y en la convicción de que disfruta tanto leyendo a Shakespeare como yo.
El rey Lear es una de las grandes tragedias del universo shakespeareano; sin embargo, sufrió los reproches de fabulosos creadores como Samuel Johnson, Goethe o Tolstoi. Parece ser que el público de otras épocas soportaba mal esta tragedia y, así, fue modificada hasta el punto de que en muchas ocasiones se le llegó a dar final feliz, como en el caso de la versión de Nahum Tate (1681).
Sin duda, esta es la tragedia más terrible de las que escribió Shakespeare. El absurdo juego de medir el amor con que se abre la obra, de entender el sentimiento más noble como una fábrica de bienes, muestra la corrupción del sentido de la palabra. Lear apela a la generosidad, pero nos damos cuenta de que este pobre rey anciano no ha entendido lo que es la generosidad ni el amor. Por eso está incapacitado para comprender la sincera respuesta de la menor de sus tres hijas, Cordelia. A partir de ahí, la historia se irá transformando en una auténtica historia de terror.
Independientemente de las lecturas políticas e históricas que queramos hacer, la obra es una profunda reflexión sobre la condición humana y su extravío absoluto. Como apreció Northrop Frye, la palabra naturaleza y todos sus derivados aparecen con profusión en ella. El episodio de la tempestad que leemos es el símbolo de que su protagonista ha sido obligado a pasar al orden más bajo de la naturaleza, ha sido desposeído de su naturaleza humana y es ya una bestia más entre las bestias. Cuando se pierde la humanidad, nada nos queda. Esto es lo que hace que esta tragedia sea la más terrible de todas cuantas escribió el bardo inglés, y que no deberíamos dejar de leer nunca para no olvidar la fragilidad, el absurdo también, de la naturaleza humana.
¿Por qué un perro, un caballo, una rata han de tener vida y tú ya ni el aliento?
Esta es la versión del histórico Estudio 1, emitida hace más de medio siglo, el 12 de mayo de 1967, con Manuel Dicenta en el papel del rey Lear.
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