domingo, 8 de marzo de 2020

JOSÉ MARÍA LIMA

José María Lima fue un puertorriqueño que coincidió como alumno universitario cuando en Puerto Rico enseñaban Juan Ramón Jiménez, María Zambrano o Francisco Ayala

Pertenece a esa bien nutrida y mejor dotada saga de poetas a quienes la locura les ronda. Maníaco-depresivo fue el diagnóstico; hoy, trastorno bipolar. 

Con una sólida formación científica —ejerció como profesor de Matemáticas en la universidad—, destaca por su deslumbrante estilo poético. 

Es desolador que no haya manera de encontrar ninguno de sus títulos: Homenaje al ombligo, 
La sílaba en la piel, Poemas de la muerte. El libro de la profesora Zoé Jiménez compensa un poquito, solo un poquito, esa inexplicable ausencia.


Seguramente el espacio digital donde se recogen una mayor cantidad de textos suyos sea el blog Poetas Siglo XXI, de Fernando Sabido.

¿qué culpa tengo yo, 

peregrinando con esta boca amarga? 
¿y quién le dijo al grano, 
a la piedra, 
a todos los heridos del mundo, 
al que me socorre 
y al que me deja su uña en el pellejo: 
“mira, ése es tu hermano, 
en tu sal se levanta, 
en tu espejo se mira, 
oye por tu oído 
y es casi tuyo. 
muérdelo —sabes morder— 
y penetra su sangre 
y deja tu retrato en sus arterias"? 
¿hasta dónde me sigue 
ese dedo teñido?
escupan, caballeros, 
orinen con orden 
y dejen en su esquina 
el diente que les sobra. 
yo no quiero escribir 
encima de otros huesos. 
yo no quiero hacer 
con células ajenas 
caminos, 
ni montañas, 
ni habitaciones. 
sólo sé que en mi casa 
al llegar me saludo 
y me despido al salir, 
pregunto por mí y contesto: 
“acaba de llegar y está dormido” 
y si acaso despierto 
con un gusto a pasado en la garganta 
me lo trago y digo: 
“estoy enfermo, 
no puedo más, 
me muero”. 
después, con mis manos cargadas, 
con trucos en mi piel, 
juego al presente 
sin preguntar, 
sin hablar nada, 
dejo caer el músculo al tablero 
y pierdo. 
siempre perdí, desde antes, 
porque quiero perder, 
porque es justo perder, 
porque es de hombres perder, 
porque perdiendo gano. 
¡sujétenme!, después díganme “ahora”.

Lee el poema Gabriel Alexander Garrido:


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