viernes, 21 de junio de 2019

CHILLIDA Y LAS PREGUNTAS

Chillida Leku: Buscando la luz desde Homenaje a Balenciaga.
El discurso que pronunció Chillida el 20 de marzo de 1994 para tomar posesión del nombramiento como académico en la de Bellas Artes es poco más que una sucesión de preguntas. Algunas de ellas, familiares; otras, aparentemente ingenuas; las más, intensas y abisales. De la correspondiente respuesta se hizo cargo su buen amigo J. A. Fernández Ordóñez




Pocas cosas tienen mayor fuerza que una pregunta sin respuesta. En sí mismo, todo el conocimiento nace del intento por responder alguna o varias preguntas. Que lo consiga es otra cosa. Y cuando digo todo el conocimiento, entiéndase bien, me refiero a todo: al que toma aspecto científico y al que se esconde entre las imágenes y las metáforas del arte. 

Lo curioso de este fenómeno es que por muchas preguntas que nos hagamos y por muchos intentos que realicemos para contestarlas, cuando las preguntas tienen las dosis convenientes de intensidad y penetración, sabemos que las respuestas siempre nos van a ser esquivas. Lo sabía Chillida, lo sabía su amigo J. A. Fernández Ordóñez y posiblemente lo sepa toda persona que se formule cualquiera de esas preguntas.

Tal vez por eso, el mejor intento de respuesta a alguna de las preguntas que el artista se formulaba se encuentre entre sus esculturas. Aunque él mismo tenía sus dudas y, por eso, nos dejó estos brevísimos versos, cuajados de perplejidad más que certidumbre, en aquel brillante discurso:

Los ojos para mirar
los ojos para reír
los ojos para llorar
¿Valdrán también para ver?

Y en la página siguiente:

No vi el viento
vi moverse las nubes.
No vi el tiempo
vi caerse las hoja.

Y cerraba el discurso:



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