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viernes, 25 de abril de 2025

BÉCQUER

Dibujo de Bécquer del sepulcro del cardenal Tavera. Fuente: Archivo Municipal de Toledo

 ***


Escribe Jesús Rubio Jiménez que se ha convertido en un lugar común de la historia literaria española, situar a Bécquer —junto con Rosalía de Castro— en el final del romanticismo y en el inicio de la poesía española contemporánea. Avalan esta tradición críticos y poetas tan valiosos como Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Jorge Guillén, Dámaso Alonso o Luis Cernuda. Este último dirá que

Él es quien dota a la poesía moderna española de una tradición nueva, y el eco de ella se encuentra en nuestros contemporáneos mejores.


No dudaba por ello en equiparar su papel con el de Garcilaso para la poesía renacentista. Aquilino Duque ha preferido referirse al mismo asunto valorando La sombra de Bécquer (Ínsula, 289, 1970) en la poesía española con estas palabras:

Hay poetas que se nos acercan más o menos en distintas épocas de nuestras vidas. Bécquer en cambio, ha estado siempre a nuestro lado como el ángel de la guarda. Si Lorca ha sido nuestro duende, nuestra sombra oscura, Bécquer ha sido nuestro ángel, nuestra sombra luminosa.

[...] Bécquer alumbró un manantial para que bebiese todo el mundo.


Por su parte, Dámaso Alonso, en Poetas españoles contemporáneos nos dejó este esclarecedor párrafo: 

Editorial
Lo esencial en las palabras de Bécquer (se refiere a la reseña del poemario de Augusto Ferrán, La soledad) es la distinción entre la poesía pomposa, adornada, desarrollada, y la poesía breve, desnuda, desembarazada en una forma libre, que roza por un momento y huye, y se quedan las cuerdas vibrando en un zumbido armonioso. Toda nuestra poesía —no popular— anterior a Bécquer, lo mismo la clásica que la romántica, pertenecía al primer tipo, y el gran hallazgo, el gran regalo del autor de las Rimas a la poesía española, consiste en el descubrimiento de esta nueva manera que, con sólo un roce de ala, despierta un acorde en lo más entrañado del corazón y, la voz extinguida, lo deja —dulce cristal conmovido—
lleno de resonancia.



Pero si alguien tiene alguna duda de la calidad de la poesía de Gustavo Adolfo Bécquer, que acuda al comentario que Francisco López Estrada hizo de la rima XV, la que comienza con el verso Cendal flotante de leve bruma. Además de ser un comentario ejemplar (que en muchas ocasiones aparece utilizado en internet sin citar la fuente), y además de servir de ejemplo para aprender a realizar comentarios, a través de él aprenderá cómo operan los grandes de la poesía y qué significa tener talento poético.

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miércoles, 22 de enero de 2025

UN LIBRO, UN POEMA (Ana María Moix)

Ejemplar de la Biblioteca Central
 #unlibrounpoema

De Ana María Moix no había leído nada más que los 11 poemas recogidos en la ya célebre antología de Castellet, Nueve novísimos, por lo que cuando vi este ejemplar en la biblioteca, me hice inmediatamente con él. 

Reproduzco este lento, hermoso, meditativo y nostálgico poema:

Mi ciudad es un pueblo grande con tranvías
donde de cuando en cuando aún se escucha a Chopin.

Entre sumerio-acadios e hititas
asomábamos la cabeza por la ventana.
Llovía.
La aventura de la vida se quedó
en la última posesión que nos quiso perder.

En la calle hay gente aún.

No recordé nada 
después de aquel instante.
"Ha muerto", dijeron,
y pensé si sería la muerte un feliz olvido.
Después murieron los hititas,
los sumerios,
el orden jónico,
el alif y la raíz íbera;
murieron todos los de aquella tarde
en el bar de la facultad.
Solo quedó un pueblo grande con tranvías
donde aún se escucha a Chopin.

Luego volvieron, más tarde,
con libros recién abiertos.
Mis labios en  el agua sucia del lago
reían: adoraban a Pirandello
y no entendían el teatro de Brecht.
Era en mil novecientos sesenta y seis.

