miércoles, 15 de mayo de 2019

¿DE QUÉ ESTÁ HECHA UNA MANZANA?

Editorial

15 de mayo de 2019. Entre algunas cosas desagradables y otras muchas estupendas que me encontré ayer quiero destacar este pequeño tesoro. Amos Oz (1939-2018) habla con Shira Hadad de la influencia, esa capacidad para influir en las ideas y en las acciones de otras personas con nuestras palabras. La conversación gira hacia las posiciones inamovibles que se dan en los parlamentos, el lugar donde la palabra debería ser y representar la máxima influencia. Amos Oz se lamenta:

No he oído nunca en el Parlamento, ni siquiera cuando aún había grandísimos oradores, que un diputado de la oposición se levantase y dijese: “He oído su discurso y se me han abierto los ojos, me he dado cuenta de que tiene usted razón”. No ha pasado nunca. Hay cientos de volúmenes del diario de sesiones, pero no encontrarás allí esa frase. Tampoco en los tribunales. En toda la historia de los tribunales de justicia de todo el mundo, no ha ocurrido nunca que un abogado defensor o un fiscal se levante al concluir su discurso el letrado que está frente a él y diga: “He oído las palabras de mi colega y me he convencido de que tiene razón y de que yo estaba completamente equivocado”. 


De repente, recuerda una anécdota que sí ocurrió y que da sentido a toda la actividad parlamentaria. Tal vez solamente haya ocurrido una vez, pero sirve para iluminarnos el día y para aprender qué significa escuchar. Leedla despacio y disfrutadla: 


Hay una estupenda historia que encontré una vez en un diario de sesiones, y voy a hacer un paréntesis para contártela, porque hasta en los diarios de sesiones hay cosas bonitas. En el primer Parlamento hubo un diputado, Israel Guri, el padre del poeta Hayim Guri. Estaba en la Comisión de Economía y era vegano. Un hombre sensible y afable. Una vez subió a la tribuna de oradores y discutió con Yohanan Bader, diputado del partido Herut: “Diputado Bader, ¡usted realmente no es buena persona!”, y bajó. Unos minutos después, pidió permiso para volver a subir a la tribuna, “solo un momento”. El presidente le dijo: “Eso va en contra del reglamento”. “Pero es muy importante para mí, hágame el favor, solo una frase”. El presidente se lo concedió, e Israel Guri subió y dijo: “Diputado Bader, perdóneme por mi salida de tono, lo lamento, me avergüenza haber perdido las formas y haberle descalificado”.


El libro tiene otros muchos tesoros, pero este es suficiente para alegrarnos el día y reconciliarnos, aunque sea solo por un momento, con la humanidad.

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