martes, 13 de febrero de 2018

HISTORIA SOCIAL DE LA LITERATURA Y EL ARTE

Desde hace algunas semanas ando consultando con asiduidad mi vieja Historia social de la literatura y el arte. Me alegra saber que todavía se sigue publicando, porque es una excelente obra. No sé cuántas ediciones lleva ya. La mía es la duodécima (1974). Ahora se edita en dos volúmenes. La portada, como es lógico, ha cambiado. 

Cuando me hice con ella era un estudiante más inclinado a la filosofía que al arte, sin un duro en el bolsillo y el dinero que me costó salió de unos apuntes que me comprometí a recoger y redactar para un grupo de compañeros —ellos aprovechaban aquel tiempo para dormir un poco más—. Afortunadamente, sirvieron para que todos aprobáramos.

Entonces ignoraba la filiación filosófica de Hauser, si era o no seguidor del pensamiento de Lukács o todas esas composiciones que rodean a un autor —suelen llamarse prejuicios— y que en muchas ocasiones provocan que nos acerquemos o nos alejemos de él . Lo único que sabía era que una profesora a la que admiraba había hablado muy bien de la obra el curso anterior.

Recuerdo la fascinación con que la leí. Cada capítulo era como descubrir un mundo nuevo. Hoy, que sigo siendo igual de ignorante aunque esté un poco más documentado, ha desaparecido el deslumbramiento de lo nuevo, pero no la admiración por el saber bien expuesto, por la capacidad de explicar en tres tomitos de bolsillo tanto conocimiento.

Hay obras que trascienden su propio credo filosófico y esta es una de ellas. Independientemente de la escuela a la que podamos adscribirla, esta obra es una de las grandes obras de síntesis de la historia de la cultura. Es tal la erudición del autor, y la capacidad para relacionar datos y conocimientos es de tal magnitud, que se ha convertido por derecho propio en un auténtico clásico.

En el preámbulo se citan unas frases de Thomas Mann dirigidas al editor de EEUU que comparto totalmente: A pesar de la necesidad de reducirse que le imponía la tremenda extensión del tema, más de una vez logra panoramas capitales en las descripciones de varios fenómenos con toda su complejidad y su contradicción. Su brillante estudio sobre Shakespeare y su retrato de Tolstoi, por ejemplo, están entre las mejores páginas que yo haya leído nunca sobre la compleja naturaleza del hombre de genio.

Mann destaca los capítulos dedicados a La segunda derrota de la caballería y La novela social en Inglaterra y Rusia, que sin duda son fantásticos. Sin discutir al maestro, a mí me parecen más deslumbrantes los dos últimos capítulos, los dedicados al impresionismo y al cine. 

Sé que no estoy cumpliendo con ninguna de las funciones que Auden atribuía a la buena crítica y que me dejo llevar por una profunda corriente de simpatía que me une a esta obra, pero permitidme dejar estas palabras aquí como un homenaje a un libro que me encantó cuando era joven y al que hoy sigo teniendo un cariño muy especial.

lunes, 12 de febrero de 2018

JUANA DE IBARBOUROU, Y 3

Mistral, Storni, Ibarbourou. 1938.
Dando por sentado que lo primero que debemos leer es su obra y que esta está recogida en las Obras completas (Aguilar, 1953), en esta entrada quiero llamar la atención sobre un par de documentos que me parecen muy interesantes para conocer a la escritora uruguaya. El primero es su Autobiografía lírica, una conferencia de 1956 en la que deja claramente su impronta y donde podemos percibir cómo era la persona y la poeta a la que el mito convirtió en Juana de Ibarbourou. El segundo es una entrevista de Antonio Mercader para la revista Siete Días Ilustrados. Fue realizada en 1974. Está recogida en varios sitios de internet. La traigo aquí desde la página EnlacesUruguayos.com. Es un poco larga, pero merece la pena.

Es la única sobreviviente del legendario terceto de poetisas que integró con la chilena Gabriela Mistral y la argentina Alfonsina Storni. Es también el mayor mito viviente de Uruguay. Bautizada Juana Fernández Morales, firmó sus poesías como Juana de Ibarbourou. En 1929 fue consagrada Juana de América y glorificada por los grandes escritores de la época. Tiene 82 años, una quincena de libros publicados y alrededor de 500 mil ejemplares vendidos. Medio siglo atrás, fue el best-seller del romanticismo rioplatense con sus versos "de un audaz erotismo"; hoy, niños orientales, argentinos y de otros países latinoamericanos la leen —a veces con resignación— en los textos escolares. Vive en una vieja casona de la Avenida 8 de octubre, a cinco minutos del centro de Montevideo. Sale poco y no recibe siquiera a sus más fieles amigos. En ese mundo hermético, que comparte casi exclusivamente con su hijo Julio César, pasa sus días leyendo y escribiendo. Hace mucho sobrelleva el peso de ser un monstruo sagrado, un jirón de la historia de la literatura. Tras un exterior rimbombante, tras el mito Juana de Ibarbourou, se esconde una mujer alegre, sencilla, tierna y generosa. Sobre el final de su vida, ésa sigue siendo su imagen íntima, verdadera, que pocos conocen, y que Siete Días pudo revelar a través de una entrevista obtenida por su corresponsal en Montevideo. En una charla que duró una hora y media, Juana de Ibarbourou habló como nunca sobre sí misma y sobre su obra, recordó a sus antiguos amigos (Pablo Neruda, Juan Ramón Jiménez, Jorge Luis Borges, Gabriela Mistral, Alfonsina Storni y otros), explicó las causas de su enclaustramiento y evocó su esplendoroso pasado. Demostró además que conserva una envidiable lucidez mental, disminuida apenas por cierta flaqueza en memorizar nombres o fechas. Lo que sigue es la entrevista a Juana de Ibarbourou, la primera que se difunde en varías décadas en una publicación argentina.

"La señora lo va a recibir", anuncia una ceremoniosa criada mientras abre la pesada puerta de roble. Sobre el parquet del vestíbulo dos plebeyas palanganas de plástico recogen las gotas de agua que se filtran desde el techo. Afuera llueve, y en esta casona con goteras, entre la penumbra, se distinguen un aparador estilo colonial y un par de alfombras precariamente enrolladas contra la pared para evitar que se mojen. Crujen los peldaños de la escalera y el ruido hace ladrar a un perro, encadenado en algún rincón lejano de la casa. En la planta alta, hay una estantería con libros y tres puertas: la de la izquierda está abierta. Desde allí parte una voz de agudas inflexiones: "Hágalo pasar, pase, pase".