"Ha muerto", dijeron, en el patio,
bajo las arcadas de la facultad.
Pensé si sería la muerte aquello
de amarles tanto
y pensé si valía la pena que fueran
mi resurrección.

Entre el regalo de la muerte que se ofrece
y el descanso de la vida que se pierde
hubo un árbol
                    (palmera, definió un amigo poeta),
nido de dioses, sobra de siempre;
hubo un momento.
Después de entonces no recordé nada.
Sigilosa, a caballo entre vida y muerte
surge otra orilla, camino de sombras
pasó la de Gustavo Adolfo Bécquer.

"Ha muerto", dijeron, "Ha muerto".

Volví más tarde. Pórticos,
columnas, arcos, sombras;
allí estaba como siempre el lago,
allí hablaban, hablaban, hablaban como antes
todos.

Mi ciudad es un pueblo grande con tranvías,
dije, pero no entendieron, porque
leían todos ellos Viejo Barrio
y aún velaban por la noche los hititas,
los sumerios,
el orden jónico,
el alif y la raíz íbera.

¡Qué jóvenes eran para mis aún no veinte años!
¡Qué sabia e inhumana la voz de las cosas!

Quise irme
para no oírles hablar de Sartre,
Dios, Marx o Ionesco.
Malos son los hititas o el arte sasánida;
peor era amarles y sentir su muerte cada tarde
de mil novecientos sesenta y seis
hablando de Franco.

Vi entonces un rostro. Pensé un momento
tras el que no recordé nada.
Vi entonces un rostro. Sentí
que eran muertos, como los hititas,
los sumerio-acadios,
el orden jónico,
el alif y la raíz íbera;
y hablaban, hablaban, hablaban de Pirandello.

Regresamos andando a casa.
Juntos volvimos a coger los libros.
La filosofía y sus problemas no nos interesaban.
La ciudad es un pueblo grande con tranvías,
dije, sacando la cabeza por la ventana.

No sé si lo oyeron. Abrimos los libros
por la primera página. No estaba el arte sasánida,
solo largas cuentas, sumas y rayas.

Faltó el tiempo justo entre sumerios e hititas
para gritar a la gente qué era aquello.
Bastó la breve ausencia del copto
para comprenderlo.

No recordamos nada
desde un lejano momento.

La ciudad era un pueblo grande con tranvías
y todos creían que habíamos muerto.

***

viernes, 6 de diciembre de 2024

ROSALÍA DE CASTRO

Adiós ríos, adiós fontes
adiós, regatos pequenos;
adiós, vista dos meus ollos,
non sei cándo nos veremos.


Miña terra, miña terra,
terra donde m’eu criei,
hortiña que quero tanto,
figueiriñas que prantei.

Prados, ríos, arboredas,
pinares que move o vento,
paxariños piadores,
casiña d’o meu contento.

Muiño dos castañares,
noites craras do luar,
campaniñas timbradoiras
da igrexiña do lugar.

Amoriñas das silveiras
que eu lle daba ó meu amor,
camiñiños antre o millo,
¡adiós para sempre adiós!

¡Adiós, gloria! ¡Adiós, contento!
¡Deixo a casa onde nacín,
deixo a aldea que conoso,
por un mundo que non vin!

Deixo amigos por extraños,
deixo a veiga polo mar;
deixo, en fin, canto ben quero…
¡quén pudera non deixar!
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 

Adiós, adiós, que me vou,
herbiñas do camposanto,
donde meu pai se enterrou,
herbiñas que biquei tanto,
terriña que nos criou.


Xa se oien lonxe, moi lonxe,
as campanas do pomar;
para min, ¡ai!, coitadiño,
nunca máis han de tocar.


¡Adiós tamén, queridiña…
Adiós por sempre quizáis!…
Dígoche este adiós chorando
desde a beiriña do mar.

Non me olvides, queridiña,
si morro de soidás…
tantas légoas mar adentro…
¡Miña casiña!, ¡meu lar!


(Aquí tenéis una traducción)

La poesía española del siglo XIX tendría muy poca importancia si no fuera por las dos grandes figuras que la coronan y la mejoran: Bécquer y Rosalía. Ambas figuras, a pesar de sus muchas diferencias, comparten tiempo (solo un año separa sus nacimientos), tendencia romántica, interés por la creación popular y, como consecuencia, el esfuerzo por simplificar el lenguaje poético para conseguir que exprese lo más íntimo y personal.

