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| La geule de bois (la resaca). Harvard Art Museum. | 
| #retratosdeamantes | 
Toulouse-Lautrec (1864 -1901) era hijo de aristócratas y, por lo tanto, no necesitaba trabajar para poder vivir. También era hijo de primos y esto, junto a sus desgraciadas caídas de caballo —en cada una de ellas se rompió una pierna distinta—, seguramente afectó a su discapacidad física. Sus padres le animaron a pintar y dibujar como actividad que pudiera ofrecerle ciertas satisfacciones y alegrías. La afición caló y con el apoyo de su tío Charles y varios pintores amigos de la familia fue a vivir a París en 1881 en busca de una mejor formación. A sus padres no les agradó mucho cuando descubrieron que su inspiración y su temática como pintor procedía del libertino mundillo de Montmartre.
Lautrec se sentía a gusto en el ambiente de los cafés, cabarés y burdeles del barrio parisino. Su personalidad extrovertida y arrolladora, más la gran habilidad con los lápices, hizo de él un personaje popular en ese medio. Su obra dio a conocer a muchos de los variopintos personajes que se movían en ese ambiente. Y allí estaba Suzanne Valandon (1865 - 1938), hija de una lavandera, quien se convirtió en favorita de artistas como Puvis de Cavannes o Renoir.
Ella vivía con su madre en el mismo edificio donde vivía Lautrec y, posiblemente, de ahí vino el conocimiento y la relación. También es posible que la pintura esté realizada en el propio apartamento de Lautrec, pues se sabe que tenía una mesa de café como la que aparece en el retrato.
Fuese esto como fuere y aunque Lautrec se rodeó de la compañía de numerosas mujeres, generalmente prostitutas, no se sabe si llegaron a tener relación como amantes, si bien sus biógrafos dan por bueno que ella llegara a ser el único amor auténtico de él. Lo cierto es que cuando su madre y ella tramaron una amenaza de suicidio para empujarle al matrimonio, él cortó la relación.
No entro en la biografía de ella porque más adelante tendré ocasión de hacerlo, pero no como modelo, sino como la artista importante que fue y que recogió a sus amantes en su obra. Pero de eso me ocuparé en otra entrada.
No quiero cerrar esta sin destacar la técnica pictórica tan característica del de Albi, nombrada por algún estudioso de su obra como verduras picadas. Se trata de una pincelada rápida, nerviosa, de una viveza extraordinaria, que revela la rapidez con que pintaba y, por tanto, la capacidad para recoger con unos cuantos trazos la escena que se nos presenta ante la vista.


 
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