Y eso es mucho decir.
Un maquinista al que no dejan alistarse porque no da la talla decide participar por su cuenta en la guerra. Una locomotora, muchas situaciones tan absurdas como graciosas y un Keaton genial han conseguido de esta historia que todos tengamos alguna imagen suya grabada en la memoria, como por ejemplo esa en la que está sentado sobre la biela que une las ruedas del tren, profundamente pensativo y triste, y el tren se pone en marcha.
Esta tarde, a las 19:00, en la Filmoteca (Tabakalera).
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