La poesía de nuestra gallega universal es muy fácil de encontrar, tanto en papel como en línea. Para quien desee la lectura en pantalla, la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes o la Fundación Rosalía tienen un buen catálogo de sus obras. Quien quiera leerlas solamente tiene que pulsar sobre el icono del libro que aparece sobre las letras html.

De la Fundación Juan March recojo el audio de la conferencia que impartió Ana Rodríguez Fischer en 2013:


Del Instituto Cervantes recojo este ciclo que bajo el título de Rosalía de Castro, tradición y modernidad, ofreció la conferencia de García Montero, Penélope sin Ulises. La herencia de Rosalía (minuto 22' 40'', en los actos protocolarios las presentaciones son siempre excesivas) y el recital de Amancio Prada (1h 16' 35''):

 
Al día siguiente, Arcadio López-Casanova impartió la conferencia Presencia de Rosalía en la poesía gallega contemporánea (10' 56''):


Después vino la mesa redonda Rosalía de Castro: su vida y su literatura en la que participaron Luis Alberto de Cuenca (10' 25''), Marina Mayoral (39' 03'') y Carlos G. Reigosa (1h 09' 05''), todos ellos presentados por Ángel Basanta.


Para quienes se atrevan un poco más, resultará de gran ayuda y mucho interés el Estudio literario de la obra de Rosalía de Castro, de Marina Mayoral, que la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes mantiene accesible para todo el mundo, tanto en castellano como en Galego.





Y para los que quieran profundizar todavía más en su poesía, La poesía de Rosalía de Castro, de la misma autora.
 
***


martes, 3 de diciembre de 2024

LA PEREZA, Bécquer

No podría decir exactamente que Bécquer se adhiriera en su momento al pensamiento abolicionista del trabajo, idea sobre la que en este mismo espacio ya he publicado alguna nota sobre libros que inciden de una u otra manera en eso de dedicarle menos tiempo a la obligación: EN DEFENSA DE LOS OCIOSOS (2009)EL DERECHO A LA PEREZA (2012) o LA ABOLICIÓN DEL TRABAJO (2014). 

En realidad, ni sus opiniones políticas, ni sociales, ni tan siquiera su dedicación a la actividad profesional que ejerció, el periodismo, van en esa dirección, pero este artículo que publicó en El Contemporáneo, en abril de 1861, no deja de tener su gracia.

Un fantasma se extiende por el mundo... ¿Será el de la pereza?

