martes, 26 de marzo de 2013

¿QUÉ ESTÁS MIRANDO? 150 AÑOS DE ARTE MODERNO

Uno de los problemas del arte contemporáneo es que vive absolutamente alejado de la ciudadanía. Quiero decir de las personas que no poseen un formación específica sobre lo que los artistas contemporáneos hacen o quieren comunicar. Otro, y no el menor, es que tiene que ver demasiado con el dinero y con grupos cerrados que se alimentan a sí mismos de lo que hacen sus compañeros, bien sea para refutarlo o para extraer conclusiones que abran nuevos caminos. Sin duda, eso que llamamos arte ha cambiado mucho en los últimos cien años.

El libro de Will Gompertz cumple, y muy bien, el objetivo de orientar en todo lo que ha ocurrido en el mundo del arte desde la aparición del Impresionismo. No es una Historia del Arte Contemporáneo, pero tiene todas sus virtudes: informa bien, explica lo que debe explicar y sitúa cada movimiento en su punto exacto. Además, mejora todos esos valores con una colección de anécdotas y referencias que hacen mucho más próximo el contenido. Y, por supuesto, como buen divulgador anglosajón, Gombertz hace gala de un estilo claro y preciso, no exento de ironía cuando conviene, lo que produce en muchos momentos la sensación de estar leyendo una novela.

Sin embargo, el libro no ofrece lo que promete;seguramente, porque es imposible convencer al lector/espectador de arte contemporáneo de que aquello que mira es genial. Y es cierto que el que fue director de la Tate Gallery se esfuerza en este empeño y que sus argumentos son, en muchos casos, brillantes. Pero no va a ser con preguntas hiperbólicas como esta como lo logre: ¿O es Duchamp un genio que emancipó el arte de la oscuridad medieval en la que estaba encerrado, como Galileo había hecho con la ciencia trescientos años antes, permitiendo que floreciera y diera rienda suelta a una revolución intelectual de mayor alcance? (p 33).

Él se inclina por pensar que es así. Yo me inclino por pensar que la comparación no tiene por dónde mantenerse y que la revolución intelectual de principios del siglo XX tuvo mucho más que ver con otros intelectuales que con el bueno de Duchamp. Por otra parte, el arte es muy escurridizo y no siempre resulta artístico —aunque pueda resultar crematístico— aquello que los creadores han diseñado como tal. Un ejemplo: el cartel Cómo trabajar mejor de Fischli&Weis, concebido como una crítica a eso que las empresas montan de vez en cuando para que sus empleados rindan más en el trabajo, hoy se puede ver invadiendo Internet como un auténtico conjunto de reglas para que, efectivamente, nos sintamos mejor en el trabajo.

Sin duda, como dice Gompertz, siempre es mejor conocer los motivos, las técnicas, el origen y las intenciones del autor para poder disfrutar de la obra/performance/instalación o lo que sea que tengamos delante. Pero no siempre es suficiente saberlo todo de ella para que nos guste. Puede ocurrir incluso que, aun sabiendo todo o casi todo, lo que vemos no nos guste, a pesar de lo que se empeñen en decirnos los santones del arte mundial.

Y, para terminar, una sugerencia que sí comparto con Gompertz: Bansky.

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