Así comenzaba a levantarse la luna anoche sobre el horizonte donostiarra, toda ella encanto, silencio y penetrante intensidad.
Quienes caminábamos por el puerto solamente prestábamos atención a ese cuerpo desvestido e ingenuo que poco a poco iba ganando altura y belleza. Quien más quien menos sacaba el móvil y disparaba. Yo era el raro. Un tipo con una cámara de fotos sobre un trípode. Ya no son tiempos de cámara, sino de instantánea y red social. Una familia francesa estuvo detrás de mí mirando qué era lo que yo recogía en la pantalla trasera de la cámara. La hija pequeña (5 o 6 años) me dijo al irse: Gabon, monsieur. Me pareció una hermosa forma de agradecer en plurilingüe expresión. La madre sonrió. Otra joven de rasgos orientales me pidió que le mandara alguna fotografía. Esta mañana temprano le he enviado algunas de las que aquí aparecen.
Cosas de la modernidad... y de la luna.
Aunque parezca torcida, no es la foto, sino la veleta del ayuntamiento la que está inclinada.
Que la luna y el verano os sean favorables.
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