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miércoles, 9 de julio de 2025

UN LIBRO, UN POEMA (Ana Isabel Conejo))

#unlibrounpoema
Editorial



Ana Isabel Conejo ha escrito numerosos títulos de narrativa infantil y juvenil mientras cultiva la poesía, género en el que ha conseguido varios premios, como el Premio Hiperión en 2005 
este Atlas, que podemos leer como un recorrido afectivo-histórico-geográfico por la superficie del planeta al mismo tiempo que realizamos una lectura por el ser más personal y existencial de nuestro transcurrir por la vida. Todo ello en una prosa poética viva y eficaz.


 
GUERRA Y PAZ

Otoño de abedules temblando en las colinas, de flexibles cinturas inclinadas sobre el amplio repecho de una ventana; bellos rostros alegres mirando los reflejos de los charcos, y en la tierra mojada, un esplendor de ruinas, madrigueras inútiles abiertas al viento y a la lluvia mientras el corazón, un zorro rojo, huye por el campo abierto, perseguido del ímpetu de perros y caballos… y en la boca una risa de muselina blanca, y la noche batida por las alas de un pájaro que ya araña la nieve. Porque es tiempo de fuego, de troikas que se lanzan pendiente abajo, locos de aroma a cuero y a manzanas y a juventud a punto de perderse; mientras, lejos, la guerra deja costuras de humo sobre el mapa de sus viejas fronteras, deja muertos vestidos de colores muy vivos, hombres de ojos risueños con miembros amputados… No volveremos nunca a ser los mismos. Y lo que rehuíamos, lo que temimos tanto, no era el dolor, no era ni siquiera la muerte, sino esta insoportable tristeza de sabernos peores de los que nos creíamos… Esta nueva conciencia que dulcifica el rostro; donde la juventud deja sitio a la vida…


***


MASHKAN-SHAPIR

Mesopotamia es sólo un arañazo de oro en la superficie del desierto, un nombre griego, llaga de agua y palmeras entre el polvo y la sed,

pero ese nombre esconde multitud de Venecias muertas entre las dunas.

Sabemos de una de ellas: Mashkan-Shapir. Tres puertas. Los canales hundían su esqueleto de lluvia en los blandos aluviones del Tigris. Había un templo al dios de la muerte y otro al sol. Extraño culto doble a la ardiente evidencia del ser y su reverso.

Quién sabe si en sus casas se oirían los pájaros. O qué reptiles casi transparentes dormitaban inmóviles al calor de sus muros, qué insectos atraídos por la oscura promesa de la sangre se agazapaban en sus lechos, cuántas veces se echaron a perder en las cestas los frutos corrompidos por el verde polvoriento del moho,

Quién iba por las tardes al jardín de palmeras junto al muro del norte, o qué palabras sonarían más dulces en sus labios, cómo se sonreía un poco el pescador más joven al clavar sus arpones en el cuerpo de plata de los peces fluviales, qué refrán repetían las abuelas acerca de la sed

Nunca los muertos estuvieron tan muertos

tan a merced del viento

tan perdidos…


***


miércoles, 2 de julio de 2025

UN LIBRO, UN POEMA (Agustín García Calvo)

Editorial
#unlibrounpoema 


Tengo cariño a este libro porque me acompaña desde hace muchísimos años y, sobre todo, porque con él descubrí otra forma de pensar la literatura y mi propio estar en el mundo. 

No es posible dejar aquí ningún poema del Sermón del ser y no ser ya que es un largo poema-reflexión de 2016 hexámetros. Lo que sí puedo hacer es copiar los dos sonetos teológicos que Agustín García Calvo (1926-2012) puso a manera de prólogo delante del Sermón y los últimos versos del poema para que ellos sirvan de invitación a la lectura.

I


Enorgullécete de tu fracaso,
que sugiere lo limpio de la empresa:
luz que medra en la noche, más espesa
hace la sombra, y más durable acaso.

No quiso Dios que dieras ese paso,
y ya del solo intento bien le pesa;
que tropezaras y cayeras, ésa
es justicia de Dios: no le hagas caso.

¿Por lo que triunfo y lo que logro, ciego,
me nombras y me amas?: yo me niego,
y en ese espejo no me reconozco.

Yo soy el acto de quebrar la esencia:
yo soy el que no soy. Yo no conozco
más modo de virtud que la impotencia.





y II


Pero no cejes; porque no se sabe
cuándo pierde el amor, dónde la tierra
volteando camina, ni qué encierra
mensaje del que nadie tiene clave.

Pues el Libro Mayor (y eso es lo grave)
del Debe y el Haber nunca se cierra,
y acaso acierte el que con tino yerra;
ni es nada el mundo hasta que el mundo acabe.

Si te dicen que Dios es infinito,
di que entonces no es; y si finito,
que lo demuestre pués y que concluya.

Pero no hay Dios ni hay Ley que a contradanza
no se pueda bailar. Tu muerte es tuya.
Tu no saber es toda tu esperanza.



Final:

...Y ni siquiera temas demasiado, 
si llegare el caso, que te metan en el potro 
de los dientes de antimonio y por entre las planchas 
dolorosas de la imprenta: al fin y al cabo, tanto 
no hay de qué penar por ser el que uno es: pues nada 
es definitivo, sino borrador: tú mismo, 
cuando también doctrina te hayas vuelto y carga 
positiva, habrás de ver que no habrá de faltarte 
quien a tu vez te niegue y te deshaga y deje 
en libertad y olvido todas tus palabras. 
Bendito aquel que venga con la mano en alto 
y borre las cenizas de la muerte, un día 
que la red de oro de par en par se abre al aire 
y se pierden los murciélagos por el hondo cielo.


