jueves, 14 de noviembre de 2019

LOS PALIMPSESTOS, ALEKSANDRA LUN

Editorial
Si el lunes día 11 me hacía eco en este blog de que hablar lenguas es saludable en el sentido más estricto de la palabra saludable, tal vez esta divertida obra de Aleksandra Lun venga a corregir la afirmación. Su protagonista es un pobre polaco, escritor fracasado, que escribe en una lengua que no es la suya materna y que se encuentra recluido en un psiquiátrico belga por haber escrito una novela en antártico (la imaginaria lengua de la Antártida) aprendida cuando pasó una temporada en aquellas gélidas tierras. 

Palimpsesto (DRAE): Manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente. No, en esta historia no hay ningún palimpsesto, pero sí un escritor encerrado en un psiquiátrico que continuamente narra una historia que se superpone, unas lenguas que se sobreponen unas sobre otras, unos escritores desplazados de su idioma materno que forman un estupendo coro de voces dispuestos a defender la literatura, aunque las personas más interesantes son las que no han escrito nada (p 91, Cioran dixit), y una terapia de choque bartlebiana (de Bartbley, el escribiente) que quiere conseguir el silencio de la lengua adoptada. 

La historia tiene su gracia porque buena parte de los "enfermos" que se hallan en el sanatorio son los Ionesco, Conrad, Beckett, Gombrowicz, Nabokov, Kosinsky, Cioran o la Kristof, quienes lo mismo que Aleksandra Lun, polaca de nacimiento, estudiante de filología en España y traductora en Bélgica, ha escrito esta novela en español, en una lengua adoptada. En una entrevista comentaba: Concibo el conocimiento de otros idiomas como un antídoto y una protección contra la locura. Uno de los aspectos de esa locura es creernos la realidad con la que se nos presenta cuando nacemos en una lengua concreta. Sabiendo idiomas podemos trascender la visión futbolística del mundo en el que nuestro club es siempre mejor por la simple razón de que sea nuestro.

A mi, además de la disparatada, valleinclanesca y divertida historia que es capaz de tejer completamente armada en una pocas 160 páginas, lo que más me ha gustado es la reflexión en torno a la literatura y a la creación, y las perlas que nos va dejando página tras página:

Ni un gato ni un idioma extranjero pierden el tiempo con quien no los venera a diario, y solo las lenguas maternas y los perros pueden desafiar el olvido, el abuso de poder y el totalitarismo (p 34).

El verdadero pasaporte de un escritor es su arte (p 49, Nabokov).

—¿Por qué la gente espera que los autores contestemos las preguntas (...) Soy autor porque deseo hacer preguntas. Si tuviera respuestas, sería político (p 136, Ionesco).

Hay más. Y mucho que ver con eso que Iwasaki denomina la mancha extraterritorial.

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