jueves, 6 de junio de 2019

COMPRO ORO, Harkaitz Cano

Editorial
Ando de cabeza con mis libros en un sitio y yo en otro distinto, y aunque las bibliotecas palían en buena media mi esquizofrenia topológica, no puedo evitar el momento de tonta alegría cuando me reencuentro con alguno de ellos. Es el caso de este Compro oro, que se incorporó a mi biblioteca hace ocho años y que he vuelto a leer gracias a que un asunto doméstico me ha llevado hasta él. 


ABRIGOS

Me dan miedo los abrigos colgados.

Desaparecen uno a uno,
mientras los invitados abandonan la casa.

Pero siempre queda un abrigo olvidado,
con unas llaves que nadie sabe
lo que pueden llegar a abrir.

Los bolsillos, vueltos del revés,
sollozan o me sacan la lengua.

Hoy trazo mapas y rutas dentro de mi casa
para no enfrentarme al recuento de los percheros.

Fríos son el día y las llaves olvidadas.


Supongo que soy de las pocas personas a quienes les gusta más el Cano poeta que el Cano narrador. Y del poeta me gusta mucho esa forma de plantarse ante el mundo como si el mundo fuera un ser extraño y lleno de amenazas; me gusta la capacidad para sugerir ambientes, situaciones y momentos que parecen hacer añicos la sosegada cotidianidad y sumergirnos por un momento en el otro lado de lo real. 


Como dice en otro poema, el que lleva por título "Poemas deprimentes", soy feliz pero no me sale. Y es que si la poesía nació tal vez como grito de dolor ante los problemas que la vida nos pone delante, Harkaitz Cano nos ofrece la mirada de quien es capaz de ver —o de sentir— desde ese lado por el que no transitamos habitualmente los días.

El poemario está agotado, pero seguro que no tenéis ninguna dificultad para encontrarlo en alguna biblioteca.

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