***


viernes, 20 de junio de 2025

THOMAS HARDY

Escribe Pujals en su Historia de la literatura inglesa:

El pesimismo como actitud vital y como posición filosófica informa la novela y la poesía de Thomas Hardy (1840-1928). Su filosofía es sencilla, y su teología proclama una especie de providencia de signo negativo. Para él, el hombre, en vez de sentirse vinculado a Dios y oír su voz orientadora en el camino de la vida, se ve acosado constantemente por la fatalidad, que lo somete a sus caprichos. Por tanto, jamás parece libre: el tiempo y el espacio le oprimen atrozmente; sobre todo, existen por encima de él fuerzas misteriosas que controlan su vida de un modo absoluto. El hombre es un muñeco cuyos hilos mueven hados hostiles o indiferentes; como en la tragedia antigua, la fatalidad reina por completo en las obras de Hardy, novelas, cuentos o poemas. 


Este es un texto de carácter explicativo, es decir, el autor, un historiador de la literatura, quiere situarnos rápidamente y de manera objetiva ante lo que considera que es el pensamiento y el sustrato esencial del autor.

En cuanto a las traducciones, estas son las tres que yo conozco. De ellas, la más nueva es la de Alba (2023) y, por lo tanto, la más fácil de encontrar. Existe otra en Comares, pero yo no he tenido acceso a ella. 
Los tres poemas que reproduzco aquí los he cogido de la traducción que realizó Francisco M. López Serrano para la editorial Pre-Textos.


EL GAMO ANTE LA CASA SOLITARIA

Afuera, en las tinieblas, alguien mira
a través del cristal de la ventana
desde la blanca sábana aterida.
Afuera, en las tinieblas alguien mira
cómo, en vela, aguardamos la mañana
junto a la lumbre de la chimenea.

No alcanzamos a ver esos dos ojos
que nos contemplan desde la intemperie
y reproducen los destellos rojos
del fuego. No advertimos esos ojos,
ojos maravillados, rutilantes,
y sus pasos furtivos, vacilantes.




DESPUÉS


Cuando el Presente cierre sus puertas tras mi paso
y, cual recién hilada seda, las tiernas rosas
de mayo acune el viento, ¿dirá el vecino acaso:
«Era de los que suelen apreciar estas cosas»? 

Si es al ocaso y cruza sobre el denso follaje,
como en un parpadeo, un halcón por la umbría
y se posa en la zarza que retorció el oraje,
pensará quien lo vea: «También él lo vería». 

Si fuera en noche cálida y de falensas clara
cuando el erizo corre furtivo por el prado,
tal vez alguien dijera: «Por que nadie dañara
a estas pobres criaturas veló, y poco ha logrado».

Si al oír que he partido, junto al umbral se quedan
contemplando los astros en el cielo de invierno,
¿pensarán los que ver mi rostro ya no puedan:
«Fue alguien que meditó sobre el misterio eterno
»?

Y cuando por mí doble la campana del ocaso
y a su repicar se una de la brisa la charla,
cual un nuevo tañido, ¿oirán decir acaso:
«No la puede oír ya, mas solía escucharla»?




EL ACANTILADO DE BEENY


I
Oh, el zafiro y el ópalo de este errante mar de occidente,
y una mujer en lo alto con el cabello al viento cabalga sonriente,
la mujer que amé tanto y que me amó fielmente. 


II
A nuestros pies el rugido continuo y las lejanas olas de la mar
semejaban un cielo inferior, engolfado en su propio palpitar,
mientras reíamos alegres en aquel mes de marzo que no podré olvidar. 


III
Una pequeña nube nos ocultó, y brotó una lluvia irisada,
y se tiñó el Atlántico de una imprecisa y leve pincelada,
luego salió de nuevo el sol y de un tono purpúreo quedó la mar bañada. 


IV
En su profunda y abisal belleza aún el viejo Beeny ocupa bajo el cielo su lugar,
pero ella y yo el próximo mes de marzo no volveremos allí de nuevo a pasear,
ni las dulces palabras que dijimos se volverán a escuchar. 


V
Pues aunque todavía la abisal belleza se alza en aquella agreste ribera de occidente,
la mujer, a la que el pony llevaba a paso de andadura está ahora ausente,
ya no sabe de Beeny ni le importa y no volverá a reír jamás alegremente.

 

Y un homenaje, el que le dedicó su compatriota Gustav Holst (el de Los planetas):



***


miércoles, 18 de junio de 2025

UN LIBRO, UN POEMA (Eva Beriain)



No siempre se tiene la posibilidad de asistir al nacimiento de un nuevo libro y de charlar con la autora. Yo, al menos, casi nunca la tengo, y eso, estar en el momento y al lado del surgimiento del libro, es un motivo de alegría. 

Eva Beriain, formada como poeta en los talleres de creación literaria, ha creado un poemario coherente, bien construido, equilibrado, maduro y muy interesante, donde vemos cómo las voces, los miedos, los pensamientos y los deseos de dos personajes que aparentemente nada tienen que ver el uno con la otra (él - ella)

REY DE LAS SOMBRAS (ÉL)

Soy el rey de los invisibles,
los que viven entre los bordes
de la mirada ajena.

No tengo reino ni corona,
pero en mi delirio
mando sobre los olvidados,
los hijos de nadie,
los que no tienen nombre
ni cara en el espejo.

Me siento en mi trono de cartón
y hablo con las sombras
que se arrastran por el suelo.

Mis dominios son las sombras 
bajo el techo gris del pasadizo.
Soy el rey de las esquinas,
el emperador sin súbditos
que predica a los fantasmas
del tren nunca toma.

Los trajes, las prisas,
todos pasan
como un desfile sin ritmo,
una procesión de ausentes
a los que intento rescatar
de sus propios pensamientos.

vienen a mí, buscando respuestas,
aunque no lo saben, aunque no me ven.
Hoy soy el rey 
de esta esquina podrida,
coronada con las colillas
de cigarrillos ajenos.

Mañana, quién sabe,
seré un poeta,
un santo,
o un perro buscando huesos.




ESQUINAS QUE NO CAMBIAN (ELLA)

Las esquinas de la ciudad 
son siempre las mismas,
solo cambian los nombres
y las caras que las cruzan.

