sábado, 8 de mayo de 2021

UN LECTOR, GEORGE STEINER

"Steiner" en la "casa" de Chillida.
Nada descubro si digo que Steiner (1929-2020), Premio Príncipe de Asturias 2001, ha sido uno de los grandes ensayistas que ha dado Europa. Sus trabajos sobre literatura han sido reconocidos en todas partes por su extraordinaria brillantez. Con él hemos aprendido a leer con mayor profundidad. Sus enormes conocimientos literarios y su gran dominio de la filosofía contemporánea nos han ayudado a entender mejor buena parte de las obras del XIX y el XX. Recuerdo que Jordi Llovet dijo de él que era un polímata renacentista. No seré yo quien lo ponga en duda.

Ni tan siquiera hablar de este libro podría descubrir algo novedoso de este políglota ilustrado, ya que quien esté acostumbrado a leerlo, en cuanto vea el índice, se dará cuenta de que se trata de una antología, eso sí, una estupenda antología de artículos aparecidos previamente en trabajos como Lenguaje y silencio, Tolstói o Dostoievski, La muerte de la tragedia, Extraterritorial, Heiddegger, George Steiner en The New Yorker, En lo profundo del mar, Sobre la dificultad y otros relatos, Después de Babel y En el castillo de Barba Azul.

Solamente el ensayo en el que se inspira el título de esta colección es un inédito en castellano, "Crítico"/"Lector". Una incisiva reflexión sobre la actividad de ambas figuras. Un lúcido trabajo que por sí solo merece acercarse al libro. Os dejo un par de párrafos en el convencimiento de que os servirán de estímulo para su lectura:

La noción de que nadie salvo el ser humano más excepcional tiene algo nuevo o revaluador que decir críticamente acerca de Dante, o de Shakespeare, o de Kafka, es pura hipocresía. Peor hipocresía es institucionalizar la creencia de que una visión organizadora tan rara se manifestará en el estudiante universitario o en el licenciado. El presente edificio de los estudios crítico-literarios (comadreos, en jerga) es un menoscabo, inevitable a la vista del hecho de que una enorme mayoría de textos ya antes había sido apropiadamente editada, desde las artes exactas de la filología, la lingüística histórica, la crítica textual, la recensión y el cotejo. Hoy, el estudiante de "crítica" e "investigador de la sensibilidad" es un acróbata en la cuerda floja que no ha aprendido a andar.

Lo que necesitamos (he hablado de esto en otra parte) no son "programas de humanidades", escuelas de escritura creativa", "programas de crítica creativa" (mirabile dictu, tales cosas existe). Lo que necesitamos son lugares, por ejemplo una mesa con alguna sillas alrededor, en la que volvamos a aprender a leer, a leer juntos. Uno aspira a tal desiderátum en los niveles más literales. Análisis léxicos y gramáticos a nivel elemental, el análisis sintáctico de las frases, la escansión del verso (la prosodia es el pulso y la música inseparables del significado), la capacidad de distinguir hasta las peculiaridades más rudimentarias de esas inervaciones y figuras retóricas que, desde Píndaro a Joyce, han sido los portadores de la vida sentida: todas esas cosas son ahora habilidades esotéricas o perdidas. Necesitamos "casas de y para la lectura" en las que un silencio suficiente despierte las fibras de la memoria. Si el lenguaje, bajo la presión del asombro (el "valor añadido") del significado múltiple, si la música del pensamiento tienen que perdurar, no serán más "críticos", sino más y mejores "lectores", lo que necesitamos (p 110).

Y para quienes no hayan leído nada suyo (¿hay alguien?), este título es una excelente ocasión para acercarse a sus trabajos, absolutamente necesarios en el terreno de la cultura y de las literaturas comparadas. Su lectura nos hace mejores lectores, no lo dudéis.

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