sábado, 22 de junio de 2019

BERTA ISLA

Cualquier observador no demasiado atento puede deducir por el aspecto que ofrece la cubierta que este ejemplar ha sido muy utilizado, y teniendo en cuenta que la publicación no tiene ni dos años llegará a la conclusión de que ha sido muy leído. De hecho, estoy convencido de que la mejor manera de hacernos con una idea bastante clara de cuáles son los libros que más se leen es acudir a las estadísticas de préstamo de las bibliotecas de una ciudad. Hay mucha más fiabilidad en que haya sido leído un libro prestado por una biblioteca que uno comprado en una librería. 

Sí, Berta Isla es un libro exitoso del que se pueden señalar grandes virtudes, acreditadas por los numerosos premios que ha recibido y las buenas críticas. De las muchas cosas que me han gustado quiero señalar tres: su bien trabado argumento, su juego metaliterario y su análisis del ser humano. 

Hay que reconocer que una historia bien construida es lo que determina el éxito de una novela y esta lo está hasta cuando usa la reflexión sobre el narrador omnisciente a manera de ejemplo para aleccionar a uno de los personajes en los usos y costumbres de los servicios secretos y sus caprichosos abusos de la información. Gracias a ese buen ensamblaje, el resultado es envolvente, inquietante y la lectura se hace necesaria, es decir, pide seguir adelante.

Más atractivo se me hace a mí el juego de citas y la conducción, en muchos casos, del propio argumento a través de otros textos. Que Marías es un gran conocedor de la literatura anglosajona no es ningún secreto, pero las páginas que dedica al Enrique V de Shakespeare —que he leído al mismo tiempo— y el uso casi a la manera de estribillo de algunos versos de T. S. Elliot son tan brillantes y eficaces en el desenvolvimiento de la novela y la construcción de algunos diálogos, que resulta verdaderamente apasionante. Y eso por no mencionar otras alusiones como las referidas a La mujer de Martin Guerre, a El coronel Chabert y hasta a su propio Tu rostro mañana. Pero explicar con detenimiento todo este juego metaliterario exigiría una monografía.

Por último, pero más importante, es todo ese poso de "reconocimiento" que impregna la novela. Como él mismo dice en una entrevista (cambio la persona gramatical de la frase), a menudo tenemos una fuerte sensación de verdad precisamente porque reconocemos lo que se dice en la novela. La literatura, cuando lo es, nos ayuda de manera fuertemente empática en nuestro aprendizaje vital, quizás el más necesario, y nos va dejando reflexiones en torno a lo que somos y al mundo en que vivimos. De este poso, muchas veces imperceptible, pero muy rico, nos alimentamos diariamente.

Una de las características del hombre es que nunca renuncia a nada que haya probado, si lo ha probado con impunidad o con éxito, tanto da. Lo que se hace una vez se hace más veces, en lo individual y en lo colectivo. Lo que se inventa se pone en práctica, antes o después, aunque no haga falta; simplemente porque es factible y se ha inventado. Lo que se puede hacer se hace (p 274. Terrible, pero exacto).

Cuando uno vive en el vacío, necesita llenarlo de cualquier manera, aunque sea recurriendo al pasado difuso e insignificante (p 390-1).

No quiero cansaros, pero si tenéis paciencia, no la leáis como una novela de espías, leedla como un poema lírico sobre el conocimiento/desconocimiento en la pareja, como un apunte sobre los límites del ser humano, como una advertencia sobre la confianza mutua, como un análisis de introspección acerca de nuestra propia fragilidad, como un recorrido por el sendero de la desesperación. Y tened paciencia tanto con Berta como con su marido Tomás (o Tom o Thomas).

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