Las baldosas
conocen el peso exacto
de mis pasos.

Los días pesan
en la mochila que cargo,
como si cada uno
fuera una piedra más.

el mismo recorrido,
la misma prisa,
las mismas palabras que me siguen,
la vida, ecos d eun sermón,
que nunca pedí escuchar.


se van poco a poco entretejiendo hasta convertir sus discursos particulares en un dueto que reflexiona sobre la cotidianidad, el tiempo, el ser y el estar de siempre... y termina en un hermoso canto: 

UN PÁJARO (AMBOS)


Un diminuto pájaro
de mirada curiosa
posa en el poema
un ligero anhelo.

El poema cobra vida
y desde el silencio
le susurra al mundo:
todos somos huella.


Esta es la breve y sustanciosa charla que tuve con ella bajo el fondo sinfónico de una partida de tenis de mesa: 



***


miércoles, 11 de junio de 2025

CHUS PATO EN DONOSTIA



La suerte, la buena suerte, interviene de vez en cuando y hace posible que un poema aparezca ilustrado por la voz y la imagen de su autora. Las casualidades que juegan a nuestro favor existen y el lunes, gracias a que Poesía y Pensamiento 2025 trajo a Donosti a la última ganadora del Premio Nacional de Poesía, pude ver y oír en directo los poemas que leyó de su último título publicado. Por cierto, toda su poesía, editada en gallego y castellano, la está recogiendo la editorial Ultramarinos en lo que son, hasta ahora, siete volúmenes, cuatro ya a la venta y otros tres que saldrán próximamente: 

Editorial
Poesía reunida. Volumen I (1991-1995)

Poesía reunida. Volumen II (1996)

Poesía reunida. Volumen III (2000)

Poesía reunida. Volumen VII (Sonora)

Poesía reunida. Volumen IV (2004-2008): Próximamente

Poesía reunida. Volumen V (2009-2013): Próximamente

Poesía reunida. Volumen VI (Un libre favor): Próximamente

Y aquí os dejo la traducción al castellano realizada por Gonzalo Hermo, quien se está encargando de traducir toda su poesía. 

Si lo que preguntas es 
“¿ves fantasmas?” 
la respuesta es “no” 
la respuesta es 
“hago uso de una de las fórmulas éticas del habla, 
de aquella que se corresponde con la figura poética de la vida, 
puedo situarlas, las apariciones, en el árbol y en las riberas 
esto implica que 
mis arterias deben contar con ellos 
todos mis órganos deben contar con ellas 
darles un lugar” 
Si preguntas “¿ves fantasmas?” 
la respuesta es “no” 
la respuesta es “el idioma construye en mí un huerto para los difuntos 
ellos/ellas son la memoria un corazón y el lenguaje 
todos mis órganos les ceden el lugar” 
El cielo 
con todas sus luminarias geómetras 
no es diferente al árbol de la que se te aparece 
Extiende la mano, agarra el norte 
La noche es otra con la tierra 


***

Así como la mariposa 

en su blancura 
sobrevuela la tierra negra 
la finca atada ayer 
y debido a la extensión 
en ese vuelo compromete la vida 
y en el linde de la verdura 
se pierde para los ojos 


así

***


viernes, 6 de junio de 2025

EL MERCADO DE LOS DUENDES, Christina Rossetti

Editorial
 Dentro de lo que se conoce como literatura victoriana se produjo el movimiento prerrafaelista, que no solo tuvo importancia en el ámbito de las artes plásticas, pintura preferentemente, sino también en la literatura. Algunos de sus componentes, de hecho, se movían bien en los dos terrenos, el pictórico y el literario. Es el caso de Dante Gabriel Rossetti, tal vez el representante más popular y destacado del movimiento.

En lo que es el campo de la literatura, la nómina estaría formada por los hermanos Rossetti, —Dante y Christina, hijos de un refugiado político italiano, lo que explica el apellido—, William Morris y Charles Swinburne. De los cuatro, ella será la única dotada de un temperamento auténticamente religiosoEsteban Pujals— que se manifestará claramente en buena parte de su obra, en la que podemos encontrar poemas que tienen por tema principal el amor, otros que giran en torno a la naturaleza y, por supuesto, los que son claramente de inspiración y temática religiosa.

De El mercado de los duendes la crítica académica, la no académica y la enloquecida —disculpadme el exabrupto— ha dicho muchas cosas. Su carácter alegórico, es cierto, puede dar pie a excentricidades varias como interpretaciones, atención, marxistas, feministas, feministas lésbicas, queer, lésbico-incestuosas, imaginistas, eróticas, mercantilistas y hasta vampíricas. La imaginación al poder.

Una parte de la crítica lo catalogó en su momento como infantil. Sobre esto ironizaba con mucho humor Harold Bloom en Poemas y poetas: En cierto sentido, es una poesía para niños, aunque ciertamente han de ser niños de todas las edades extremadamente inteligentes.

Juzgad por vuestra cuenta:


***


miércoles, 4 de junio de 2025

UN LIBRO, UN POEMA (Rafael Alberti)

#unlibrounpoema 
En librerías


Escribía Alberti (enlace con el vídeo del programa A fondo del 3 de julio de 1977) en 1962 a modo de presentación: 

Poemas escénicos, líricos, dramáticos, trágicos, satíricos, burlescos… Para ser protagonizados, sobriamente, sin sombra de declamación, ya por actor o actriz. El suceso —o mínimo argumento— surge de modo natural, sin referencia de lugar, sin acotaciones, sin ninguna otra indicación escénica. Realmente en algunos casos, pueden ser representados estos poemas por dos, tres o más personas, pudiéndose realizar con todos ellos, o parte de ellos —según se desee—, un pequeño programa.

Y anunciaba a reglón seguido:

    A esta primera serie de POEMAS ESCÉNICOS seguirá una segunda, compuesta también de la más grave y divertida temática

No hubo segunda serie; en cambio, sí continuaron apareciendo más y más generales como el del poema.