Es un cuarto mal iluminado, cuadrado, de cuatro por cuatro, donde se alinean una cama doble, una cómoda, un aparato de televisión y varios anaqueles de libros. Junto a la ventana-balcón que asoma a la avenida 8 de Octubre, arrellanada en un viejo sillón, está Juana de Ibarbourou. Sonríe, hace un cortés ademán de incorporarse pero permanece sentada mientras estrecha la mano del visitante. Luce bien peinada, el cutis blanquísimo ligeramente empolvado, un toque de color en los labios. No parece sorprendida ni intimidada por la inminente requisitoria periodística. Expectante, mira a su interlocutor con sus ojos negros que conservan el brillo de otros tiempos.


—¿Por qué es tan difícil verla?
—No es tan difícil. Lo que sucede es que estuve un poco enferma últimamente, y entonces los que me cuidan, mi médico, mi hijo Julito, piensan que puedo fatigarme si atiendo personalmente a todos los que quieren verme o quieren hablarme por teléfono. Ahora estoy bien de salud, tengo este problema (se toca el ojo izquierdo; sobre la frente, de ese lado, lleva una gasa sujeta por dos tiras de cinta adhesiva), pero me voy acostumbrando.


—¿Qué le pasó en el ojo?
—Tuve un accidente. El año pasado pisé una baldosa rota, ésa que está ahí (señala un agujero en el embaldosado), tropecé y caí. Me di un gran golpe en el ojo izquierdo por el que ya no veo, y me quedó esta herida en la frente que no termina de curarse y eso que voy seguido al médico.


—¿Usted sale muy frecuentemente de esta casa?

—Voy a un médico oculista por el centro. Además, salgo con Julito en el auto y nos vamos a la rambla o al parque Rodó. Nos bajamos a caminar.


—Sin embargo, sus mejores amigos dicen que no pueden verla porque usted no sale nunca y no quiere recibirlos.
—¿Quiénes son mis mejores amigos? Los amigos de verdad, los fieles, siempre entraron a esta casa. Los que dicen esas cosas no son amigos y cuentan mentiras: que me tienen secuestrada, que me maltratan, que me encierran y no sé cuantas cosas horribles. No hay que hacerles caso.


El enclaustramiento de Juana es un hecho cierto. La más reciente generación de uruguayos nunca la vio en público. Quienes antes la visitaban diariamente afirman que en los últimos dos años su aislamiento se agravó. "El teléfono y el timbre suenan en su casa sin que nadie responda", dicen. Hubo denuncias al respecto; a tal punto que, a fines del año pasado, varios policías allanaron su casa y pudieron comprobar que la poetisa estaba allí y sin peligro a la vista. Entonces se supo que las versiones alarmistas carecían de fundamento. Pero el hermetismo en torno a Juana siguió y los rumores crecieron otra vez. El mes pasado, el vespertino montevideano El Diario logró entrevistarla. Fueron sus primeras declaraciones en muchos tiempo. "Juana de Ibarbourou no estaba secuestrada", tituló el vespertino. Desde entonces, las olas se apaciguaron. Pero su aislamiento sigue y todo indica que seguirá. Algunos señalan que Juana fue siempre introvertida y tímida, y que en su vejez ha reasumido su verdadera personalidad. "Mis últimos años me pertenecen", dijo alguna vez. Según esta interpretación su voluntario retiro es una forma de eludir los compromisos y las molestias que acarrea la fama. Es, también, un modo de disfrutar su propia intimidad.

LOS LABERINTOS DE LA MEMORIA


—¿Está escribiendo actualmente?
—Siempre escribo algo. Trabajo todos los días, sin horarios, me pongo a escribir cuando quiero y siento que debo hacerlo. Estoy escribiendo otro libro, tengo más de treinta poesías terminadas. No me pregunte el nombre del libro porque no lo sé; siempre fui mala para elegir nombres.


—Qué técnica usa para escribir?
—Los poetas no se hacen, nacen. Es una verdad. Escribo espontáneamente, sin preparativos artificiales, cuando siento una idea, una palabra, un paisaje, como una obsesión aquí, en la cabeza. No entiendo a los poetas que piensan que para escribir versos hay que encender velas o escuchar música. Lo mío es sencillo, natural, y así debe ser porque la poesía no se fabrica, no se provoca; se siente o no.


—Hoy se lee poca poesía, ¿cuál es la razón?

—Se lee poca poesía y lo comprendo. No vivimos en un mundo de poetas. Este es un mundo loco, loco, que no da tiempo a leer ni a serenarse. Pero siempre habrá poetas maravillosos y se volverá más a la poesía. Estoy segura.


—¿Qué está leyendo en este momento?
—Leo mucho. Leer me hace más llevadera la vida. En este momento estoy leyendo Papillon y me gusta porque es entretenido y humano.


—¿Qué otras distracciones tiene? Veo una televisión en su cuarto.

—Miro poca televisión, me hace mal a la vista.


—¿Qué opina de la televisión como medio de comunicación?
—Me hace admirar la técnica y la inventiva humana. Lástima que la televisión se use poco para difundir la cultura, para enseñar a la gente. Podrían hacerse cosas importantes pero no se hacen. Me gusta más el cine, aunque hace mucho que no voy.


—¿Recuerda a algún actor o actriz en especial?

—Mis predilectos le van a parecer un poco antiguos. Me gusta Chaplin, porque era admirable que hiciera reír a la gente en épocas donde costaba mucho reírse. También Greta Garbo. Y María Félix por su belleza, y porque me recordaba a una amiga que tuve en mi infancia, allá en Melo.


Melo, capital del departamento de Cerro Largo, frontera con Brasil. Ciudad donde nació, de padre gallego y madre uruguaya, el 8 de marzo de 1892, Juana Fernández Morales. Por sus escritos y confidencias se sabe que su infancia no fue del todo feliz, que su padre solía recitar en voz alta a Espronceda y Rosalía de Castro, que dos hermanos de su madre eran poetas y que uno de ellos murió en un duelo batiéndose por una mujer. Se sabe también que Aparicio Saravia, el guerrero blanco que acaudilló dos revoluciones, fue su padrino de bautismo. Con tales antecedentes, Juanita o Juaneca, como la llamaban, fue creciendo en su Melo pueblerino, "ciudad de casas bajas, naranjos y aroma de pitangas". No muy lejos de Melo, en 1904, el padrino de Juana, "el último caudillo a caballo del Río de la Plata", se levantó contra el gobierno de José Batlle y Ordóñez.


—¿Cómo era Aparicio Saravia?
—Mi padrino, cómo lo recuerdo. Nunca olvidaré una tarde cuando el negro Camundá tocó el clarín y apareció padrino, el general Aparicio Saravia, el General como le decíamos con todo respeto en casa. Venía por la calle 25 de Mayo, con la cabeza levantada, sobre un tordillo. Medio caballo atrás venía su gente, la flor y nata de le juventud montevideana. Estaban los Ponce de León y... era impresionante. Todo Melo los miraba desde las ventanas. Era padrino que iba a hacer la última revolución. A él lo adorábamos, en casa había retratos suyos porque mi padre era blanco, nacionalista, como todos en mi familia. Había peleado con el General en otras guerras. Por todo eso siempre fui blanca, blanca como hueso de bagual.


