miércoles, 20 de noviembre de 2019

ADAM ZAGAJEWSKI EN SAN TELMO

Adam Zagajewski, uno de los poetas vivos más laureados de Europa, estará mañana a las 19:30 en San Telmo para hablar de su poética y del recorrido de su obra con Ramón Andrés.

El jurado del Premio Princesa de Asturias (2017) destacó de Zagajewski el sentido ético de la literatura, además de hacer que la tradición occidental se sienta una y diversa en su acento nativo polaco, a la vez que refleja los quebrantos del exilio. Y continuaba señalando otras virtudes como el cuidado por la imagen lírica, la vivencia íntima del tiempo y el convencimiento de que tras una obra artística alienta el fulgor, inspiran una de las experiencias poéticas más emocionantes de la Europa heredera de Rilke, Miłosz y Antonio Machado.

Entre la muchos aspectos que me gustan de su estilo, de su manera de expresar, el que más atractivo se me hace es esa aparente sencillez con que nos pone delante de los ojos trozos de realidad que dan la impresión de ser banales, pero que son profundamente significativos. Su luminosa claridad cotidiana se alimenta de hondas reflexiones en torno al diario vivir y sufrir de nuestra especie. La universalidad de lo consuetudinario.



CARTA DE UN LECTOR


Demasiado sobre la muerte,
sobre las sombras.
Escribe sobre la vida,
sobre un día normal,
sobre el deseo de orden.
La campana de la escuela
puede ser un modelo
de templanza,
hasta de erudición.
Demasiada muerte,
un exceso
de negro deslumbramiento.
Mira,
naciones amontonadas
en estadios apretujados
cantan himnos de odio.
Demasiada música,
Falta armonía, tranquilidad,
cordura.
Escribe sobre los momentos
cuando los puentes de la amistad
parecen ser más duraderos
que la desesperación.
Escribe sobre el amor,
sobre los largos atardeceres,
sobre el amanecer,
los árboles,
sobre la infinita paciencia
de la luz.
          
             De Tierra del fuego. Traducción de Xavier Farré. Acantilado.





INFANCIA

                  Give me my childhood again.
                                      John Burnside

Devolvedme mi infancia,
la república de los locuaces gorriones,
las infinitas selvas de ortigas
y el llanto nocturno de la tímida coruja.

Nuestra calle vacía en domingo,
la roja iglesia neogótica
que no favorecía a los místicos,
los lampazos susurrando en alemán

y la confesión de un alcohólico
ante el altar de una blanca pared,
y las piedras, y la lluvia, y los charcos
en los que brillaba el oro.

Ahora seguro que sabría
cómo ser niños, sabría
cómo mirar la escarcha en los árboles,
cómo vivir inmóvil.

                    De Asimetría.Traducción de Xavier FarréAcantilado.




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