ESE GENERAL

-Aquí está el general.
¿Qué quiere el general?
-Una espada desea el general.
-Ya no existen espadas, general.

¿Qué quiere el general?
-Un caballo desea el general.
-Ya no existen caballos, general.

¿Qué quiere el general?
-Otra batalla quiere el general.
-Ya no existen batallas, general.

¿Qué quiere el general?
-Una amante desea el general.
-Ya no existen amantes, general.

¿Qué quiere el general?
-Un gran tonel de vino desea el general.
-Ya no hay tonel ni vino, general.

¿Qué quiere el general?
-Un buen trozo de carne desea el general.
-Ya no existen ganados, general.

¿Qué quiere el general?
-Beber agua desea el general.
-Ya no existe más agua general.

¿Qué quiere el general?
-Dormir en una cama desea el general.
-Ya no hay cama ni sueño, general.

¿Qué quiere el general?
-Perderse por la tierra desea el general.
-Ya no existe la tierra, general.

¿Qué quiere el general?
-Morirse como un perro desea el general.
-Ya no existen los perros, general.

¿Qué quiere el general?
¿Qué quiere el general?
Parece que está mudo el general.
Parece que no existe el general.
Parece que se ha muerto el general.
Que ya, ni como un perro, se ha muerto el general,
que el mundo destruido, ya sin el general,
va a empezar nuevamente, sin ese general.


***


miércoles, 28 de mayo de 2025

UN LIBRO, UN POEMA (Vicente Gaos)

Editorial
 #unlibrounpoema


Vicente Gaos (1919-1980) pertenece a esa generación que vivió la guerra civil de joven y que, en general, comenzaron a publicar una vez terminada la contienda, durante los terribles años de la posguerra. Buena parte de ella, por los años que les tocó vivir y durante un tiempo más o menos largo, se encuadra dentro de lo que se dio en llamar poesía desarraigada, que era una poesía que se debatía entre la angustia de la fe a lo Unamuno, la profunda desazón existencial y la percepción de la vida como un asunto doloroso y desgarrado. Victoriano Crémer, Carlos Bousoño, José María Fonollosa, José Luis Hidalgo, Rafael Morales, Leopoldo de LuisGabriel Celaya, José HierroBlas de Otero, Ángela Figuera y Eugenio de Nora practicaron en algún momento de su carrera este tipo de poesía.


NO, CORAZÓN, NO TE HUNDAS...


No, corazón, no te hundas.

Y vosotros, ojos, no queráis cerraros en llanto.

La vida es mucho más larga, mucho más grande de lo que ahora supones,

mucho más magnánima.

¿Te atreverás a decirle que te debe algo?

Eres tú quien se lo debes todo.

Y aún tendrás que deberle muchas cosas hasta que mueras,

y la muerte misma es un deber que tienes hacia la vida.

Agradece al tiempo que, mucho más sabio que tú, no apresure tus horas de dolor ni se demore en tus momentos de dicha,

sino que te los mida con la misma igualdad, con la misma ecuanimidad generosa.

Agradece al sol que siga saliendo puntualmente, ajeno por completo a ponerse al compás febril de tu pulso.

Te quejas. Dices que sufres.
Dices que no puedes más.

Aún volverás a sufrir, y a amar, y a sufrir de nuevo, y a gozar otra vez y otra y otra.

Sólo morirás una vez, eso es lo único que no podrá repetirse,

pero la vida es una continua repetición.

Te ha de dar todavía muchas ocasiones de equivocarte,

y tú has de llegar aún a acertar con el buen momento,

que el mundo te ha de volver a brindar como te lo ha brindado ya tantas veces.

¿Dices que estás solo?

No es mirándote al espejo como encontrarás compañía.

Coge el primer objeto que esté a tu alcance,

un vaso, una flor o simplemente el periódico.

Acarícialos, acarícialos.

Levanta la vista, tiéndela alrededor tuyo.

Sí, es verdad que no puedes ver los ojos que tú amas tanto.

Por hermosos que sean no podrán compararse nunca con las estrellas
(a pesar de los poetas románticos).

Habla, habla, pero no contigo.

Déjate de soliloquios y silogismos y sentimentales monólogos.

Habla con el cartero, con el conductor del tranvía (aunque esté prohibido);

habla con el niño que está jugando en la acera,

vete a beber unas copas con el primer borracho de la esquina.

¿Creías que el mundo termina donde tú acabas?

Tú eres ya no fin, pero ni siquiera comienzo de ninguna cosa.

No eres comienzo ni de ti mismo.

¿Recuerdas a tu madre?

No la compadezcas: ya murió, ya vivió, ya sufrió y gozó todo aquello que le tocó en suerte.

Tú tienes todavía la de vivir, la de seguir vivo.

No tengas ninguna prisa en morirte.

No te esfuerces en buscar lo único que posees seguro.


La antología de poemas viene precedida de un estudio introductorio a cargo de Ricardo Bellveser y de una buena de ilustraciones que inciden en el tema y una fotografía del autor.

***


lunes, 26 de mayo de 2025

HISTORIA DE LOS FILÓSOFOS ILUSTRADA POR LOS TEXTOS

En librerías
Hay libros a los que tengo un cariño especial y las razones de ese cariño pueden ser muy diversas e incluso peculiares. En el caso de esta Historia de los filósofos el cariño es resultado de su utilidad y claridad expositiva. Es un manual muy sencillo de utilizar y está organizado de manera muy didáctica: una escueta biografía, pero significativa; una exposición breve, pero suficiente, de las ideas principales del autor o autora; un retrato, generalmente realizado por alguien que conoce bien vida y obra de la persona en cuestión; una selección de textos realizada con muy buen criterio, textos que inciden verdaderamente en lo fundamental del pensamiento expuesto; y una breve y selecta bibliografía que recoge los principales títulos de los pensadores tratados, junto con los estudios más destacados sobre los mismos. Todo muy compacto, muy funcional y muy bien dispuesto para que la consulta sea eficaz y pueda orientar al mismo tiempo que despertar las ganas de profundizar en el conocimiento y estudio subsiguiente. 