La pereza dicen que es don de los inmortales y, en efecto, en esa serena y olímpica quietud de los perezosos de pura raza hay algo que les da cierta semejanza con los dioses. 
El trabajo aseguran que santifica al hombre; de aquí, sin duda, el adagio popular que dice: "A Dios rogando, y con el mazo dando". Yo tengo, no obstante, mis ideas particulares sobre este punto. Creo, en efecto, que se puede recitar una jaculatoria mientras se echan los bofes golpeando un yunque; pero la verdadera oración, esa oración sin palabras que nos pone en contacto con el Ser Supremo por medio de la idea mística, no puede existir sin tener a la pereza como base. 
La pereza, pues, no sólo ennoblece al hombre, porque le da cierta semejanza con los privilegiados seres que gozan de la inmortalidad, sino que, después de tanto como contra ella se declama, es seguramente uno de los mejores caminos para irse al cielo. 
La pereza es una deidad a que rinden culto infinitos adoradores; pero su religión es una religión silenciosa y práctica; sus sacerdotes la predican con el ejemplo; la naturaleza misma, en sus días de sol y suave temperatura, contribuye a propagarla y extenderla con una persuasión irresistible. 
Es cosa sabida que la bienaventuranza de los justos es una felicidad inmensa que no acertamos a comprender ni a definir de una manera satisfactoria. La inteligencia del hombre, embotada por su contacto con la materia, no concibe lo puramente espiritual, y esto ha sido la causa de que cada uno se represente el cielo, no tal cual es, sino tal como quisiera que fuese. 
Yo lo sueño con la quietud absoluta, como primer elemento de goce, el vacío alrededor, el alma despojada de dos de sus tres facultades, la voluntad y la memoria, y el entendimiento, esto es, el espíritu, reconcentrado en sí mismo, gozando en contemplarse y en sentirse. 
Ésta es la razón por la que no estoy conforme con el poeta que ha dicho: 
Heureux les morts, éternels paresseux! 
Esta pereza eterna del cadáver, cómodamente tendido sobre la tierra blanda y removida de la sepultura, no me disgusta del todo; sería tal vez mi bello ideal, si en la muerte pudiera tener la conciencia de mi reposo. ¿Será que el alma, desasida de la materia, vendrá a cernerse sobre la tumba, gozándose en la tranquilidad del cuerpo que la ha alojado en el mundo? 
Si fuera así, decididamente me haría partidario del tan repetido y manoseado «reposo de la tumba», tema favorito de los poetas elegíacos y llorones y aspiración constante de las almas superiores y no «comprendidas». Pero..., ¡la muerte! «¿Quién sabe lo que hay detrás de la muerte?», pregunta Hamlet en su famoso monólogo, sin que nadie le haya contestado todavía. Volvamos, pues, a la pereza de la vida, que es lo más positivo. 
La mejor prueba de que la pereza es una aspiración instintiva del hombre y uno de sus mayores bienes es que, tal como está organizado este pícaro mundo, no puede practicarse, o al menos su práctica es tan peligrosa que siempre ofrece por perspectiva el hospital. Y que el mundo, tal como lo conocemos hoy, es la antítesis completa del paraíso de nuestros primeros padres, también es cosa que, por lo evidente, no necesita demostración. Sin embargo, el cielo, la luz, el aire, los bosques, los ríos, las flores, las montañas, la creación, en fin, todo nos dice que subsiste la misma. ¿Dónde está la variación? El hombre ha comido la fruta prohibida; ha deseado saber, ya no tiene derecho a ser perezoso. 
—¡Trabaja, muévete, agítate para comer! 
Esto es tan horrible como si nos dijeran: "Da a esa bomba, suda, afánate para coger el aire que has de respirar". 
Cuántas veces, pensando en el bien perdido por la falta de nuestros primeros padres, he dicho en el fondo de mi alma, parodiando a Don Quijote en su célebre discurso sobre la Edad de Oro: «Dichosa edad y siglos dichosos aquellos en que el hombre no conocía el tiempo, porque no conocía la muerte, e inmóvil y tranquilo gozaba de la voluptuosidad de la pereza en toda la plenitud de sus facultades». Caímos del trono en que Dios nos había sentado; ya no somos los señores de la creación, sino una parte de ella, una rueda de la gran máquina, más o menos importante, pero rueda al fin y condenada, por lo tanto, a voltear y a engranarnos con otras gimiendo y rechinando, y queriéndonos resistir contra nuestro inexorable destino. Algunas veces, la Pereza, esa deidad celeste, primera amiga del hombre feliz, pasa a nuestro lado y nos envuelve en la suave atmósfera de languidez que la rodea, y se sienta con nosotros y nos habla ese idioma divino de la transmisión de las ideas por el fluido, para el que no se necesita ni aun tomarse el trabajo de remover los labios para articular palabras. Yo la he visto muchas veces flotar sobre mí y arrancarme al mundo de la actividad, en que tan mal me encuentro. Mas su paso por la tierra es siempre ligerísimo; nos trae el perfume de la bienaventuranza para hacernos sentir mejor su ausencia. ¡Qué casta, qué misteriosa, qué llena de dulce pudor es siempre la pereza del hombre! 
Ved la actividad corriendo por el mundo como una bacante desmelenada, dando una forma material y grosera a sus ideas y a sus ensueños; ved el mercado público cotizándolos, vendiéndolos a precio de oro. Santas ilusiones, sensaciones purísimas, fantasías locas, ideas extrañas, todos los misteriosos hijos del espíritu son, apenas nacen, cogidas por la materia, su estúpido consocio, y expuestas, desnudas, temblorosas y avergonzadas, a los ojos de la multitud ignorante. 
Yo quisiera pensar para mí y gozar con mis alegrías, y llorar con mis dolores, adormecido en los brazos de la pereza, y no tener necesidad de divertir a nadie con la relación de mis pensamientos y mis sensaciones más secretas y escondidas. 
Vamos de una eternidad de reposo pasado a otra eternidad por venir por un puente, que lo es apenas la vida. ¡A qué agitarnos en él con la ilusión de que hacemos algo agitándonos! Yo he visto con el microscopio una gota de agua, y en ella esos insectos apenas perceptibles, cuya existencia es tan breve que en una hora viven cinco o seis generaciones, y he dicho al mirarlos moverse: "¿Si creerá ese bichejo que hace alguna cosa?". Para afanarnos en el mundo era menester que le pusiesen una montera que nos tapara el cielo de modo que la comparación con su inmensidad no hiciera tan sensible nuestra pequeñez. Yo quiero ser consecuente con mi pasado y mi futuro probables, y atravesar ese puente de la vida, echado sobre dos eternidades, lo más tranquilamente posible. Yo quiero...; pero quiero tantas cosas que sólo con enumerarlas podría hacer un artículo largo como de aquí a mañana, y no es éste seguramente mi propósito. 
Aún me acuerdo de que en una ocasión, sentado en una eminencia desde la que se dilataba ante mis ojos un inmenso y reposado horizonte, llena mi alma de una voluptuosidad tranquila y suave, inmóvil como las rocas que se alzaban a mi alrededor y de las cuales creía yo ser una, una roca que pensaba y sentía como yo creo que sentirán y acaso pensarán todas las cosas de la tierra, comprendí de tal modo el placer de la quietud y la inmovilidad perpetua, la suprema pereza tal y tan acabada como la soñamos los perezosos, que resolví escribirle una oda y cantar sus placeres desconocidos de la inquieta multitud. 
Ya estaba decidido; pero al ir a moverme para hacerlo, pensé, y pensé muy bien, que el mejor himno a la pereza es el que no se ha escrito ni se escribirá nunca. El hombre capaz de concebirlo se pondría en contradicción con sus ideas al hacerlo. Y no lo hice. En este instante me acuerdo de lo que pensé ese día: pensaba extenderme en elogio de la pereza a fin de hacer prosélitos para su religión. Pero, ¿cómo he de convencer con la palabra, si la desvirtúo con el ejemplo? ¿Cómo ensalzar la pereza trabajando? Imposible. 
La mejor prueba de mi firmeza en las creencias que profeso es poner aquí punto y acostarme. ¡Lástima que no escriba esto sentado ya en la cama! ¡No tendría más que recostar la cabeza, abrir la mano y dejar caer la pluma!