—¿En aquella época ya escribía?
—A los doce o trece años ya hacía mis primeros versos. Algunos se publicaron después en el diario de Melo con un seudónimo feísimo: Jeannete d'lbar.


—Se casó muy joven, ¿no es así?
—Sí, muy joven. De mi marido (el capitán Lucas Ibarbourou) tomé mi nombre poético. Ibarbourou, mi suegro, era vasco francés. Después nació Julito (repentinamente pregunta la hora; son las cinco de la tarde y eso la alarma). Las cinco de la tarde y todavía no vino a comer. Lástima que Julito no esté, me gustaría que lo conociera.


—Después usted se vino a Montevideo.
—Nos vinimos todos. De Melo tengo los recuerdos más tiernos, hace años que no voy por allá. Pero para mí la ciudad, la gran ciudad, fue Montevideo. Aquí me trataron maravillosamente. Era una ciudad chiquita la que conocí entonces, y no la gran ciudad que es ahora. Ha cambiado tanto Montevideo. Alguna vez escribí que prefería Montevideo a París, Madrid o Nueva York, y que si Dios me diera la oportunidad y me preguntara dónde quiero volver a vivir, yo le diría simplemente a Montevideo, Señor, ¡y gracias!


—¿En esa etapa ya escribía sus Lenguas de diamante?
—Ya tenía algunos versos escritos pero aquí pude terminar el libro y aquí, en Montevideo, encontré gente que me animó a publicarlos. Lenguas de diamante, fue el primer libro y el que me dio más satisfacciones.


Lo prologó y publicó, en 1919, el escritor argentino Manuel Gálvez, en la editorial Buenos Aires, de la capital argentina. "Es un acontecimiento en la literatura americana", auguró Gálvez. Y lo fue. Su nombre se hizo famoso en el Río de la Plata y aún más lejos. Desde España, el gran Miguel de Unamuno le dio su bendición ("jamás ha hablado en español, que yo sepa, así la pasión desnuda y ardiente; aquí una mujer no haría versos así a su novio; si los hacía, los rompería sin publicarlos"). El peruano José Santos Chocano y el mexicano Alfonso Reyes la elogiaron. No había cumplido treinta años y estaba consagrada. En los románticos twenties, los uruguayos sabían de memoria aquellos versos femeninos, audaces para la época (Tómame ahora que aún es temprano / y que llevo dalias nuevas en la mano. / Tómame ahora que aún es sombría / esta taciturna cabellera mía. / Ahora, que tengo la carne olorosa. / Y los ojos limpios y la piel de rosa .../).


—Eran versos un poco atrevidos por venir de una mujer.
—¿Sí? Eran sinceros y apasionados, como son las cosas que se hacen en la juventud. Pero no fui la primera mujer que escribía poesías. Estaba Delmira.


—¿La uruguaya Delmira Agustini?
—Delmira, sí, escribía con una gran pasión. Era una época con mujeres que sabían escribir con talento.


—¿Recuerda aquel acto en la Universidad de Montevideo, en 1938, donde se juntaron usted, Gabriela Mistral y Alfonsina Storni?
—Gabriela ... Era fuerte, recia, hablaba muy castizo, muy español. Le gustaba contar historias de embrujos y de fantasmas que asustaban un poco. Estuvo en casa y nos sacamos fotos juntas. Era una mujer inteligente, pobre Gabriela que fue tan infeliz en su vida, pobrecita.


—¿Y Alfonsina Storni?
—No hubo entre nosotras esa amistad tan espontánea que se dio con Gabriela. No por mi culpa ni por culpa de ella. Éramos distintas, no .. pero yo la admiré siempre. La recuerdo con su cara muy roja y esa altivez que tenía. A Gabriela y Alfonsina las quise y las quiero mucho. Que me vincularan a ellas, que el público nos viera como formando una cosa común, fue uno de los mayores homenajes que recibí en mi vida. Era una forma de unirnos a los uruguayos, los chilenos y los argentinos.


—Usted sabe que los cuentos de Chico Carlo están incorporados a textos de gramática escolar no sólo en Uruguay sino también en Argentina. Lo mismo pasa con sus poesías y con sus libros que son, muchas veces, de lectura recomendada para niños y jóvenes. ¿Qué siente ante un público tan especial?

—Me gusta, adoro a los niños, me alegro tanto cuando los traen de visita. Aquí han venido muchos niños, vienen con las maestras, a veces desde Argentina. Sé que me conocen en Argentina, es un homenaje y un honor. Los argentinos siempre fueron buenos conmigo, tengo muy buenos amigos allá.


—¿Jorge Luis Borges es uno de ellos?
—Borges, el gran Borges, es un hombre tan profundo.


—Usted contaba una anécdota graciosa con Borges, aquella de los discurso ...
—Sí, los dichosos discursos (se ríe). Le dieron un banquete a Borges, aquí en Montevideo, y yo tenía que hablar en nombre de los escritores uruguayos. Mejor dicho tenía que leerle un discurso, y estaba previsto que él leyera su discurso de respuesta. No tenía muchas ganas de hacerlo. Yo sabía que a Borges le pasaba lo mismo, así que le dije con toda sinceridad: Borges, debo leerle un discurso pero no me siento muy dispuesta a hacerlo en este momento. ¿Sabe qué contestó? Yo tampoco, así que no lo lea, déme su discurso, yo le doy el mío, y después cada uno lo lee en su casa. Intercambiamos los respectivos papeles donde estaban escritos los discursos, y nos quedamos tan tranquilos.


LOS HONORES RECIBIDOS

—¿Cuál fue la alegría más grande de su vida?
—E1 día que recibí el título de Juana de América. Estaban Juan Zorrilla de San Martín, Alfonso Reyes y otros grandes de la literatura. ¡Había tanta gente en el Palacio Legislativo! ¿Conoce el episodio de los cuatro soldados? Me los pusieron alrededor mío formando una guardia de honor. Tenía un ramo de violetas en la mano y cuando el acto terminó, los soldados de la guardia me pidieron que les diera algunas flores de recuerdo. Años después, un muchacho golpeó en la puerta de mi casa. Era uno de aquellos soldados. Traía las violetas en una caja, como un tesoro; se iba a casar y quería regalárselas a su novia. Para su regalo de bodas necesitaba una tarjetita de mi puño y letra, que acreditara que aquéllas eran mis violetas. Se la di. Qué recuerdo tan tierno me dejó ese episodio. Diez de agosto de 1929, día en que la proclamaron Juana de América. La idea partió del peruano José Santos Chocano. Escritores uruguayos y extranjeros la apoyaron. Querían darle un título simbólico, honorario, para honrarla en toda América. Diez mil personas asistieron al solemne acto, en la sede del parlamento uruguayo. Fue una especie de glorificación en vida, prematura quizá para una joven emotiva y sencilla que nunca había soñado con tamaño homenaje. Visto a la distancia, el fasto puede resultar hoy desprovisto de sentido; pero bien mirado, se insertaba en una época feliz, pródiga con sus ídolos, donde uno de los grandes fenómenos era el ascenso de la mujer a todos los planos de la actividad diaria. Como un signo de ese tiempo, la jovencita de Melo fue coronada Juana de América y el título prendió en la gente porque sus poesías gustaban: eran frescas, liberadas, hablaban de amor y de belleza, en contraste con el modernismo decadente y amanerado que moría de asfixia en los salones.


