martes, 23 de octubre de 2018

LUIS ALBERTO DE CUENCA EN LA CASA DEL LIBRO

Litoral
Tertulia poética. Viernes 9 de noviembre, 19:00. Casa del Libro, San Sebastián.

Este número de la magnífica revista Litoral puede ser un buen punto de partida para empezar a sumergirse en la obra de Luis Alberto de Cuenca si es que no lo hemos hecho antes. Se publicó en 2013, pero mantiene toda la frescura y el encanto de cuando salió a la calle por primera vez, y es también un excelente objeto de regalo —a uno mismo o a otra persona, eso depende del momento y de las ganas—. La revista-libro lo tiene todo: edición impecable, una buena antología, entrevistas, estudios, colaboraciones de todo tipo, ilustraciones exquisitas, papel de gran calidad..., todo lo que tiene que tener una revista para convertirse como se ha convertido en la referencia del mundillo literario.

Por si alguien no conociera al poeta, esta presentación que realiza Lorenzo Saval, director de la revista, me parece de lo más acertada: Cuando el equipo de Litoral decidió dedicarle este volumen al autor madrileño, sabíamos a lo que nos enfrentábamos. Por un lado estaba el poeta de la línea clara, con una poesía que dan ganas de leérsela a los espejos y verse reflejado en ella cuando la vida y el corazón están en llamas. Y también estaba el ensayista, el filólogo, el traductor, el bibliófilo, el erudito, el helenista, el cinéfilo, el bon vivant, el letrista de canciones pop, el amante y el lector de cómics clásicos (p 7). Y es que L. A. de Cuenca es, efectivamente, todos esos.

APOLOGÍA DEL SILENCIO

¿De qué me sirve hablar sin mis palabras
no significan nada, si las cosas
que quiero transmitir desaparecen 
cuando voy a cogerlas, si los nombres
propios que tanto amé ya no me escuchan,
perdidos en el reino de la nada?
Como aquel misionero que, en la China
maoísta, no tuvo más remedio
que cortarse la lengua de raíz
para no delatar a sus amigos,
así haré yo también, aunque no haya
nadie a quien delatar, por si remite
esta angustia de hablar en el vacío
sin tener nada que decir, la angustia
de saber que detrás de mis palabras
no existen cosas que las justifiquen,
y que los nombres propios que me amaron
no están ya en este mundo.


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