martes, 28 de mayo de 2019

MAÑANA TENDREMOS OTROS NOMBRES

Editorial
Ha comentado Patricio Pron que esta novela surgió de una escena, según él, habitual en el metro de Madrid —supongo que en cualquier otro transporte público de cualquier otro lugar puede darse la misma escena—, en la que algunas personas van sumergidas en la pantalla de su móvil rechazando con un deslizamiento del dedo a otras personas que solicitan relación a través de alguna aplicación. No pongo en duda que una imagen así pueda haber sido la chispa que originó la idea para escribir esta historia, lo que me parece poco creíble es que nadie pueda saber qué está realizando cada cuál con su móvil mientras viaja en un transporte público, a no ser que se acerque a cada persona y mire detenidamente la pantalla. O a no ser que sea él quien practica esa actividad y suponga que los demás hacen lo mismo.

Pero no os preocupéis, el último Premio Alfaguara no tiene como protagonista del relato a ninguna aplicación móvil para encontrar relaciones. Los protagonistas son un Él y una Ella cuya relación acaba de romperse después de cinco años. Trata, pues, de las relaciones humanas, del amor y del desamor, del deseo y sus varias formas, de la masculinidad y de la feminidad, de la precariedad y de la incertidumbre de las relaciones, de la fragilidad de los sentimientos en la sociedad urbana occidental actual.

Estas líneas delimitan muy bien el asunto: Al igual que buena parte de las personas de su edad y, por supuesto, de las que eran más jóvenes, Él no conocía nada que no fuese precario y provisorio, y se había acomodado a ello, también en sus relaciones sentimentales que no tenían lazos, no tenían certezas, solo una inmensa carga trazada de posibilidad para parecer tolerable.

La pareja —ella arquitecta, él escritor— no es precisamente una pareja desinformada, es una pareja próxima a los cuarenta que intenta sobrevivir en una sociedad que se ha acostumbrado demasiado deprisa a lo inmediato, a lo superfluo, a la novedad, a la inestabilidad y al desamparo que origina todo ese paso sin dejar huella, como no sea la tremenda huella ecológica que dejamos sobre el planeta. Todo es consumo inmediato y fugaz, relaciones incluidas.

En este festín de lo superfluo, cuyas bajas más características son los seres humanos abandonados, transcurre la historia de Él y de Ella. El elemento más significativo del escenario en el que se desenvuelven —ahora sí— es la banalidad de las redes sociales y las aplicaciones de citas, donde con un simple e instantáneo gesto podemos rechazar a una persona. 

La historia que se nos cuenta, y me alegra decirlo, corre a la inversa que la mayoría de las historias actuales sobre relaciones. Parte de una ruptura que se analiza minuciosamente y llega a un encuentro, lo que es mucho decir en estos tiempos de final abierto o directamente traumático. 

¿Se trata de una auténtica radiografía de las relaciones de nuestro tiempo? Bueno, supongo que algunas personas se identificarán con las situaciones y circunstancias que aquí aparecen. Lo que sí es cierto es que las relaciones que aquí se describen son muy del tipo El mundo como supermercado y Generación líquida, que parecen el último grito de la posmodernidad. 

Una última cita, habla Ella: Nunca elegimos, solo vivimos en lo que es. Lo que no es existe solo como idea, y como toda idea, no puede ser habitada. Permanece a la espera, mientras uno cree que decide algo.


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