—Según ciertos críticos, su obra refleja vitalidad e intuición antes que una amplia cultura y una depurada formación intelectual. ¿Lo cree así?
—Al comienzo, tenía una formación elemental. Conocía unos pocos autores y unos pocos libros, pero los conocían bien. Después, el tiempo, los amigos, el contacto con el ambiente intelectual de la ciudad, me fueron dando más conocimientos. De todas maneras, no creo que todo eso que vino después haya cambiado de un modo importante el sentido y el estilo de mis libros.


—¿Cuáles son sus poetas preferidos?
—Los de siempre: los dos Machado, Manuel y Antonio, y el gran Juan Ramón Jiménez. A Juan Ramón tuve la suerte de conocerlo estuvo en esta casa; a los Machado, no.


—¿Cómo era Juan Ramón?

—Un hombre y un poeta superior. Llevaba a su España metida acá adentro, como una espina. Había sufrido mucho con la guerra y con las desgracias de su patria. Cuando lo conocí (en 1948) era un escritor consagrado, festejado en todas partes. En la intimidad era sencillo, adoraba a su esposa Zenobia; era galante, muy caballero español. Recuerdo que le regalé un salerito de plata francesa y él se sintió en la obligación de retribuir el regalo. Después que se fue, un día recibí de su parte un libro y un espejo. El espejo era fino, antiguo y francés. La dedicatoria decía: Para Juana, un libro, un espejo y un beso.


—Pablo Neruda fue otro de sus visitantes.
—Era un simpatiquísimo ladrón. Estuvo en mi casa de la rambla, donde yo tenía una colección de caracoles. El también los coleccionaba y los empezó a mirar y a decir: me llevo éste y éste, y se iba agachando para recogerlos y ponérselos en el bolsillo. Se llevó cuatro o cinco de mis mejores caracoles. Era estupendo. Era un poeta fuerte, expresivo, tenía versos que yo sabía de memoria. Se volvió a casar, creo con una de Urrutia, y murió hace poco. Pobre Pablo. Era como todo gran poeta: un intermediario entre Dios y el hombre.


—¿Usted es católica?
—Sí, y muy devota.


—Se dice que vivimos una época de descreimiento, de escepticismo religioso...
—El hombre logró muchos adelantos, inventó maravillas y llegó a la Luna. Pero no debe creerse igual o superior a Dios. Quien tiene fe, verdadera fe en Dios, no debe perderla sino afirmarla por el avance de la civilización y la cultura. Hay una verdad: Dios nos da y nos quita todo. La religión la ayuda a una a vivir y a esperar... y yo de la vida ya no espero nada, lo espero todo del más allá.


LA JUVENTUD DE LA ANCIANA DAMA

—¿Volvería a vivir su vida tal cual la vivió?
—Sí, no tengo dudas, la viviría igual, salvo algunas malas mujeres que se cruzaron en ella. Los hombres siempre fueron más buenos conmigo que las mujeres.


—De todas las etapas de su vida, ¿cuál le dejó los mejores recuerdos?
—La juventud. Para mí, como para todo ser humano, fue la época más hermosa de la vida.


¡Soy libre, sana, alegre, juvenil y morena ...!, cantaba Juana en sus comienzos. La juventud, justamente, es una constante en su primera producción, es decir, la trilogía compuesta por Lenguas, El cántaro fresco y Raíz salvaje. Juventud y amor (¡que rían los vecinos! Puesto que somos jóvenes / y los dos nos amamos y nos gusta la lluvia ...) son sus temas iniciales y, seguramente, las claves de su vida. Después, en la década del cuarenta, reasomarán en su obra bajo la forma de recuerdos, como ocurre en Chico Carlo, donde sustituye la poesía por una prosa sencilla cargada de añoranzas. Es la Juana madura, cincuentona, convertida ya en un monstruo sagrado, rodeada de leyendas, quien evoca su infancia a través de Chico Carlo, un libro que es algo así como el Platero y yo latinoamericano. Después, en 1949, la muerte de su madre ahondará su soledad y la hará retornar a la poesía a través de Pérdida y Elegía, sus obras máximas de la segunda época. Recibe condecoraciones, premios, invitaciones, la nombran "mujer de las Américas" y viaja a Norteamérica. En la década del cincuenta, cuando la fama y el reconocimiento arrecian sobre ella, cuando la carga del mito se torna insoportable para la mujer que ama los días sencillos y serenos, escribe un cuarteto revelador, símbolo quizá de sus actuales angustias: Digo mil veces que me estoy ahogando, / y sólo veo alrededor sonrisas. / Me estoy ahogando vertical y en medio / de una avenida gris, ruidosa y lisa.


—Usted sabe que hay un mito llamado Juana de Ibarbourou. ¿Le molesta?
—La gente es buena, generosa, y ha imaginado sus cosas sobre mi persona y mi obra. Tal vez yo misma soy la culpable porque llevé siempre una vida retraída, dedicada muchos años a cuidar a mi marido y a mi madre que sufrieron largas enfermedades. Además, está el tiempo y usted sabe que el tiempo siempre deforma las cosas.


—En este enclaustramiento en que vive, ¿no se siente un poco abandonada u olvidada?
—No, no estoy abandonada ni olvidada. Mis verdaderos amigos son muy fieles. Lo que siento, a veces, son los problemas económicos. Con lo que cobro de derecho de autor y la pensión de mi marido no es suficiente para vivir. A fines del año pasado el gobierno me dio un millón de pesos que dividí con mi hijo, y con eso pude hacer regalitos a mis mejores amigas. Pero esas cosas no puedo hacerlas todos los días. Hace tiempo que vengo pensando en hablarle sobre esta situación a la señora del presidente Bordaberry.


—¿La señora del presidente?

—Sí, no sabe qué mujer más gentil, más amable. El día de mi cumpleaños me mandó un precioso ramo de flores. Cuánto se lo agradezco. Pensar que yo no tuve con ella ninguna atención, ni siquiera cuando nació su último hijo. ¡Qué vergüenza! Debo escribirle una carta para agradecerle sus flores.


