Para Karmelo.
No la belleza de Aquiles,
el de los pies ligeros,
la cólera pronta
y el vano deseo de inmortalidad.
No la de Afrodita,
la de envidiada hermosura
y deseada por todos.
La escondida belleza
del canto rodado,
de la hoja similar a otras hojas,
del animal en su medio,
de la manzana en la mano,
del pan compartido,
de la palabra que acoge y
del silencio que ayuda.
La belleza sin par
de los días corrientes.
14 - 11 - 2014
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