Este es el primer artículo de la Declaración Universal de DDHH:
Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.
Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía.
Es el que todo el mundo se sabe y el que más se olvida entre quienes deben velar porque se cumpla. Es el básico, el que los abarca todos, el que nos recuerda que las personas tenemos dignidad, lo que implica ser respetadas como tales, independientemente de nuestros gustos, preferencias y opiniones.
Acabo de ver Amarillo, el documental de la plataforma de contenidos digitales de rtve, y compruebo que ya está colocado el que lo continúa, Verde. Es desolador recordar cuál era la situación de las personas que se salían de los papeles o identidades sexuales no mayoritarias, esto es, heterosexuales. Es desolador, a pesar de la derogación de la represora ley de peligrosidad y rehabilitación social hace ya 40 años, comprobar que algunas acciones y actitudes están todavía hoy muy lejos del respeto debido a cada persona.
La serie de documentales se compone de siete entregas, cada uno titulada con el nombre de un color: amarillo, verde, azul, naranja, violeta, rojo y arcoíris.
Permitidme que parafrasee a Fraser: recuérdalo y recuérdaselo a otros, amar nunca es un delito.