—Sorprende que tenga problemas económicos. Hace años el gobierno le donó esta casa, ¿no es así? Además, usted debe cobrar derechos de autor con frecuencia, pues sus libros se reeditan en forma permanente.
—Sí, tengo esta casa y estoy muy agradecida. Pero los derechos de autor que recibo no son muy importantes. ¡Está todo tan caro!


—Si tuviera que elegir uno entre todos sus libros, ¿cuál elegiría?

Chico Carlo, es casi autobiográfico. Son los recuerdos de mi infancia y pienso que de alguna manera son los recuerdos de la infancia de todos. No me gustaría que se fuera sin darle un ejemplar de Chico Carlo.


Ayudada por la criada (que lleva ya cinco minutos haciendo señas al visitante de que debe retirarse), Juana se levanta y da algunos pasos por la habitación. De estatura mediana, regordeta pero de buen porte a sus 82 años, hurga en el anaquel abarrotado de libros. No encuentra el que busca, pero vuelve a su sillón con un ejemplar de Juan Soldado, una reciente recopilación de sus cuentos. Con un bolígrafo garabatea la dedicatoria en sus primeras páginas. La entrevista ha terminado. Poetisa y periodista se despiden con un apretón de manos. Entonces, desde la puerta del cuarto, el visitante se gira para mirarla por última vez; Juana sonríe, agita su mano en señal de despedida y con voz queda, dice: "Vuelva, vuelva otro día".

Antonio Mercader 

***

PS: La colección para la tertulia ya está colocada.

domingo, 11 de febrero de 2018

DESDE CHILLIDA SE VE OTEIZA

Monumento a Fleming. Chillida. 
Esta pequeña escultura —no llega al  metro de altura— de Chillida se encuentra en el Paseo Miraconcha desde principio de los años 90. Según parece, ha paseado bastante por la ciudad: jardines del Hospital del Tórax, monte Urgull, Ategorrieta. 

La había visto muchas veces, pero nunca me había fijado en que mirando hacia el otro lado de la bahía desde la plataforma en la que se encuentra, lo que se ve encajado en el hueco superior de la figura de granito es la Construcción vacía, de Oteiza

Si no hubiera sido por que el reencuentro entre los dos grandes escultores vascos se produjo en el 97, habría pensado que el Ayuntamiento donostiarra decidió esta última ubicación como celebración del abrazo. ¿O las colocó así con la intención de provocarlo?

Bromas aparte, lo cierto es que ambos tienen muchos elementos en común, que su trabajo en torno a la representación del vacío es muy similar, que la reflexión que ambos realizaron sobre la metafísica del hueco y su representación tiene los mismos elementos y características, que participan de la misma expresión de la belleza, de ese decir silente que excede cuanto podemos imaginar, pero que gracias a él contemplamos la plenitud.

Desde Chillida, es cierto, podemos ver a Oteiza; lo mismo que desde Oteiza podemos contemplar a Chillida, sin temor a equivocarnos ni desviarnos.

sábado, 10 de febrero de 2018

FERNANDO PESSOA EN EL REINA SOFÍA

Retrato de Fernando Pessoa José de Almada Negreiros, Museu Calouste Gulbenkian

Me entero hace un momento de la exposición que el Reina Sofía inauguró el pasado miércoles día 7 y que permanecerá abierta hasta el 7 de mayo. Corro a dar noticia de ella.
Fernando Pessoa no es el nombre de uno de los grandes autores del siglo XX, es toda una literatura. Sus múltiples heterónimos —¿cuántos son?— se encargaron de redactarla y todavía estamos esperando que alguien se atreva a poner orden en los miles de originales y salga toda ella a la luz. 

La exposición lleva el nombre de Pessoa. Todo arte es una forma de literatura, cita de Álvaro de Campos, uno de los heterónimos del genial poeta portugués. En ella se pueden ver trabajos de artistas de las vanguardias portuguesas que recorrieron algunos de los estilos creados por sus inventados autores, como el paulismo, el interseccionismo o el sensacionismo.

En ella podemos ver obras de José de Almada Negreiros, Amadeo de Souza-Cardoso, Eduardo Viana o Sarah Afonso, entre otros, relacionadas con las principales corrientes estéticas portuguesas desde comienzos del siglo XX hasta 1935. Pero la muestra no se queda en el análisis de esa relación siempre fértil y jugosa de la literatura de Pessoa y el arte, también pone atención a la relación de Pessoa con el cine y del cine con él.


Nada soy, nada puedo, nada sigo.
Traigo, por ilusión, mi ser conmigo.
No comprendo comprender ni sé
si he de ser, siendo nada, lo que seré.

Fuera de esto, que es nada, bajo el azul
del amplio cielo un 
viento vano del sur 
me despierta y estremece en el verdor.
Tener razón, tener victoria, tener amor,

se marchita en el mástil muerto de la ilusión.
Soñar es nada y no saber es vano.
Duerme en la sombra, incierto corazón.

          Fernando Pessoa. Júcar. Madrid, 1983. Traducción de José Luis García Martín.

¡FELIZ MÁQUINA DE ESCRIBIR, DIGO CARNAVAL!

Aprovechando que estamos metidos de lleno en días de carnaval, aquí va un par de interpretaciones para no perder el buen humor ni el buen oído. 

Leroy Anderson (1908-1975) compuso esta simpática pieza para la película Lío en los grandes almacenes (1963). En ella aparecía Jerry Lewis interpretando el papel de una buena persona que era inútil para cualquier trabajo. Una rica heredera se había enamorado de él y la madre de esta hará que el chico pase por diferentes ocupaciones con la intención de demostrar a su hija que el hombre de su elección no vale para nada y es mejor que no siga con él. 

Así se desenvolvía Jerry Lewis en la oficina donde no tenía nada que hacer:



Medio siglo después, Voces para la pazbajo la dirección de Miguel Roaponían en escena esta otra interpretación, un poquito más formal, pero tan divertida como la anterior —estupendo el solista Alfredo Anaya—.


¡Feliz fin de semana carnavalero!

viernes, 9 de febrero de 2018

JUANA DE IBARBOUROU, 2

Obras completas. Juana de Ibarbourou. Aguilar
Durante mucho tiempo Aguilar fue la editorial de referencia para quien quisiera acceder a la obra de cualquier poeta. Estudio crítico, notas, textos revisados por especialistas y una encuadernación estupenda. Tenía una pega: valía realmente lo que ofrecía y en los años 40, 50 y 60 muy poca gente podía permitirse el lujo de adquirir algún ejemplar. Hoy el lujo, en cambio, es poder encontrar algún título en librerías de viejo o que los presten las bibliotecas. 

