miércoles, 5 de mayo de 2021

Y AHORA LOS CASTAÑOS


En mi calendario interno el esplendor del otoño está asociado al 1 de noviembre; el de los castaños, al 1 de mayo. Ambos días son festivos, ambos suelen originar un puente, y los puentes son (eran) ocasiones perfectas para salir un par de días y disfrutar de la naturaleza. Y ya sabemos que explorar a pie los caminos es uno de los placeres más gratos y económicos que existen. 

También podemos justificar la pasión por andar recurriendo a pensamientos trascendentes o aludiendo a los beneficios para la salud. Virginia Wolf dejó escrito en Momentos de vida: Cuando estoy en mi habitación, el mundo me resulta incomprensible, pero cuando camino, veo que consiste en tres o cuatro colinas y una nube. A Rousseau le ocurría algo similar: Solo puedo meditar cuando camino. Si me detengo, dejo de pensar; mi mente solo funciona al ritmo de mis piernas (Confesiones). Pero el aserto que más me gusta es el que hace ya bastantes años oí a un médico en la radio: Nunca ponderaré lo suficiente los paseos a paso vivo acompañados de una conversación inteligente. ¡Ahí es nada!


La tradición es larga y de prestigio, desde los filósofos peripatéticos hasta los paseos que hoy todavía podemos recorrer en ciudades como Heidelberg o Kioto. Yo no voy tan lejos. Simplemente me dejo seducir por lo que el día me pone delante de los ojos, que, en ocasiones, es mucho. Como por ejemplo estos castaños que hermosean la ciudad y la hacen más amable. Yo no podría decir que caminando he tomado contacto con mis mejores ideas (Kierkegaard, Carta a Jette), si acaso, a veces, se me han ocurrido algunos versos estupendos que al llegar a casa y ponerlos en el papel me han parecido más bien mediocres.


Por lo tanto, me dejo llevar por el placer de mirar, porque lo que veo puede contener tanta belleza como la más hermosa de las obras. Ved, por ejemplo, este pequeño trébol sosteniendo entre sus hojas una de las flores desprendidas de alguna panícula a causa del viento. El verde se hace más verde junto al rosa y viceversa. Pura belleza en su fragilidad efímera.



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