sábado, 23 de noviembre de 2019

LEER A HOMERO HOY (ILÍADA)

No voy a decir que leer en la actualidad la Ilíada sea cómodo ni sencillo. Tampoco creo que la edad ayude. No me imagino a una persona adulta leyéndola para entretenerse tres o cuatro tardes de invierno. Las tres situaciones típicas para que nos adentremos en esta fabulosa epopeya son la juventud —podemos con todo y nuestra curiosidad está intacta—, el estudio —nuestra profesión exige su lectura y análisis— o la escritura —vivimos de ella y leer a los clásicos forma parte de nuestro trabajo—.

Es evidente que la distancia que se abre entre los combatientes aqueos y troyanos y la sociedad actual es simplemente gigantesca. Homero no sabía nada de nuestra forma de vida y mucho menos de las comodidades de las que podemos disfrutar para leer sus versos. Ni tan siquiera componía para lectores, sino para gente que escuchaba. Sin embargo, conocía todo cuanto hay que saber sobre sentimientos. El miedo, la ira, la vergüenza, la cobardía o el amor son parte fundamental de la obra. 

Para quien no la conozca o para quien se niegue a entrar en la escabechina que los enfrentamientos entre héroes de un bando y de otro produce, yo me atrevo a recomendar como primera aproximación unas pocas escenas para ser leídas en voz alta:

  • El momento en que Héctor se despide de Andrómaca y de su hijo, canto VI, versos 441-465.
  • La súplica de Príamo ante Aquiles para conseguir el cuerpo de su hijo, canto XXIV, versos 484-506.
  • La respuesta de Andrómaca cuando traen el cuerpo de su esposo, canto XXIV, versos 725-745.
  • El canto fúnebre de Helena en honor del héroe troyano, canto XXIV, versos 762-765).
Cualquiera de esos textos son suficientes para causar una conmoción sentimental. Luego ya vendrá el tiempo de adentrarse en otras lecturas y disfrutar con otras averiguaciones, examinar el alto contenido ético, debatir sobre la importancia del destino en la época o profundizar en el manejo del ritmo por medio de la repetición de epítetos.

Y que la musa siga cantando la cólera de Aquiles, cólera funesta, que causó tantas calamidades a los aqueos, que precipitó en los infiernos las vigorosas almas de multitud de héroes, y que entregó sus cuerpos a la presa de los perros y de las aves todas (trad. de Vicente López Soto).

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Podéis encontrar los pasajes que nombro en la traducción de Luis Segalá y Estalella que el Proyecto Gutenberg ha recogido en su página web. La traducción que realizó Emilio Crespo Güemes para Gredos también está convenientemente numerada.

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