Pongo un ejemplo (pp 456-9):


MICHEL SERRES LA VIDA DE SERRES 

    Nacido en Agen en 1930, Michel Serres es admitido en la Escuela naval en 1949 y comienza una carrera de oficial en la armada en diversos barcos de la Marina nacional (participará en concreto como retirado en la reapertura del canal de Suez). Pero, atormentado por la violencia que ha acompañado a sus años de formación (la guerra de España, la derrota, los campos de concentracion, Hiroshima, las guerras coloniales) dimite de la Escuela naval y, tras una licenciatura en matemáticas, entra en la Escuela normal superior en 1952. Obtiene la agregación de filosofía en 1955 y el doctorado en 1968, con una tesis consagrada a Leibniz (El sistema de Leibniz y sus modelos matemáticos, 1968). Buscando desde entonces superar la separación entre ciencia y filosofía, Serres se embarca en una exploración sistemática y cruzada de todos los dominios del saber, sumergiéndose a veces en los lejanos horizontes de lo imaginario (mitología, literatura, pintura). Colocada bajo el patrocinio del dios griego de los intercambios, de los viajes y de las encrucijadas, la serie de los Hermes (cinco volumenes, 1969-1980) se propone elaborar, en la línea de Bachelard, un «nuevo y novedoso espíritu científico» que sea capaz de comunicar el orden y el desorden, el azar y la necesidad, la razón y la sinrazón. Después de haber enseñado en las universidades de Clermont-Ferrand y de Vincennes (donde tuvo por colega a Michel Foucault), Michel Serres es nombrado profesor de historia de las ciencias en la universidad de París-I; desde 1976 enseña igualmente en la Universidad de Stanford, en Estados Unidos. Elegido el 29 de marzo de 1990 para la Academia francesa, Serres dirige, desde 1983, la edición del «Corpus de las obras de filosofía en lengua francesa» en la editorial Fayard. 

UNA EPISTEMOLOGIA PLURALISTA 

    Michel Serres, al igual que Edgar Morin, está enamorado de la complejidad. Persuadido, a semejanza de los epistemólogos contemporáneos, de que el orden puede nacer de lo bruto y del caos, se ha puesto a la escucha de las verdades locales y singulares, de los flujos y de las discontinuidades, de los ecos y las correspondencias insospechadas para intentar una reconciliación de todos los saberes. Como ferviente adepto de Leibniz (en el cual ve al filósofo del pluralismo y de la coherencia), Serres practica en efecto la pluridisciplinariedad, buscando sin cesar tender puentes, establecer correspondencias entre dominios aparentemente separados, cuando no antagonistas. No solo cada disciplina genera conceptos, descubrimientos o crisis que contaminan las disciplinas vecinas, sino que la ciencia misma dialoga permanentemente con lo que ella pretende excluir: la magia, la literatura, la moral, la religion. Por eso es vano querer trazar fronteras en el interior del vasto campo de la cultura: todos los saberes, sea cual sea la época a que pertenezcan, son isomorfos entre sí; no hay, contrariamente a lo que pensaba Bachelard, «corte epistemológico» entre un conocimiento y el conocimiento que le precedía, entre lo lógico y lo mitológico, entre la realidad y la ficción. A la preocupación por la clausura, sobre la cual se ha construido la ciencia moderna, responde la exigencia de apertura que todo saber actual debe satisfacer. 
    Entre su abundante producción (unas veinticinco obras al día de hoy), citemos Los cinco sentidos (1985) y El contrato natural (1990). En Los cinco sentidos, Serres se revuelve contra la tiranía del verbo, ligado según él al privilegio acordado a la vista en nuestra cultura. Serres propone, pues, reencontrar la virtud de los cinco sentidos en su simple dimensión carnal y suspender la vieja oposición entre el conocimiento y el goce. Es el programa cartesiano de dominio y posesión de la naturaleza lo que Serres pone en cuestión en El contrato natural. Se hace urgente, nos dice Serres, firmar con la Tierra un «contrato de simbiosis» por el cual el hombre se comprometiera a renunciar al parasitismo o al dominio de una naturaleza que de aquí en adelante le ha sido abandonada sin defensa alguna a sus poderes. 

Retrato de SERRES por Bertrand Poirot-Delpech 
Nacido en 1930 

    ¿Como se llega a ser poeta? Yo estaría tentado de responder que permaneciendo niño, y sobre la tierra. 
    Volvamos pues. por ultima vez, hacia las solas fuentes válidas. Tu erudición en terminos artesanales, rústicos, camosos, nudosos, tu preocupacion popular, heredada de Victor Hugo, de poner al vocabulario, si no un bonete rojo al menos la gorra paternal de los marineros, todas estas cosas, no busquemos más, nacieron cuando el pequeño Michel Serres, me parece verlo, repite insistentemente golpeando las piernas del adulto sentado al trabajo: «¿Para que sirve eso?»; y «eso, ¿cómo se llama?»; luego se aleja canturreando la palabra y olvidando la cosa, como hacen a menudo los niños, a los que se cree, erróneamente, locos por los trenes eléctricos, cuando les fascinan mucho más, incluso y sobre todo si han partido de casi nada, ¡los vertiginosos cambios de agujas de la palabra!

 BERTRAND POIROT-DELPECH, Discours de réception de Michel Serres a l’Académie française, Imprimerie nationale, 1991. 


