sábado, 30 de noviembre de 2019

MANUEL ALTOLAGUIRRE, UNA ANÉCDOTA

Editorial
Los libros de memorias nos ofrecen siempre algo que no pueden ofrecernos de ninguna manera los ensayos. Me refiero a esa visión personal, próxima y anecdótica en la que el ensayo no puede entrar, pero que a veces es tan necesaria para conocer la obra y el pensamiento de quien estamos estamos estudiando. 

No diría que El caballo griego sea uno de esos libros memorialísticos imprescindibles para conocer el ambiente de la Generación del 27 y a su autor, Manuel Altolaguirre, aunque el texto está lleno de comentarios y apuntes más que interesantes sobre quienes fueron compañeros de generación. En cualquier caso, el valor del texto es muy alto, especialmente en las páginas dedicadas a comentar las obras de sus compañeros poetas.

Pero lo que quiero destacar hoy aquí es una deliciosa anécdota de la temporada que Altolaguirre pasó en París en 1931. Con él había llevado la imprenta portátil que por entonces tenía. Aquí está:

En mi imprenta de París publiqué el libro más breve de que tenga memoria. Constaba de ocho páginas y aparte de la portada, que llevaba por título Un verso para una amiga, solamente tenía impresa una palabra en cada una de las páginas. El total de la composición dice: 

"Escucha mi silencio con tu boca".

Hice sin gran esfuerzo la traducción al francés y me pasé varios días imprimiendo el escueto poema. Fue el mejor negocio editorial de mi vida, pues aquellas ocho páginas circularon por París como tarjetas de Navidad y se vendieron bastante. Lo malo fue que en una de las librerías donde tuvo más éxito el folleto, me entregaron a cambio una primera edición de lujo, ejemplar numerado, del Ulises de Joyce. La librería se llamaba Shakespeare&Co., y en ella me presentaron al escritor irlandés, cuyo libro me sirvió como regalo para corresponder a la invitación que me hizo un amigo de pasar una semana en Suiza (pp 43-44).

Posiblemente el verso con el que compuso su "mejor negocio editorial" saliera de la transformación del último verso de este poema:


A UNA MUCHACHA QUE SE LLAMABA NIEVES

Rojo dará su luz cuando la aurora
negra de tus miradas ilumine
tu bello despertar de primavera;
cuando tus grandes ojos sean las nubes,
tu corazón un sol, tu piel la tierra
sonrosada de un mundo de rubores;
cuando el amor tu nombre frío deshiele
sin que por eso pierda su blancura;
cuando un hombre te quiera y tú, queriéndole,
escuches su silencio con tu boca.


                         De Poesía (1930-31). Página 194 en Poesías completas.

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