lunes, 19 de octubre de 2020

LAS NOVELAS EJEMPLARES, 3, (Rinconete y Cortadillo)



En la venta del Molinillo, que está puesta en los fines de los famosos campos de Alcudia, como vamos de Castilla a la Andalucía, un día de los calurosos del verano se hallaron en ella acaso dos muchachos de hasta edad de catorce a quince años: el uno ni el otro no pasaban de diez y siete; ambos de buena gracia, pero muy descosidos, rotos y maltratados. Capa, no la tenían; los calzones eran de lienzo, y las medias, de carne. Bien es verdad que lo enmendaban los zapatos, porque los del uno eran alpargates, tan traídos como llevados; y los del otro, picados y sin suelas, de manera que más le servían de cormas que de zapatos.

Estas son las líneas con las que da comienzo una de las Novelas Ejemplares más interesantes y mejor escritas de cuantas componen la colección. Tanto es así que J. L. Alborg afirmaba que de no haber escrito el Quijote, (Cervantes) tendría un especial puesto de honor en nuestras letras, tan solo como autor del Rinconete y Cortadillo. Y es que esta narración corta nos presenta una cohorte de ladrones, maleantes varios y mafiosillos de todo pelaje con tal gracia, humor y realismo alejado de toda moralina y sin el fatigoso pesimismo de la típica novela picaresca, que es fácil sucumbir a sus encantos.

Menéndez Pelayo lo decía mejor que yo: Corre por las páginas de Rinconete una intensa alegría, un regocijo luminoso, una especie de indulgencia estética que depura todo lo que hay de feo y de criminal en el modelo, y sin mengua de la moral, lo convierte en espectáculo divertido y chistoso (Cultura literaria de Miguel de Cervantes).


Verdaderamente la sátira de Rinconete va mucho más lejos de Monipodio y sus "cofrades". La sátira y la denuncia recae sobre la sociedad que permite y se vale de los matones que contrata, sobre la justicia corrupta que se beneficia de la actividad de los ladrones, sobre toda la hipocresía que supone dictar unas normas para que la cumpla una parte de la sociedad mientras otra parte se beneficia de su incumplimiento. Ahí está la actualidad y la grandeza de este relato que nunca juzga, solo expone.

Manuel Picazo dirigió esta adaptación en 1971 para TVE:

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