Construir el sentido necesita debates serios, tranquilos y racionales. Necesita la aportación de las ideas y los argumentos de todas las partes que conforman el tejido social. Necesita la mirada limpia y honesta, capaz de dejar al margen los sentimientos de pertenencia al "nosotros" y ser capaz de dialogar con todos los demás grupos humanos que percibimos como "los otros", pero que en realidad son también "nosotros".
Kaufmann, después de advertirnos de lo difícil que es definir la identidad y lo fácil que es incurrir en errores , estereotipos, tópicos y simplificaciones diversas, hace un recorrido por los peligros que nos acechan cuando caemos en reduccionismos varios o nos dejamos arrastrar por concepciones simplistas que pueden llevarnos a fundamentalismo peligrosamente contagiosos.
La lectura que hace de nuestra sociedad, como él mismo declara, no es lo que se dice optimista. La complejidad del tema es grande, nos dejamos arrastrar con excesiva facilidad por los afectos y hacer uso de la autonomía, la libertad personal y una mirada crítica no es precisamente lo que solemos hacer cuando las pasiones se excitan.
El libro, que ya estaba redactado cuando aconteció el atentado contra Charlie Hebdo el pasado enero, a pesar de su mirada pesimista sobre la sociedad actual, tiene un prólogo emocionado y emotivo que se redactó con posterioridad y que es el elemento más optimista (¿esperanzado?) del texto, porque apela a lo mejor de nosotros, de todos nosotros. Una invitación, otra más, al ejercicio de la racionalidad.
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