Una vez más, gracias, Ana; gracias, Ylenia.
El laberinto cuántico carece de las virtudes de los grandes libros de divulgación. Tiene destellos de gran interés, pero, en general, Paul Halpern escribe para lectores que ya conocen los detalles de eso de lo que está hablando; esto es, a veces se olvida de que no todo el mundo tiene un conocimiento sólido de física. Y esa es una gran dificultad para un libro que quiere hacer divulgación y, por tanto, pretende acercar los descubrimientos de Wheeler y Feynman a un público amplio.
Dicho esto, también es cierto que el relato de la amistad y las investigaciones de estos dos grandes físicos del siglo XX está muy bien llevado y se hace muy ameno. A esa amenidad contribuye el que se cuente la historia de los descubrimientos que van realizando casi como si fuera una novela de misterio. Al misterio, claro, ayuda el que se trate de física cuántica, ya que el avance en esta área del conocimiento está plagado de discusiones, aparentes retrocesos, fracasos que más tarde resultan ser aciertos y aparentes logros que más tarde se desvelan como errores.
Así, avanzando en la lectura, vamos descubriendo cómo se fraguaron temas tan importantes actualmente en el campo de la física como el método de suma de historias cuánticas, la teoría de universos paralelos, el porqué y el cómo surgieron los agujeros de gusano o los hoy casi omnipresentes y profusamente explicados agujeros negros, sin olvidar el trabajo a contrarreloj dentro del Proyecto Manhattan, y las consecuencias que tuvo en los científicos que estuvieron implicados en él.
Muy interesante, y esto está muy bien expuesto en el texto, resulta la eficaz colaboración entre dos formas de pensar y trabajar tan distintas y que, sin embargo, congeniaron plenamente, tal vez porque resultaban complementarias: la de Feynman, intuitiva, directa y muy pragmática; la de Wheleer, reflexiva, más dada al desarrollo especulativo —"¿Por qué existimos?"— y relajada.
Pero sería injusto con el libro si no destacara el capítulo final, Conclusión: El camino del laberinto. Es aquí donde Halpern alcanza sus mejores cotas como divulgador, es aquí donde realiza una buena abstracción de lo que ha supuesto sobre el trabajo de esos dos grandes físicos y realiza una notable reflexión de carácter generalista, porque, digámoslo una vez más, de poco vale el conocimiento detallado y profundo de un aspecto de la realidad, si no sirve para aportar luz sobre el resto, si no contribuye a iluminar alguna parte del laberinto en el que estamos, si no forma parte del gran río de preguntas y respuestas que conforman la vida de todas las personas.
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