Y es que leer en la actualidad a Juana de Ibarbourou en este lado del Atlántico tiene sus dificultades. Si no os conformáis con el ejemplar de Cátedra —que tiene un magnífico y esclarecedor estudio crítico a cargo de Jorge Rodríguez Padrón, pero que puede resultar insuficiente—, lo mejor es acudir a una biblioteca que posea la edición de las obras completas —no siempre prestable— y disfrutar de ella. Viene todo esto a cuento porque hay una preciosa anécdota que solamente está recogida en la edición de las Obras completas

El homenaje en que quedó proclamada como "Juana de América" el 10 de agosto de 1929 fue de tal magnitud que a la salida estaba escoltada por ¡cuatro coraceros! Ella salía con un hermoso ramo de violetas y uno de los coraceros se atrevió a preguntar si estaría dispuesta a compartirlo. Juana hizo cuatro ramos del suyo y se los ofreció generosa. Mucho tiempo después, uno de aquellos coraceros se presentó en su casa con otra solicitud. Iba a casarse y el regalo de boda que quería hacer a su novia era el ramo de violetas secas que el buen hombre había conservado durante ese tiempo en un cofrecito de cristal. Lo que el antiguo escolta venía a pedirle eran unos versos de su puño y letra para que las violetas de antaño quedaran autentificadas. La escritora más famosa de toda Latinoamérica en aquel momento se los ofreció.

***

El vídeo ofrece una visión rápida y contenida de la autora, además de un texto escenificado que nos sitúa a la poeta en sus últimos años.




Y un poema de Raíz salvaje:


COMO LA PRIMAVERA



Como un ala negra tendí mis cabellos
         Sobre tus rodillas.
Cerrando los ojos su olor aspiraste
         Diciéndome luego:
—¿Duermes sobre piedras cubiertas de musgos?
¿Con ramas de sauces te atas las trenzas?
¿Tu almohada es de trébol? ¿Las tienes tan negras
porque acaso en ellas exprimiste un zumo
retinto y espeso de moras silvestres?
¡Qué fresca y extraña fragancia te envuelve!
Hueles a arroyuelos, a tierra y a selvas.
¿Qué perfume usas? Y riendo le dije:
         —¡Ninguno, ninguno!
   Te amo y soy joven, huelo a primavera.
Este olor que sientes es de carne firme,
de mejillas claras y de sangre nueva.
¡Te quiero y soy joven, por eso es que tengo
las mismas fragancias de la primavera!

jueves, 8 de febrero de 2018

EDU ZELAIETA

Edu Zelaieta ha publicado cuatro poemarios y ha creado, a raíz del segundo de sus títulos, un grupo de música que lleva el mismo nombre, Mugaldekoak —Edu Zelaieta, Beñardo Goietxe, Raúl García—.



A ese segundo poemario pertenece este poema:


KARTOGRAFOA NAUFRAGIOAN

                        botilak, mapak eta botilak


Eta ez dira mugak ixten,

ez dira txertoak asmatzen,

edo asmatuta ere ez dira banatzen.

Ez dira ostatuak zarratzen

mozkorrak gehiago ezin edan duenean.



Pandemia ikaragarria zabaltzen zait

mezurik ez duten ametsezko kartetan.



Ur gaziaren ispiluan

koarentena iduri dut.



Nola marraztu ikusten ez ditudan uharteak?

Nola trazatu nire baitan aurkitzen ez ditudan marrak?



Bakarti doaz neure paterak

gogo gabe, idorretik.



***


EL CARTÓGRAFO EN EL NAUFRAGIO

                                  botellas, mapas y botellas


Y no se desarman las fronteras,
no se inventan vacunas,
o inventadas no las distribuyen.
Y no cierran los bares
cuando el borracho ya no puede más.

Una pandemia atroz recorre mi cuerpo
al soñar con cartas carentes de mensajes.


En el espejo del agua salada
me parezco a la cuarentena.

¿Cómo se delinean las islas que no veo?
¿Cómo se trazan las líneas que no se hallan en mi?

Solitarias van mis pateras
cruzando el árido secano.


                  Traducción: Jordi Serra y Edu Zelaieta

***

Y aquí un tema de su último disco:


miércoles, 7 de febrero de 2018

HOY COMIENZA EL CICLO "ENCADENADOS" EN LA BNE

Bajo el título de Encadenados la BNE inaugura hoy, a las 19:00 horas, un ciclo de encuentros entre parejas de escritores para debatir sobre literatura. El ciclo se abre con Felipe Benítez Reyes y Luis Landero. El encuentro se celebrará en el Salón de actos de la biblioteca, en sesión abierta al público hasta completar aforo.

En estos encuentros el autor que lo inicia, en este caso Benítez Reyes, es quien propone la persona invitada, Luis Landero, así como los temas sobre los que reflexionar. Para la semana siguiente será Landero quien proponga a la persona invitada, Marta Sanz, el camino sobre el que desarrollar el diálogo.

Para quienes no puedan asistir a la charla, la biblioteca retransmite en directo desde su web todos los encuentros. Aquí tenéis el enlace que os permite oírlo y presenciarlo. 

JUANA DE IBARBOUROU, 1

Adentrarse en el territorio Ibarbourou es complicado en estos tiempos de suspicacia, corrección política y reivindicaciones múltiples y variadas. Y lo es porque Juana de Ibarbourou (1892-1979) se ha convertido en un símbolo, y ya sabemos que a los símbolos se le adhieren muchos significados que en su origen nada tienen que ver con el objeto o guardan una relación lejana con él. El caso es que una vez adquirido, el objeto se convierte en símbolo y trasciende su propio ser. Coincidencias varias han provocado que la escritora se convierta en un mito al que es difícil dejar de ver como tal, a no ser que nos abstraigamos del ruido exterior y nos dediquemos a leer su obra tranquila y sosegadamente.  

Para empezar, en 1929 fue proclamada como "Juana de América" en el Palacio Legislativo de Uruguay, lo que significaba algo así como una proclamación de mejor poeta de América hecha desde la institución estatal. Cuando murió, fue enterrada con honores de Estado y se estableció un día de duelo nacional. Para continuar, tuvo una vida privada que no se correspondía con la vida pública: un marido maltratador que ella sufrió en silencio. Además, nació un 8 de marzo, lo que dio pie a que el año pasado el 125 aniversario de su nacimiento se convirtiera en la imagen en América Latina de la huelga de mujeres convocada en todo el mundo. Y todo esto, para terminar, sin tener en cuenta la polémica por la parodia de Zíngaros y el follón con el autor de Al encuentro de las tres Marías. 

Es, por tanto, necesario leer la obra de Ibarbourou al margen de los accidentes extraliterarios. Se ha escrito, y comparto esa opinión, que Las lenguas de diamante equivalen al nacimiento a la vida, Raíz salvaje (1922) a la apasionada juventud, La rosa de los vientos (1930) a la madurez y Perdida (1950) a la vejez. De todos ellos, también en mi opinión, los más frescos y espontáneos, en los que logra los más brillantes hallazgos, son los dos primeros. Pero cada cual tiene sus gustos.