TEXTO N.° 214. «EL CONTRATO NATURAL» 

    Desde entonces, vuelven al mundo los hombres, lo mundano a lo mundial, lo colectivo a lo físico, un poco a la manera como sucedió en la época del derecho natural clásico, mas con grandes diferencias, sin embargo, que provienen todas del reciente paso de lo local a lo global y de la renovada relación que mantenemos en adelante con el mundo, antaño nuestro amo y hogaño nuestro esclavo, siempre y en todo caso nuestro huésped, ahora nuestro simbionte. 
    ¡Retomo, pues, a la naturaleza! Eso significa: añadir al contrato exclusivamente social el otorgamiento de un contrato natural de simbiosis y de reciprocidad, en donde nuestra relación con las cosas trocaría dominio y posesión por la escucha admirativa, la reciprocidad, la contemplación y el respeto en donde el conocimiento no supondría la propiedad, ni la acción el dominio, ni éstas sus resultados o condiciones de rapiña. Contrato de armisticio en la guerra objetiva , contrato de simbiosis: el simbionte admite el derecho del huésped, mientras que el parásito — nuestro estatuto actual— condena a muerte a aquel al que saquea y en el que habita sin cobrar conciencia de que en último termino él mismo se condena a desaparecer. 
    El parásito toma todo y no da nada; el huésped lo da todo y no toma nada. El derecho de dominio y de propiedad se reduce al parasitismo. Por el contrario, el derecho de simbiosis se define por la reciprocidad: tanto da la naturaleza al hombre, tanto debe devolver este a aquella, devenida sujeto de derecho. natural, 

                                SERRES, El contrato natural, Pre-Textos, Valencia, 1991.

 

 ***


miércoles, 21 de mayo de 2025

UN LIBRO, UN POEMA (Leopoldo Lugones)

#unlibrounpoema
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Aclaración previa: Leopoldo Lugones dejó escritos una docena de poemarios, una copiosa cantidad de poemas sueltos y muchas traducciones de poesía, que van desde Homero a contemporáneos suyos. Eso es lo que recoge este libro de Obras poética completas en sus algo más de 1500 páginas. Como más adelante me ocuparé de él, aquí solamente recojo un poema de su célebre e influyente Lunario sentimental, sin duda alguna el más importante de sus libros de poesía y, como dijo Ricardo Barnatán, piedra angular del escándalo durante muchos años.

Lunario sentimental se publicó en 1909, pero el poema que aquí recojo apareció cinco años antes y en él se pueden apreciar muchas de las características que anunciaban lo que iba a venir: la disconformidad, tan típica del modernismo hispanoamericano, con la realidad ramplona y materialista y, por lo tanto, el deseo de ruptura con el pasado; el alejamiento del sentimentalismo posmodernista y cuanto este implicaba; el tono lúdico e irónico, en ocasiones sarcástico; el énfasis en la musicalidad; el punto de vista rompedor con respecto a las imágenes poéticas y mitológicas de la luna; el léxico raro; en fin, multitud de recursos que utiliza, que forman parte de los elementos modernistas unos, mientras que otros están anunciando las corrientes vanguardistas que no tardarán en aparecer.


HIMNO A LA LUNA

    Luna, quiero cantarte
¡Oh ilustre anciana de las mitologías!,
Con todas las fuerzas del arte.

    Deidad que en los antiguos días
Imprimiste en nuestro polvo tu sandalia,
No alabaré el litúrgico furor de tus orgías
Ni tu erótica didascalia,
Para que alumbres sin mayores ironías,
Al polígloto elogio de las Guías,
Noches sentimentales de mises en Italia.

    Aumenta el almizcle de los gatos de algalia:
Exaspera con letárgico veneno
A las rosas ebrias de etileno
Como cortesanas modernas;
Y que a tu influjo activo,
La sangre de las vírgenes tiernas
Corra en misterio significativo.

    Yo te hablaré con maneras corteses,
Aunque sé que sólo eres un esqueleto,
Y guardaré tu secreto
Propicio a las cabelleras y a las mieses.

    Te amo porque eres generosa y buena.
¡Cuánto, cuánto albayalde
Llevas gastado en balde
Para adornar a tu hermana morena!

    El mismo Polo recibe tu consuelo;
Y la Osa estelar desde su cielo,
Cuando huye entre glaciales moles
La luz que tu veste orla,
Gime de verse encadenada por la
Gravitación de sus siete soles.
Sobre el inquebrantable banco
Que en pliegues rígidos se deprime y se esponja,
Pasas como púdica monja
Que cuida un hospital todo de blanco.

    Eres bella y caritativa:
El lunático que por ti alimenta
Una pasión nada lasciva.
Entre sus quiméricas novias te cuenta.
¡Oh astronómica siempreviva!
Y al asomar tu frente
Tras de las chimeneas, poco a poco.
Haces reír a mi primo loco
Interminablemente.

    En las piscinas.
Los sauces, con poéticos desmayos,
Echan sus anzuelos de seda negra a tus rayos
Convertidos en relumbrantes sardinas.

    Sobre la diplomática blancura
De tu faz, interpreta
Sus sueños el poeta,
Sus cuitas la romántica criatura
Que suspira algún trágico evento;
El mago del Cabul o la Nigricia,
Su conjuro que brota en plegaria propicia:
«¡Oh tú, ombligo del firmamento!»
Mi ojo científico y atento
Su pesimismo lleno de pericia.

    Como la lenteja de un péndulo inmenso,
Regla su transcurso la dulce hora
Del amante indefenso
Que por fugaz la llora,
Implorando con flébiles querellas
Su impavidez monárquica de astro;
O bien semeja ampolla de alabastro
Que cuenta el tiempo en arena de estrellas.

    Mientras redondea su ampo
En monótono viaje.
El Sol, como un faisán crisolampo.
La empolla con ardor siempre nuevo.
¿Qué olímpico linaje
Brotará de ese luminoso huevo?

    Milagrosamente blanca.
Satina morbideces de cold cream y de histeria:
Carnes de espárrago que en linfática miseria,
La tenaza brutal de la tos arranca.

    ¡Con qué serenidad sobre los luengos
Siglos, nieva tu luz sus tibios copos.
Implacable ovillo en que la vieja Atropos
Trunca tantos ilustres abolengos!

    Ondina de las estelas.
Hada de las lentejuelas.

