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Sirio con sus ardores quemaba los eriazos
VIRGILIO
Fiel a su dueño,
le acompaña en su camino
e ilumina el horizonte con su faro-ojo.
Ninguna es mayor ni más clara.
Sirio deslumbra con su luz,
acapara las miradas
y antonomasia de sí misma
embellece aún más la noche,
porque cuando está a punto de ser casi blanca
es azul,
y cuando azul,
es roja o amarilla.
Este can siempre fiel, nunca inoportuno,
antaño pregonaba los rigores del verano,
hoy nos abre el pensamiento al infinito.
Cuando falta, la noche es menos ella y cazadora,
más monótona y lejana.
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