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viernes, 29 de noviembre de 2024

BÉCQUER, poesía prebecqueriana

Editorial
Si nos quedamos solamente con los valiosos pero excesivamente esquemáticos apuntes de los conocimientos de un manual de bachillerato, tendremos la sensación de que la nómina de poetas que en ellos aparece se hicieron a sí mismos desde su propia inspiración y genialidad. Y bien cierto es que su capacidad expresiva superó en técnica, en originalidad y en atrevimiento lo que en su época se hacía; sin embargo, tanto ellos como los demás, eran hijos de su tiempo, y en su tiempo encuentran buena parte de las herramientas y de los estímulos para escribir cuanto escribieron. Tres ejemplos bastarán para evidenciar lo que digo.


Augusto Ferrán (1835-1880) estuvo desde 1855 hasta 1859 en Alemania. Él fue, en palabras de Cossío, el más entusiasta, el más ardoroso, el más fecundo de los traductores españoles del poeta alemán (se refiere a Heine). En Ferrán ya aparece el gusto por la poesía popular, por la brevedad y, por supuesto, la tendencia germanizante que podemos rastrear en Bécquer. Además, fueron amigos. Compárense estas dos rimas con la XLVII del sevillano.

III

Los mundos que me rodean
son los que menos me extrañan:
el que me tiene asombrado
es el mundo de mi alma.


XLI

Yo me asomé a un precipicio
por ver lo que había dentro,
y estaba tan negro el fondo,
que el sol me hizo daño luego.