    Entre nubes al bromuro,
Encalla como un témpano prematuro,
Haciendo relumbrar, en fractura de estrella,
Sobre el solariego muro
Los cascos de botella.
Por el confín oscuro,
Con narcótico balanceo de cuna,
Las olas se aterciopelan de luna;
Y abren a la luz su tesoro
En una dehiscencia de valvas de oro.

    Flotan sobre lustres escurridizos
De alquitrán, prolongando oleosas listas,
Guillotinadas por el nivel entre rizos
Arabescos, cabezas de escuálidas bañistas.
Charco de mercurio es en la rada
Que con veneciano cariz alegra,
O acaso comulgada
Por el agua negra
De la esclusa del molino.
Sucumbe con trance aciago
En el trago
De algún sediento pollino.
O entra con rayo certero
Al pozo donde remeda
Una moneda
Escamoteada en un sombrero.

    Bajo su leve seda.
Duerme el paciente febrífugo sueño,
Cuando en grata penumbra,
Sobre la selva que el Otoño herrumbra
Surge su cara sin ceño;
Su azufrado rostro sin orejas
Que sugiere la faz lampiña
De un mandarín de afeitadas cejas;
O en congestiones bermejas
Como si saliera de una riña,
Sobre confusos arrabales
Finge la lóbrega linterna
De algún semáforo de Juicios Finales
Que los tremendos trenes de Sabaoth interna.

    Solemne como un globo sobre una
Multitud, llega al cénit la luna.

    Clarificando al acuarela el ambiente,
En aridez fulgorosa de talco
Transforma al feraz Continente,
Lámpara de alcanfor sobre un catafalco.

    Custodia que en Corpus sin campanas
Muestra su excelsitud al mundo sabio,
Reviviendo efemérides lejanas
Con un arcaísmo de astrolabio;
Inexpresable cero en el infinito,
Postigo de los eclipses.
Trompo que en el hilo de las elipses
Baila eternamente su baile de San Vito;
Hipnótica prisionera
Que concibe a los malignos hados
En su estéril insomnio de soltera;
Verónica de los desterrados;
Girasol que circundan con intrépidas alas
Los bólidos, cual vastos colibríes,
En conflagración de supremas bengalas;
Ofelia de los alelíes
Demacrada por improbables desprecios;
Candela de las fobias,
Suspiráculo de las novias,
Pan ázimo de los necios.

    Al resplandor turbio
De una luna con ojeras,
Los organillos del suburbio
Se carian las teclas moliendo habaneras.

    Como una dama de senos yertos
Clavada de sien a sien por la neuralgia,
Cruza sobre los desiertos
Llena de más allá y de nostalgia
Aquella luna de los muertos.
Aquella luna deslumbrante y seca:
Una luna de la Meca...

    Tu fauna dominadora de los climas.
Hace desbordar en cascadas
El gárrulo caudal de mis rimas.

    Desde sus islas moscadas,
Misántropos orangutanes
Guiñan a tu faz absorta;
Bajo sus anómalos afanes
Una frecuente humanidad aborta.
Y expresando en coreográfica demencia
Quién sabe qué liturgias serviles,
Con sautores y rombos de magros perniles
Te ofrecen, quijotes, su cortés penitencia.

    El vate que en una endecha A la Hermosura,
Sueña beldades de raso altanero,
Y adorna a su modista, en fraudes de joyero,
Con una pompa anárquica y futura,
¡Oh Blanca Dama!, es tu faldero;
Pues no hay tristura
Rimada, o metonimia en quejumbre,
Que no implore tu lumbre
Como el Opodeldoch de la Ventura.

    El hipocondríaco que moja
Su pan de amor en mundanas hieles,
Y, abstruso célibe, deshoja
Su corazón impar ante los carteles,
Donde aéreas coquetas
De piernas internacionales.
Pregonan entre cromos rivales
Lociones y bicicletas.

    El gendarme con su paso
De pendular mesura;
El transeúnte que taconea un caso
Quirúrgico, en la acera oscura,
Trabucando el nombre poco usual
De un hemostático puerperal.

    Los jamelgos endebles
Que arrastran como aparatos de Sinagoga
Carros de lúgubres muebles.
El ahorcado que templa en do, re, mi, su soga.

    El sastre a quien expulsan de la tienda
Lumbagos insomnes,
Con pesimismo de ab uno disce omnes
A tu virtud se encomienda;
Y alzando a ti sus manos gorilas,
Te bosteza con boca y axilas.

    Mientras te come un pedazo
Cierta nube que a barlovento navega,
Cándidas Bernarditas ciernen en tu cedazo
La harina flor de alguna parábola labriega.

    La rentista sola
Que vive en la esquina,
Redonda como una ola,
Al amor de los céfiros sobre el balcón se inclina;
Y del corpino harto estrecho.
Desborda sobre el antepecho
La esférica arroba de gelatina.

    Por su enorme techo,
La luna, Colombina
Cara de estearina.
Aparece no menos redonda;
Y en una represalia de serrallo,
Con la cara reída por la pata de gallo,
Como a una cebolla Pierrot la monda.

    Entre álamos que imitan con rectitud extraña,
Enjutos ujieres,
Como un ojo sin iris tras de anormal pestaña,
La luna evoca nuevos seres.

    Mayando una melopea insana
Con ayes de parto y de gresca,
Gatos a la valeriana
Deslizan por mi barbacana
El suspicaz silencio de sus patas de yesca.

    En una fonda tudesca,
Cierto doncel que llegó en un cisne manso,
Cisne o ganso,
Pero, al fin, un ave gigantesca;
A la caseosa Balduina,
La moza de la cocina,
Mientras estofaba una leguminosa vaina.
Le dejó en la jofaina
La luna de propina.

    Sobre la azul esfera,
Un murciélago sencillo,
Voltejea cual negro plumerillo
Que limpia una vidriera.

    El can lunófilo, en pauta de maitines,
Como una damisela ante su partitura,
Llora enterneciendo a los serafines
Con el primor de su infantil dentadura.

