No temas a los dioses,
No te preocupes por la muerte;
Lo que es bueno es fácil de conseguir, (la negrita es mía)
"El espacio puede tener un horizonte y el tiempo un final, pero la aventura del aprendizaje es interminable". Timothy Ferris. La aventura del Universo.
Sophora japonica |
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Los pétalos caídos se hacen solidarios con el agua que corre. |
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Olentzero dibujado en el cielo con drones sobre la bahía de la Concha |
Luces navideñas sobre el Urumea. |
Recuerdo que durante los años 60 y 70 del pasado siglo, es decir, cuando yo era un niño o un joven que vivía en casa de mis padres, el período navideño comenzaba el fin de semana en que cayera la festividad de la Inmaculada. Mis padres eran católicos practicantes y en esa fecha colocábamos un pequeño belén en la entrada y mi madre ponía un bandeja de dulces típicos de la época de postre. Quienes tenían televisión decían que, también durante ese fin de semana, comenzaban los anuncios de colonias y de cavas.
Desde entonces los rituales que anuncian el inicio de la entrada en el período navideño han cambiado sustancialmente y se han hecho mucho más llamativos y ostentosos. Como cualquier elemento es susceptible de convertirse en una atracción turística, esto es, en una posibilidad de generar dinero, algunas ciudades han transformado el adorno navideño en un distintivo propio para atraer gente. De hecho, existen rutas turísticas creadas para visitar luces, mercadillos o lo que sea.
Y ese lo que sea es el que más aprecio y me llama la atención por su singularidad, aunque debo reconocer que la primera vez que lo vi me causó cierto desasosiego. Estoy hablando del barrio de Loiola, San Sebastian.
En la actualidad, el sofisticado comienzo de la temporada navideña viene marcado por el encendido de las luces, una puesta en escena en la que intervienen autoridades municipales, gente del espectáculo y todo un aparato tecnológico deslumbrante al que se convoca a toda la población, ya sea autóctona o foránea. Y las ciudades compiten por ver cuál de ellas lo hace de manera más llamativa, y atrae a más gente ávida de luz y de sorpresa que llevarse a sus móviles.
En Loiola, en cambio, la navidad la anuncian los peluches. Bueno, los peluches y los no peluches. Toda clase de muñecos se echa a la calle. Se encaraman a barandillas, rejas, ramas, setos y altillos de todo tipo dispuestos a sorprender y a poner un toque de color laico-infantil-curioso-atrevido, algo así como ser-en-sí-que-no-es, y a mí, que no celebro ningún tipo de ritual navideño, ni agnóstico ni creyente, ni pagano ni cristiano, cada vez me gustan más por su descaro, su originalidad y su coste cero, pues es el vecindario quien aporta cuanto muñeco ya no cumple la función de juego infantil en las casas.
En Loiola, más o menos desde la plaza de Atarieder hasta Latsari plazatxo, son los muñecos los que deciden cuándo empieza la navidad.
4-12-2024, 18:06. |
4-12-2024, 18:09 |
La luna siempre es un regalo, más si se encuentra acompañada; en este caso, por Venus.
Así se veían en el cielo durante los primeros momento del anochecer, cuando todavía quedan restos de luz y la noche se muestra perezosa.
Tirando de zoom, el objetivo se centra en la luminosidad de la luna y el cielo del entorno lunar se oscurece... y se comienza a apreciar la luz cenital (reflejo de la que nuestro planeta), y podemos intuir el resto que permanece a oscuras.
El regalo del día viene acompañado por este otro que encontré hace algún tiempo en Mi primer libro de lectura, de la Biblioteca Nacional de Maestros de Argentina, compilado por Manuel Guzmán Maturana. Es un libro de comienzos del siglo XX (la primera edición data de 1905) con los que se enseñaba a leer inspirando amor por la lectura.
En él, en la página 66 (70 del pdf), me encontré este poemita infantil de Gabriela Mistral que hace una excelente compañía a la creciente luna de ayer.
Para ello, escogieron las imágenes más representativas de la ciudad balnearia y cosmopolita, contribuyendo a fijar la imagen icónica de la Donostia de la primera mitad del siglo XX. Sin desdeñar el poder divulgativo de las postales en su momento, es importante resaltar su valor como documento que ilustra en detalle una época y facilita su comprensión.
Las fotografías se han ordenado con un criterio espacial que nos permite realizar un recorrido visual a modo de paseo por la ciudad, empezando en la Ciudad Vieja y su entorno, para continuar por el ensanche Cortázar y los jardines de Alderdi Eder. Se dedica un amplio apartado al marco de la bahía y las playas de la Concha y Ondarreta, con sus paseos. A continuación, se muestra el barrio de Gros, la plaza de toros del Chofre y el desarrollo del ensanche Kursaal. Por último, nos adentramos en el ensanche meridional, al sur de la Avenida, para proseguir aguas arriba del Urumea hacia Amara Nuevo y Loiola. La ruta expositiva también nos lleva a los parques de atracciones de Ulia, Martutene e Igeldo, para terminar siendo testigos de los espectaculares carnavales de comienzos del siglo XX y dirigir la vista hacia los tipos y costumbres tradicionales del país en las llamadas “escenas vascas”.
Gracias a estas imágenes, es posible contemplar no sólo la transformación de la ciudad y su entorno, sino también la evolución de los modos de vida en una mirada a lo largo del tiempo.