RAÍZ SALVAJE

Me ha quedado clavada en los ojos
la visión de ese carro de trigo
que cruzó rechinante y pesado
sembrando de espigas el recto camino.

¡No pretendas ahora que ría!
¡Tú no sabes en qué hondos recuerdos
            estoy abstraída!

Desde el fondo del alma me sube
un sabor de pitanga a los labios.
Tiene aún mi epidermis morena
no sé que fragancias de trigo emparvado.

¡Ay, quisiera llevarte conmigo
a dormir una noche en el campo
y en tus brazos pasar hasta el día
bajo el techo alocado de un árbol!

Soy la misma muchacha salvaje
que hace años trajiste a tu lado.

martes, 6 de febrero de 2018

EL LIBRO DE LA BELLEZA.

Dice Muñoz Molina en el espléndido prólogo a este hermoso libro que la belleza
es un prodigio cotidiano y un lujo de primera necesidad, casi siempre un proceso de transformación y tanteo, casi nunca una obra cumplida y cerrada, porque la belleza es una parte de la vida, y lo inamovible es la pesadez y la muerte. Quienes gustamos de los libros sabemos que la belleza en el ámbito editorial puede adquirir múltiples formas y yo diría que en este habita de forma cómoda y natural, como "prodigio cotidiano" que es.

Hay muchos libros muy bellos. Los que nos ofrecen imágenes maravillosas, los que tienen una encuadernación de carnosa materialidad, los que combinan texto e imagen de manera deslumbrante, los que nos sorprenden con una organización espacio-temporal novedosa y enigmática, los dedicados al arte y embellecidos artísticamente. Hay realmente muchos libros extraordinariamente bellos.

El libro de la belleza no destaca especialmente por su encuadernación, que es muy buena; no destaca por sus imágenes, que tienen calidad; no destaca por la elección del papel, que está muy por encima de la media. No es un libro de lujo. Lo que le convierte en un libro hermoso es su contenido.

María Elena Ramos, que lleva toda su vida profesional dándole vueltas al arte, ha conseguido un hermosísimo libro sobre la belleza buceando entre los textos más antiguos y entre los más modernos para ofrecernos en una estupenda secuencia de citas con lo mejor y más significativo de cada uno de ellos. Aquí podemos leer textos que provienen tanto de Oriente como de Occidente, de la antigua Grecia y de la actualidad, y de todos los ámbitos de la creación. Y todos esos textos cosidos con los hábiles y eficaces pespuntes textuales de la propia compiladora.

Un libro para regalar y para que nos lo regalen. Un libro para disfrutar a pequeños sorbos. Un libro para ir descubriendo —y debatiendo— qué queremos decir cuando hablamos de belleza.

Podéis ver las primeras 25 páginas en este enlace.


lunes, 5 de febrero de 2018

JUAN MARI LEKUONA

J. M. Lekuona, Oyarzun 1927-San Sebastián, 2005.

Obra poética: 


AURIA

Zakurrek nondik helduko: hona
gizakume zaunkatuen oihaneko habea.
Ur haserrekorrak golko gaztean.
Gogorrena juez basoko haztura.

Pizti kerantzez moldaturik zetozen
oldartzeko hatzamarrak, erasotzeko hortzak,
otso jokatzeko borroka grinak.

Eta hurkoengan antzaturik —leinuko
erubean bizilagun— gizotsoa, gizazeria,
giza-ora, emakume oreina. Bortxazko
harlosa sorbaldan. Eta irudipenean
ele zaharretako pertsonaien zoantropia

Otsoen auriak —ilargipean uluka—
letagin hertsien turuta ziren,
harkaitz frontaletako oihartzun. Zakur
salbaiek irentsi zuten haurtzaroa
eta itzali hilobiko gar bizia.
Lanturu baizik ez ziren ibarrondoak.

***

AULLIDO

Desde qué flanco hará presa la jauría: he aquí
la suerte que espera en el bosque al hombre perseguido.
Aguas tumultuosas se deslizan por jóvenes pechos.
Sea juez el más fuerte, es la usanza de la selva.

En feroces formas vinieron forjadas
para el combate las garras, para el ataque las fauces,
el instinto de pelea para actuar como el lobo.

Y personificados en sus semejantes —cohabitando
en el solar de la tribu— el hombre lobo, el hombre zorro,
el hombre perro, la mujer cierva. La losa pétrea
de la violencia sobre el hombre. Y en la imaginación,
la zooantropía de los personajes de leyenda.

Los aullidos de los lobos —ululando bajo el claro de luna—
eran trompeta de colmillos apretados,
ecos del frontis de las peñas. Perros
salvajes devoraron la infancia
y apagaron la llama viva de los sepulcros.
Eran los valles puro lamento.

                         Mimodramak eta ikonoak.  Traducción Inazio Mujika Iraola.

SHEPPEY (HABLA LA MUERTE)

Había un mercader en Bagdad que envió a su sirviente al mercado a comprar provisiones; al poco tiempo el criado regresó, pálido y tembloroso, y dijo: Amo,  estaba yo ahora mismo en el mercado cuando me ha empujado una mujer que había entre el gentío y cuando me he dado la vuelta, he visto que era la Muerte la que me empujaba. La Muerte me ha mirado y me ha hecho un gesto amenazador. Présteme usted su caballo, por favor, y me marcharé cabalgando de esta ciudad para eludir su destino. Iré a Samarra y allí la Muerte no me encontrará. El mercader le prestó su caballo, y el sirviente montó en él, clavó las espuelas en los flancos y se marchó tan rápido como el caballo podía galopar. Luego el mercader bajó al mercado y me vio de pie entre la multitud y vino a mí y me dijo: ¿Por qué le has hecho un gesto amenazador a mi sirviente cuando lo has visto esta mañana? No ha sido un gesto amenazador, le dije, simplemente ha sido un gesto de sorpresa. Me ha sorprendido mucho verlo en Bagdad, porque tenía una cita con él esta noche en Samarra.

Sheppey —que yo sepa no está traducida al castellano— es la última obra de teatro escrita por Somerset Maugham. En ella se nos cuenta la historia de un peluquero al que le toca la lotería y cómo este hecho puede cambiar su vida y la de quienes se encuentran a su alrededor. La ambición levanta rápidamente las alas y planea sobre familiares y allegados. Pero este sería simplemente un tema secundario, porque lo que está planteando el autor es la inevitabilidad del destino y ahí es donde aparece la Muerte como personaje y le da esa respuesta al protagonista cuando este se lamenta ante ella diciéndole: Ojalá hubiera bajado a la isla de Sheppey cuando el médico me lo aconsejó. No hubieras pensado en buscarme allí.