    El tiburón que anda
Veinte nudos por hora tras de los paquebotes,
Pez voraz como un lord en Irlanda,
Saborea aún los precarios jigotes
De aquel rumiante de barcarolas,
Que una noche de caviar y cerveza
Cayó lógicamente de cabeza
Al compás del vals Sobre las olas.
La luna, en el el mar pronto desierto,
Amortajó en su sábana inconsútil al muerto,
Que con pirueta coja
Hundió su excéntrico descalabro,
Como un ludión un poco macabro,
Sin dar a la hidrostática ninguna paradoja.

    En la gracia declinante de tu disco
Bajas acompañada por el lucero
Hacia no sé qué conjetural aprisco,
Cual una oveja con su cordero.

    Bajo tu rayo que osa
Hasta su tálamo de breña,
El león diseña
Con gesto merovingio su cara grandiosa.
Coros de leones
Saludan tu ecuatorial apogeo,
Coros que aun narran a los aquilones
Con quejas bárbaras la proeza de Orfeo.

    Desde el soto de abedules,
El ruiseñor en su estrofa,
Con lírico delirio filosofa
La infinitud de los cielos azules.
Todo el billón de plata
De la luna, enriquece su serenata;
Las selvas del Paraíso
Se desgajan en coronas,
Y surgen en la atmósfera de nacarado viso
Donde flota un Beethoven indeciso,
Terueles y Veronas...

    El tigre que en el ramaje atenúa
Su terciopelo negro y gualdo
Y su mirada hipócrita como una ganzúa;
El búho con sus ojos de caldo;
Los lobos de agudos rostros judiciales,
La democracia de los chacales,
Clientes son de tu luz serena,
Y no es justo olvidar a la oblicua hiena.

    Los viajeros,
Que en contrabando de balsámicas valijas
Llegan de los imperios extranjeros,
Certificando latitudes con sus sortijas
Y su tez de tabaco o de aceituna,
Qué bien cuentan en sus convincentes rodillas
Aquellas maravillas
De elefantes budistas que adoran a la luna.
Paseando su estirpe obesa
Entre brezos extraños,
Mensuran la dehesa
Con sonámbulo andar los rebaños.

    Crepitan con sonoro desasosiego
Las cigarras que tuesta el Amor en su fuego.

    Las crasas ocas,
Regocijo de la granja,
Al borde de su zanja
Gritan como colegialas locas
Que ven pasar un hombre malo...
Y su anárquico laberinto,
Anuncia al Senado extinto
El ancestral espanto galo.

Luna elegante en el nocturno balcón del Este;
Luna de azúcar en la taza de luz celeste;
Luna heráldica en campo de azur o de sinople:
Yo seré el novel paladín que acople
En tu «tabla de expectación».
Las lises y quimeras de su blasón.

    La joven que aguarda una cita, con mudo
Fervor, en que hay bizcos agüeros, te implora;
Y si no llora,
Es porque sus polvos no se le hagan engrudo.
Aunque el estricto canesú es buen escudo,
Desde que el novio no trepará la reja,
Su timidez de corza
Se complugo en poner bien pareja
La más íntima alforza.
Con sus ruedos apenas se atreve la brisa;
Ni el Ángel de la Guarda conoce su camisa,
Y su batón de ceremonia
Cae en pliegues tan dóricos, que amonesta
Con una austeridad lacedemonia.

Ella que tan zumbona y apuesta,
Con malicias que más bien son recatos,
Luce al sol popular de los días de fiesta
El charol de sus ojos y sus zapatos;
Bajo aquel ambiguo cielo
Se abisma casi extática,
En la diafanidad demasiado aromática
De su pañuelo.

    Pobre niña, víctima de la felona noche,
¡De qué le sirvió tanto pundonoroso broche!

    Mientras padece en su erótico crucifijo
Hasta las heces el amor humano,
Ahoga su ¡ay! soprano
Un gallo anacrónico del distante cortijo.

    En tanto, mi atención perseverante
Como un camino real, persigue, ¡oh luna!,
Tu teorema importante.
Y en metáfora oportuna
Eres el ebúrneo mingo,
Que busca por el cielo, mi billar del domingo,
No sé qué carambolas de esplín y de fortuna.

    Solloza el mudo de la aldea,
Y una rana burbujea
Cristalinamente en su laguna.

    Para llegar a tu gélida alcoba
En mi Pegaso de alas incompletas,
Me sirvieron de estafetas
Las brujas con sus palos de escoba.

    Á través de páramos sin ventura,
Paseas tu porosa estructura
De hueso fósil, y tus poros son mares
Que en la aridez de sus riberas.
Parecen maxilares
De calaveras.
Deleznada por siglos de intemperie, tu roca
Se desintegra en bloques de tapioca.
Bajo los fuegos ustorios
Del Sol que te martiriza,
Sofocados en desolada ceniza,
Playas de celuloide son tus territorios.

    Vigilan tu soledad
Montes cuyo vértigo es la eternidad.

    El color muere en tu absoluto albinismo,
Y a pesar de la interna carcoma
Que socava en tu seno un abismo,
Todo es en ti inmóvil como un axioma.

    El residuo alcalino
De tu aire, en que en un cometa
Entró como un fósforo en una probeta
De alcohol superfino;
Carámbanos de azogue en absurdo aplomo;
Vidrios sempiternos, llagas de bromo;
Silencio inexpugnable;
Y como paradójica dendrita,
La huella de un prehistórico selenita
En un puñado de yeso estable.

    Mas ya dejan de estregar los grillos
Sus agrios esmeriles,
Y suena en los pensiles
La cristalería de los pajarillos.

    Y la Luna que en su halo de ópalo se engarza,
Bajo una batería de telescopios,
Como una garza
Que escopetean cazadores impropios,
Cae al mar, de cabeza
Entre su plumazón de reflejos;
Pero tan lejos,
Que no cobrarán la pieza.

***