En José Selgas (1822-1882), nos recuerda J. Frutos Gómez de las Cortinas, ya estaban el idealismo difuso, el análisis del yo íntimo, la vaguedad, la melancolía, la Naturaleza considerada como espejo de lo invisible, el tono menor y la novedad métrica. No es necesario hacer un gran ejercicio de imaginación para ver los restos de este "la mañana y la tarde" en la rima XV.

LA MAÑANA Y LA TARDE

La cándida mañana es la alegría,
Ufano el mundo muestra su riqueza
    Al resplandor del día:
    La tarde es la tristeza.

La misma luz que en el risueño prisma
De la gentil mañana en ondas arde,
    La misma luz, la misma,
    Qué triste es a la tarde!

Todo es alegre en la mañana hermosa,
Que el cielo, el mar y las montañas viste
    De nácar y de rosa;
    Todo en la tarde es triste.

Tú eres la luz gentil, risueña y vaga
De que hace el alba azul altivo alarde
    Yo soy luz que se apaga;
    Soy vapor de la tarde.

Tú eres germen de amor y de belleza;
Yo sombra triste de la pena esclava:
    Tú eres vida que empieza;
    Yo soy vida que acaba.

El sol te sigue, y con su lumbre bella
Tu sien corona sonrosada y pura;
    Sigue en pos de mi huella
    Ciega la noche oscura.

Tú vas con tu inocencia alborozada;
Yo a mi oscuro saber no me acomodo:
    Tú aún no has visto nada;
    Yo lo he visto ya todo.




De Ángel María Dacarrete (1827-1904) afirma José Pedro Díaz en su Gustavo Adolfo Bécquer. Vida y poesía que el tono de sus poemas es hasta tal punto becqueriano que después de leerlos estaba convencido de que tenían que existir correspondencias literales. Acudió a Bécquer, pero no las encontró. En cualquier caso, nadie puede negar esa extraordinaria similitud en el tono de ambos. 

ENSUEÑO

No sé decir por qué... Ya tanto hacía
que no pensaba en ti, sino despierto!...
No sé decir por qué, la última noche
te vi entre sueños!

Tan hermosa a mis ojos como siempre;
tan pura y dulce como en otro tiempo;
pero estabas tan pálida, tan triste,
que al recordarlo tiemblo!

Todo un mundo de amor y de pesares
nuestras mutuas miradas se dijeron;
mas ni siquiera nuestros nombres, nada
murmuró el eco!

Inmóviles los dos y silenciosos,
apoyada la mano sobre el seno
sonreímos... Yo estaba al despertarme
en lágrimas deshecho!

Influencias hay muchas más. Años y años de estudio y análisis de la obra becqueriana han ido descubriendo multitud de ellas. Pero las influencias no restan un ápice la magnitud de su obra. Antes al contrario: nos hacen comprender su grandeza la comprobar la crueldad del tiempo: solamente la mejor y más acertada obra será la que recordemos, mientras el resto pasa a engrosar los archivos nacionales, se convierte en pasto del olvido.

***


sábado, 9 de noviembre de 2024

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

Después de haber dicho lo que dije en la tertulia del martes pasado, me desdigo y, para facilitar la consulta, agrupo en esta entrada todo aquello que andaba disperso por multitud de ellas. Recojo cuanto considero de mayor interés. 

Lo primero es la obra, sus Rimas. Yo todavía conservo el de la colección Austral. Hay infinidad de ediciones y todas las bibliotecas tienen alguna cuando no tienen varias. Para quienes prefieran leer en pantalla, la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes también las tiene recogidas.

  • De los documentales varios o conferencias diversas a los que se puede acceder en internet, los mejores, los que se ajustan al trabajo de investigación, son estos que dejo insertados: Bécquer desconocido con guión de Aleix Raya y Miguel A. Reina, la dirección es de Manuel H. Martín.
  • Una de las dos conferencias que ofreció Jesús Rubio Jiménez en la Fundación Juan March hace ya poco más de diez años.
  • Hay otro documental realizado por RTVE que se emitió en la serie de Imprescindibles y que tenía como centro temático el misterio. Para verlo hay que abrir cuenta en RTVE Play (es gratuito).

