lunes, 5 de marzo de 2018

HANNAH ARENDT Y WYSTAN AUDEN

Hannah Arendt es una pensadora fundamental para interpretar el siglo XX. Tal vez su obra más importante, o al menos la más citada, sea Los orígenes del totalitarismo. Como buena intelectual que era mostró interés por temas muy variados. Este Más allá de la filosofía nos da buena muestra de sus múltiples intereses. En él, y esto es lo que hoy me interesa, hay un capítulo dedicado a Wystan Auden, a quien conoció en Nueva York y del que he dejado muchos rastros en este blog. La exposición de Arendt sobre el poeta es tan breve como interesante, pero lo que quiero resaltar es una pequeña anécdota que ella misma nos cuenta y que sirve para ilustrar su categoría humana. 

Cuenta la pensadora que cuando se conocieron ninguno de los dos era precisamente joven y que eso determinó la ausencia de intimidad cómplice que tienen las amistades fraguadas en la juventud. Ella misma dice: Es más, él mantenía una reserva que ahuyentaba cualquier tipo de familiaridad, pese a que yo nunca tratase tampoco de alcanzarla. El caso es que Auden a medida que cumplía años iba cayendo en un deterioro cada vez mayor. En algún momento del final acudió a la pensadora en busca de ayuda. Así nos lo cuenta ella a través de una carta dirigida a Mary McCarthy un día después de la muerte del poeta.

No puedo dejar de pensar en Wystan, naturalmente, en su vida mísera, y en que me negué a hacerme cargo de él cuando vino a pedirme amparo. Homero decía que los dioses hilan la ruina de los hombres para que exista el canto y el recuerdo (...) Bueno, él fue a la vez cantor y fábula. Pero Dios sabe que el precio es alto y nadie en su sano juicio, a sabiendas, quiere pagarlo.

Ambos supieron del dolor y atravesaron los años más duros de una Europa profundamente dolorida. Ambos nos ofrecieron lo mejor de su inteligencia y su sensibilidad. Ambos tuvieron que arrostrar su profunda humanidad.

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