domingo, 8 de marzo de 2020

IZUMO NO OKUNI (impresiones de un turista accidental, 2)


Acerca del teatro kabuki no sabía nada más que la simple línea que aparecía en mi manual de Historia de la literatura universal de bachillerato. Es decir, que junto con el teatro  era una de las formas tradicionales del teatro japonés. De algo más pude enterarme cuando entré en el magnifíco Museo Edo de Tokio y me topé con la escena que he colocado sobre este párrafo y su correspondiente explicación.

Pocos días después, de paseo por el barrio de Gion, en la orilla derecha del río Kamo —¡oh, casualidad!— me encuentro con esta estatua, que, mira por dónde, es el recuerdo que la ciudad de Kioto ha levantado a Izumo no Okuni:

Estatua dedicada a Izumo no Okumi en Kioto.
Y junto al pedestal es donde me entero de que esta emprendedora e imaginativa mujer fue nada menos que la creadora del teatro kabuki a comienzos del siglo XVII. Comenzó sus actuaciones precisamente en el cauce seco del río que se encuentra a su espalda, la compañía que fundó estaba compuesta solamente por mujeres y consiguió tal fama que se extendió rápidamente por todo el país.

Los prejuicios morales asomaron pronto y durante el primer shogunato se prohibió a las mujeres actuar. Los actores pasaron a ser hombres jóvenes, pero parece que la sangre siguió tirando y la inclinación al roce permaneció. Se ordenó entonces que fueran actores de avanzada edad para evitar tentaciones. Una prueba más de que las normas morales y el arte siempre han tenido discrepancias.


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