 

Para quienes deseen ir más allá y profundizar en la pulcra perfección de sus rimas o adentrarse en los detalles de su biografía, un par de recomendaciones: el primer ensayo corto de Dámaso Alonso en su célebre Poetas españoles contemporáneos; para la biografía, el voluminoso y bien documentado trabajo de investigación del hispanista Robert Pigeard, Bécquer, leyenda y realidad (Muchas gracias, Santi)

El punto y final lo pongo con esta recopilación de sugerencias becquerianas: 
  • el concierto de Amancio Prada cantando poemas del poeta sevillano,
 


sátira pornográfico-política atribuida, la investigación actual pone en duda esa atribución, a los hermanos Bécquer. El catálogo de las acuarelas comienza en la página 76. 



***


jueves, 17 de octubre de 2024

AVISO SOBRE EL CALENDARIO Y LAS TERTULIAS 2024/25


Debido al desventurado incidente del pasado 1 de octubre en el que se concitaron unas cuantas casualidades para impedir que yo pudiera llegar a la tertulia y, tal y como ese mismo día comuniqué a unas pocas personas, he retrasado la sesión sobre Martín Fierro y he reajustado ligeramente el calendario para mantener todas las obras que estaban programadas. Queda, pues, así:

5 de noviembre: José Hernández.
3 de diciembre: Bécquer.
7 de enero: R. de Castro.
4 de febrero: Verlaine y Rimbaud.
4 de marzo: Mallarmé.
1 de abril: J. Martí.
6 de mayo: S. Díaz Mirón.
3 de junio: J. Asunción Silva.

Además del retraso que sufren todas las tertulias hasta febrero, el cambio principal corresponde a la sesión de ese mes donde he colocado a los dos poetas franceses en la misma sesión. Lo he realizado así porque la vida de ambos estuvo íntimamente unida y buena parte de sus biografías resulta más fácil estudiarlas colocándolas en relación la una con la otra. No soy yo el único que los pone en relación para hablar de ellos. La Fundación Juan March ya lo hizo hace mucho tiempo y el resultado fue brillante:

 

En fin, espero que no volvamos a tropezar con un contratiempo similar y que la temporada transcurra sin más adversidades.

***


lunes, 9 de septiembre de 2024

ABIERTO EL PLAZO PARA INSCRIBIRSE EN LAS TERTULIAS


 Ya está abierto el plazo para inscribirse esta temporada en la tertulia poética/taller de poesía cuyo calendario es el siguiente:

FECHA

TÍTULO

1

OCTUBRE

J. Hernández (1834-1886)

5

NOVIEMBRE

Bécquer (1836-1870)

3

DICIEMBRE

R. de Castro (1837-1885)




7

ENERO

Verlaine (1844-1896)

4

FEBRERO

Rimbaud (1854-1891)

4

MARZO

Mallarmé (1842-1898)

1

ABRIL

J. Martí (1853-1895)

6

MAYO

Salvador Díaz Mirón (1853-1928)

3

JUNIO

José Asunción Silva (1865-1896)

La inscripción podrá realizarse de tres formas:
- Presencialmente: en  el mostrador de información de la biblioteca. 
- Por internet: A través de este enlace
- O llamando al teléfono: 943505421.

El plazo para realizar la inscripción termina el día 20 de septiembre.


La Biblioteca publicará el 25 de septiembre en la página web de la biblioteca (http://www.irun.org/biblioteca) la lista de personas admitidas en cada taller y la lista de espera (si hubiese). Además se podrán consultar llamando al teléfono 943505421 en horario de 9:00 a 20:00h y sábado: 9:00-13:00. En el caso de producirse alguna baja se irá llamando por orden de la lista de espera.

***

sábado, 6 de julio de 2024

TERTULIAS 2024-2025

 Acabo de enviar a la biblioteca el listado de poetas que nos tendrán ocupado el tiempo de la próxima temporada.

