¡Y preguntáis, mortales,
la incierta fecha del cortejo fúnebre,
y por qué vericuetos
se acercará la muerte!
¡Y en el cielo sereno,
indagáis con los cálculos Fenicios
cuál es la estrella buena
y cuál la estrella mala para el hombre!
Cuando a pie perseguimos a los Partos,
y en nave a los Britanos,
duros son y sombríos
los caminos del mar y de la tierra.
Y deploramos que nuestra cabeza
dependa de las turbas,
cuando entremezcla Marte a los soldados,
que confusos contienden.
Y temernos, también,
el fuego y la ruina en nuestras casas,
y que llegue a los labios
una negra bebida.
Solo el amante sabe
cuándo debe morir, y de qué muerte;
y no teme los soplos
del Bóreas ni la guerra.
Y aunque ya esté sentado entre las cañas
de la laguna Estigia,
viendo las tristes velas
del barco del infierno,
si la voz de la amada
le volviera a llamar, retornaría,
recorriendo un camino
que la Ley no permite.
La traducción es, lógicamente, de Esteban Torre.
De su autor desconocemos muchas cosas. No sabemos exactamente ni cuándo nació ni cuándo murió, aunque sí sabemos que vivió poco (aprox.50-16/15 a.n.e.). También sabemos que perteneció al círculo de Mecenas, y que nunca quiso dedicar su talento a cantar las glorias de la patria, como le sugería su protector.
Sus cuatro libros de Elegías están dedicados a cantar el amor por Cintia (Hostia, en realidad) y la incertidumbre que ocasiona el sabernos mortales. El amor, la vida y la muerte, las tres heridas con que avanzamos todos.
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