Esta entrada es una invitación a la lectura de las dos grandes novelas de Roberto Bolaño.
Pocas veces la literatura actual, en mi opinión, ha alcanzado tal maestría, densidad y profundidad como la que se acumula en este par de novelas. Cuando nos sumergimos en ellas, lo estamos haciendo en una narración grande y violenta -es éste, precisamente, uno de los temas principales de ambas-, autobiográfica hasta donde una novela puede y quiere serlo, pura creación hasta donde un relato es capaz de levantar un universo pleno, caótico y vasto como la vida misma.
Ambas comparten una profunda reflexión sobre la vida, la literatura y la violencia. En ellas se hace realidad la afirmación de la página 983: La lectura es placer y alegría de estar vivo o tristeza de estar vivo y sobre todo es conocimiento y preguntas (2666). Ya sabemos que el secreto de la vida no está en los libros (Los detectives salvajes, pag. 519), pero es lo más próximo que tenemos a él después de la vida misma y, cuando leemos a Bolaño, no podemos dejar de pensar que estamos un poco más cerca de dicho secreto.
Para aquellos que gustáis de saber algunos de los hilos secretos, las referencias y las alusiones que se entretejen en ellas, os recomiendo estas páginas llenas de pistas para viajar con más seguridad por el océano creativo del autor:
- La de Ángeles Donoso, en Bifurcaciones, sobre 2666.
- La de Los detectives salvajes, en Wikipedia.
Hay muchas más y otras muchas que irán apareciendo, porque, estoy seguro, el interés sobre la obra de Bolaño seguirá creciendo. Pero tampoco es cuestión de cansar y, además, el placer se encuentra en leer lo que el chileno ha escrito, no lo que han escrito otros sobre él.
Feliz lectura.
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