jueves, 6 de abril de 2023

LA BALSA DE LA MEDUSA, Théodore Géricault

Los balsa de la Medusa.  Imagen tomada de Wikipedia.

 

2 de julio de 1816. Una de las mejores fragatas de la marina francesa encalla a 60 kilómetros de la costa mauritana gracias a la impericia de uno de los peores capitanes de esa misma marina.

5 de julio de 1816. Tras varios y baldíos esfuerzos por liberar la nave, el capitán y otras 250 personas se embarcan en los botes salvavidas. Los que no caben, 146 hombres y una mujer, son remolcados en una balsa de 8 x 15 metros que construyen para el caso. Disponían de una caja de galletas, unos bidones de agua y unas barricas de vino. Al cabo de muy poco tiempo, durante la primera noche de navegación, las amarras para arrastrar la balsa se sueltan —voluntaria o involuntariamente, no se sabe—.

17 de julio de 1816. Sólo 15 personas son rescatadas con vida. La nave Argus encuentra por casualidad al grupo. Nadie los buscaba.



Sobre el hondo mar se balancea
la insondable humanidad herida
al son brutal de sus instintos,
bajo la oscura cadencia de lo elemental,
                     lo ignoto,
                     lo no dicho.


Después del protocolo salvaje de la fuerza,
después del juego irracional por competir con el abismo,
después de demostrar con amplitud
nuestra escasa tendencia a la bondad,
después del rito infame y la locura,


un apenas perceptible punto en la profundidad del horizonte
desata la Caja de Pandora y su postrer mal
para poner en pie la humanidad rendida.

Géricault inaugura la denuncia.

(Del poemario El fecundo rumor de las miradas, de libre acces). 

***


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