Editorial |
Pero una vez vuelta la mirada hacia el viejo rector salmantino, no puedo evitar releer otros artículos y otras voces más autorizadas que la mía hablando sobre él. Entre todos ellos, retomo el excelente estudio introductorio que Manuel Suances Marcos redactó para la obra colectiva Filosofía y cultura (1992) y que comienza con estas líneas:
Miguel de Unamuno es un pensador trágico. Sus ideas tuvieron tal fuerza que llenaron de reflexión y de cultura la vida intelectual y política española durante varios decenios. Fue una lástima que ese pensamiento naciese ya dividido en sí mismo. Unamuno identificó la propia vivencia de la lucha sin tregua entre su razón y su fe con el duelo entre las dos Españas: la católico-tradicional y la libertaria-ilustrada. Si él hubiera hecho en su espíritu la síntesis de ambas tendencias, es posible que hubiera influido de tal manera en el destino de España que le hubiese ahorrado a esta mucho dolor y lágrimas (p 370, la negrita es mía).
¡Uf! Sabemos que Unamuno era considerado en su época uno de los intelectuales más importantes no de España, sino de Europa occidental. Es cierto que su opinión pesaba mucho. Pero de ahí a decir que si hubiera sido capaz de sintetizar las dos tendencias en sus reflexiones, tal vez se hubiera podido evitar la guerra civil, me parece mucho decir, por muy importante que fuese en aquel momento el crédito intelectual del bilbaíno.
En cualquier caso, seguid leyéndolo. Siempre encontraréis entre sus páginas un pensamiento interesante, una idea brillante o un personaje que revela alguna característica universal del ser humano doliente.
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