fama y notoriedad.

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