El cuentecito como tal es verdaderamente impecable y por eso ha tenido sus copistas, aunque nunca lo citen —el prurito de originalidad es un escozor difícil de curar—. Seduce por la sorpresa y sorprende en su eficacia narrativa por la tremenda economía de medios: palabras justas y elementos indispensables para conseguir la absoluta contundencia del mensaje. Pero lo que a mí más me admira es la permanencia de ese mensaje. Intentaré explicarme.

El destino es el futuro inevitable y previamente fijado, aquello que está señalado y se va a cumplir. Es decir, hay una creencia en algo superior y este algo superior es quien se encarga de que lo escrito se cumpla. Ya sean las Moiras griegas, la predeterminación de Lutero o Calvino, o la regularidad causal del reloj de Newton, el destino es el que es y no podemos evitarlo. Consecuencia: la libertad no existe.

Allá cada cual con sus creencias y opiniones. A mí, desde luego, se me hace difícil creer en algún geniecillo, ser majestuoso y omnipotente o mecanismo físico que determine y me obligue a escribir lo que ahora estoy escribiendo. Pero esa puede ser mi dificultad de torpe agnóstico. Lo que no entiendo de ningún modo es qué sentido tiene la moral si no somos responsables de nuestras acciones

La próxima vez que alguien cometa un delito, tal vez los jueces deberían condenar a alguna de las Moiras; al fin y al cabo solamente son tres y pronto se acabarían con los desmanes.

domingo, 4 de febrero de 2018

DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER Y LA NIÑA EN LA CIENCIA

Kathrin Höppner, Química Atmosférica en la Antártida, 2012. Foto OMM
El próximo domingo, 11 de febrero, es el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Para celebrarlo, la plataforma 11 de febrero ha preparado, coordinado o aglutinado una infinidad de actividades de las que podéis encontrar cumplida noticia en la página web que está enlazada con la fecha. Son actividades de muy diverso tipo —charlas, talleres, programas de radio, exposiciones, juegos, mesas redondas...— y algunas de ellas ya se están llevando a cabo en multitud de ciudades. 

Para que la búsqueda de la actividad sea más rápida, han preparado este panel que ayuda y simplifica la tarea:
  • Búsqueda de actividades por comunidades autónomas:
Andalucía, Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Cantabria, Cataluña, Castilla-La Mancha, Castilla León, Comunidad de Madrid, Comunidad Valenciana, Galicia, Navarra, Pais Vasco, Región de Murcia.
  • WEB y medios
Del 1 al 15 de febrero. IFT responde: Edición Especial. Youtube. Madrid.
Del 1 al 11 de febrero. RetoNaukas11F. Concurso. #RetoNaukas11F
Del 5 al 11 de febrero. Campaña de visibilización de mujeres científicas. Redes sociales. Mallorca.
Jueves de febrero. Onduladas. Programa de radio. Web iVoox
7 de febrero de 8 a 24h. Charla con una Astrónoma. Chat en directo con astrónomas, SEA.
8 de febrero a las 19h. Jóvenes ingenieras hablan. Mesa redonda-Skype.
9 de febrero a las 12h. Innovactoras.
9 de febrero a las 12h. Las científicas tienen algo que decir. RadioOlavide. Sevilla
Soycientific, Instagram.
11 de febrero. De 00:00 a 2:00. Programa de Radio “De lo más natural”, RNE.
11 de febrero. Twitter. II Concurso IBBTEC “Mujeres y Niñas en la Ciencia”
13 de febrero. Naciendo Ciencia. Iniciativas en apoyo a la mujer STEAM. Estudios de radio Espinosa Merindades. Burgos.
14 de febrero a las 12h Why STEM for Girls is so important. Madrid.
16 de febrero de 9:00 a 12:15. La SENC va al Cole también para Hablar de Mujeres y Ciencia. Taller. Biblioteca/CRAI – Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.
Del 22 de enero al 12 de febrero a las 13h. Científicas olvidadas por la historia. Radio Elche. Programa de radio y podcast.

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Y hablando de actividades, ¿cómo lleváis el reto NAUKAS?, ¿habéis descubierto ya algún personaje?  

sábado, 3 de febrero de 2018

MANUAL PARA MUJERES DE LA LIMPIEZA

Editorial
MACADÁN

Fresco parece caviar, suena como los cristales triturados, como si alguien masticara hielo.
A mí me gustaba masticar hielo cuando se terminaba la limonada, meciéndome con mi abuela en el balancín del porche. Desde allí mirábamos a la reata de presos que pavimentaban Upson Street. Un capataz vertía el macadán; los convictos lo apisonaban, con un compás pesado y rítmico. Las cadenas y los grilletes entrechocaban; el macadán caía como un rumor de aplausos.

Las tres decíamos la palabra a menudo. Mi madre porque odiaba vivir allí, en la miseria, y al menos ahora tendríamos una calle asfaltada. Mi abuela solo quería que la casa estuviera limpia: así no había tanto polvo. Polvo rojo de Texas que se colaba con la escoria negruzca de la fundición, formando dunas en el suelo encerado del pasillo, sobre la mesa de caoba.


A mí me gustaba decir “macadán” en voz alta, a solas, porque sonaba como el nombre de un amigo.

Este es, con mucho, el cuento más breve de cuantos contiene este Manual para mujeres de la limpieza agudo, ingenioso, directo y nada sensiblero —Berlin ni nos evita el lado duro de la vida ni trata de endulzarlo—. 

Como otros muchos casos, el de Lucia Berlin es el de una autora que transita por la vida sin ser demasiado reconocida —en el 91 le dieron el American Book Award— y que después de muerta alcanza un gran éxito. Los misterios del reconocimiento son francamente insondables.

Las historias que aquí se nos ofrecen tienen todas varias características comunes, pero hay una que creo que señala muy bien el estilo de la autora: están contadas desde la zona más fronteriza de la sociedad y te dejan un sabor acre y duro en la garganta. 

Desde luego, es todo un acierto que la narradora recurra en la mayoría de los casos a la primera persona. Eso dota a la historia de mayor proximidad y da la impresión de que nos la cuenta directamente a nosotros, amigos noctámbulos que vamos escuchando una tras otra según va transcurriendo la noche y agotándose el alcohol.

Si hubiera que expresar con una frase el ambiente general, yo recurriría a una como esta: no hay nada más real que el dolor. Dolores es una de las protagonistas y empleos como los de enferma y mujer de la limpieza están presentes. No es que sean más dolorosos que otros, pero están muy cerca de las miserias humanas.  

Emociones duras, ambientes marginales, situaciones azarosas, lenguaje sin adornos, frases cortas, a veces palabras sueltas. Todo contribuye a la eficacia del mensaje. En fin, seguramente un libro no apto para todas las sensibilidades, pero tan real como la cotidiana y jodida vida de millones de seres humanos.