Os sitúo rápidamente: la literatura mexicana, especialmente la novela, ha abordado en numerosas ocasiones el doloroso tema del narcotráfico. La poesía, también. Esta es la respuesta, grito de dolor y protesta, de la autora contra esa actividad que degrada toda acción humana.
Unos señores cortaban dedos para mercar personas,
luego cortaban cabezas
nomás por el lujo de vengarse,
a saber de qué.
En sus sueños, cuando tenían la lucidez de la inconciencia, decían:
“nosotros somos la conciencia de la Patria”.
La Patria se escondía de sus vigilias, se hacía guaje.
Les tenía miedo.
Creían que le iban a mochar el águila o,
peor todavía,
la serpiente.
¿Qué iba a hacer nomás con su nopal vacío?
*
“Se renta, se renta un nopal.
Resiste siglos”.
***
¿A dónde ir con su nopal pelado?
***
Alguien le acomoda entre dos cladodios una grabadorcita de mano,
se oye tocar una banda, el acordeón, la voz tipluda,
se le sospecha el sombrero:
“Ya me fui,
pa´l Norte,
a lavar y soñar ajeno".
***
(Nuestras ballenas respirán inglés y
escupen en castellano:
quisieran hablar mexicano
pero emiten
chorros incomprensibles.
Antes no era así.
No cantan esas gordas ballenas astrosas,
la piel cubierta de algas y salitre:
lloran
sangre).
Y aquí la tenéis leyendo un poema de su colección premiada, "Mi vida con el volcán", hablando sobre Casa de América, sobre el premio y sobre la mujer y la literatura.
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