FECHA

TÍTULO

1

OCTUBRE

J. Hernández (1834-1886)

5

NOVIEMBRE

Bécquer (1836-1870)

3

DICIEMBRE

R. de Castro (1837-1885)




7

ENERO

Verlaine (1844-1896)

4

FEBRERO

Rimbaud (1854-1891)

4

MARZO

Mallarmé (1842-1898)

1

ABRIL

J. Martí (1853-1895)

6

MAYO

Salvador Díaz Mirón (1853-1928)

3

JUNIO

José Asunción Silva (1865-1896)


Este es el recitado completo de la primera obra de la que nos ocuparemos en octubre. Cinco horitas de audio para quienes no puedan o no quieran leerlo con sus ojitos. Es una buena opción seguir la lectura del libro mientras se escucha el audio, eso sí, hay que tener la precaución de anotar el minutaje en el que estamos cuando dejamos la lectura/audición, para no andar perdiendo el tiempo en el momento de reanudar la tarea. 


Y en audio descargable: 


***


sábado, 29 de junio de 2024

TRAS LOS PASOS DE BÉCQUER Y MARCIAL

Monasterio de Veruela

 Bécquer estuvo en este hermoso monasterio al menos en tres ocasiones durante los años 1863 y 1864. Allí acudió en busca de reposo con su familia y con la de su hermano Valeriano, quien se dedicaba a la pintura y nos ha dejado un testimonio visual recogido en este dibujo del sesteo de toda la familia una tarde de verano en 1864.


De hecho, en el monasterio hay una exposición permanente que bajo el título de Espacio Bécquer ofrece una información muy detallada sobre la actividad de ambos hermanos durante el tiempo de estancia y más allá. 





Como es bien sabido, la relación entre ambos hermanos fue siempre muy buena y fructífera. Por otro lado, el espacio monástico, con su austera belleza y la calma que transmiten sus paredes, fue un acicate más para la redacción de las Cartas, absolutamente impregnadas de ambiente romántico. Es fácil, por tanto, imbuirse del espíritu becqueriano tanto en el espacio exterior, a la sombra del Moncayo, como dentro del recinto monacal. Y si tenéis a mano las 
Cartas desde mi celda, el viaje, la visita y el paseo por la zona os resultará mucho más grata.

La segunda motivación del viaje venía dada por Marco Valerio Marcial, bilbilitano de pro y gran epigramista. Por desgracia, no pude visitar la ciudad romana que dotó del gentilicio a los habitante de Calatayud; los trabajos arqueológicos que se estaban practicando, y que ocuparán todo el verano, me impidieron la visita. En cualquier caso, no me faltó la compañía de sus textos, vivaces, satíricos e ingeniosos siempre. Un par de ejemplos para quien no conozca sus famosos epigramas: 

Libro I

IV

Si por casualidad te topas, César, con mis libritos, deja de fruncir tu entrecejo señor del mundo. Vuestros triunfos acostumbran también a tolerar las bromas, y no siente pudor un general por ser materia de chistes. Te ruego que leas mis obras con esa misma frente con que contemplas a Timele y al payaso Latino. La censura puede permitir unas inocentes chanzas: mis páginas son licenciosas; mi vida, honesta.

Libro II

VIII

Si algo te parece en estas páginas, lector, o muy oscuro o poco latino, el error no es mío; lo ha tergiversado el copista con las prisas por cargar versos a tu cuenta. Pero si crees que no es él, sino yo, quien ha caído en falta, entonces yo creeré que tú no tienes ni pizca de inteligencia. —"Pero esos versos son malos". —¡Como si yo negara lo evidente! Estos son malos, pero tú no los haces mejores.

Libro V

XXIII

Exiges, Lesbia, que mi pene esté siempre a punto para ti. Créeme: la pilila no es lo que un dedo. Por más que tú la estimules con manos y palabras cariñosas, tu cara de mandona se vuelve contra ti.

Libro VII

XXXIV

¿Qué cómo puede ser, Severo, que la peor persona del mundo, Carino, haya
hecho bien ni una sola cosa, preguntas? Te lo diré, pero rápido. ¿Qué peor que Nerón? ¿Qué mejor que las termas neronianas? No falta al momento, ahí lo tienes, alguno de esos malvados que te habla así con su boca avinagrada: "¿Qué prefieres tú a tantos regalos de nuestro dios y señor?". —Prefiero las termas neronianas a los baños de un maricón.

Traducción: José Guillén


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