martes, 10 de noviembre de 2020

LA CERVEZA, LOS BARES, LA POESÍA

No deja de tener su gracia, y quizás también un matiz reivindicativo, que haya salido este año el número 1.100 de Visor a mayor gloria de bares y cervezas, ahora que media Europa y casi toda España tiene el acceso prohibido a compartir tragos y palabras en esos locales públicos.

Como se recuerda en la contraportada y en el texto que precede al prólogo, cada número que completa una centena lo ha dedicado la casa a un bloque temático. En este toca La cerveza, los bares, la poesía

Supongo, por eso de que es el nombre que encabeza la cubierta, que el encargado de la recopilación y del sustancioso y bien informado prólogo —no os lo saltéis— debe de ser Jesús García Sánchez, pero nada hay ni en los créditos ni en ninguna parte que así lo indique. ¿Será timidez del editor?

La selección consta de más de ciento sesenta textos que van desde el primer relato épico de la historia de la literatura, el Poema de Gilgamesh, hasta un poema del joven costarricense Juan Carlos Olivas. Entre esos dos, podéis encontrar textos —no todo es poesía en sentido estricto— de casi todo el mundo, procedentes de cualquier territorio y de cualquier lengua. Cuatrocientas páginas dan para mucho. Os dejo un par de muestras.

Anónimo, siglo VII a.n.e. Tomado de la Antología Palatina, XI, 56. La traducción es de Begoña Ortega

Bebe y goza. Qué pasará mañana, o qué en el futuro, nadie lo sabe. No corras, no te canses.
Cuanto puedas, disfruta, compártelo, come y piensa como mortal que entre vivir y no vivir no hay ni un paso.
Toda la vida es, así, el movimiento de una balanza: si tomas la delantera, tuyo será todo, pero si mueres, de otro será y tú nada tendrás.

Como veis, lo del carpe diem tiene muuuucha solera.

Y del remoto pasado en el Mediterráneo oriental al actual Cantábrico. No podía faltar a la cita en una buena antología que aune poesía, bares y cervezas el maestro Iribarren:

LA FELICIDAD

Te sientas en una terraza
a tomar algo.
A pocos metros de ti, 
niños y niñas patinan, saltan
a la comba, se pelean...
Enciendes un cigarro,
fumas plácidamente.
Al fin llega la cerveza:
en su punto,
espumeante, fresca.

Cierras los ojos
y "esto es la felicidad",
te dices.

Luego los abres
y ves a ese pobre viejo
hurgando en las papeleras.

Haceos con ella. Hay muchas y estupendas sorpresas, incluso para un buen conocedor de la poesía.

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